O libro recompila contos nos que o autor lembra situacións da súa mocidade no val do Ulla

Ramón Chao

TELEVISIÓN

XURXO LOBATO

Una bella muerte redime toda una vida, escribe Dante Aligheri en la Divina comedia. Por una enigmática relación entre vida, literatura y muerte, esta frase me rondaba allá por 1982, cuando hablaba con Álvaro Mutis sobre el título de su próxima novela (Un bel morir) y me describieron los momentos finales de mi querido Castroviejo. Lecturas cualificadas

22 dic 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

No es que José María necesitase desaparecer para rescatar un mal pasado, siempre moral, ejemplar y divertido. Tal vez el mío sí que lo necesitase. Ya en estas columnas conté cómo lo conocí, en el Hotel Chao de Vilalba, adonde acudía regularmente a pescar. Yo era un niño entonces, y me pasó lo que a aquel sacristán de la Terra Chá que se inclinaba y santiguaba al pasar por delante de todos los santos de la iglesia, salvo del patrón del pueblo. Lo recriminó el párroco y él respondió: ¡Pero si a ese lo conocí cuando era castaño! ¿Cómo iba a concebir que desde entonces la estatua se había dignificado y convertido en patrón del pueblo? A Castroviejo lo conocía cuando pescaba y en Cambados lo vi catando vinos, lo que para mí era una actividad muy alejada de prácticas intelectuales, sin entender que entre sorbo y sorbo, pan y pan lo que estaba haciendo era un entronque con la tierra madre . En París, en Holanda, en Tirán lo vi a menudo y pensé que su costumbre de lavarse las manos cada dos minutos, su manía de no dársela a cualquiera, obedecía al temor de contaminarse. Otra vez me equivoqué. Cuando me contaron la entereza con que afrontó a la sin dientes, me describieron el testamento con sus últimas voluntades con esa procesión panteísta por la ría de Vigo donde se esparcieron sus cenizas. Poco después Mutis, amante de la literatura gallega, tituló su novela Un bel morir.