Quizá también Elora Danan, la daikini pequeñita y pelirroja que un día apareció flotando en el río, tenga la tentación de volver la vista atrás y pensar que no hubo mejor etapa en su vida que cuando la cargaban por turnos Willow, un campesino, padre de familia y mago mediocre y Madmartigan, un espadachín de moral borrosa que se agarra a una lealtad tan inquebrantable como el acero de su arma.
A lo mejor Elora Danan se refugia en los flashes de Shorsha a caballo, casco en mano y lanza alzada, mientras se empeña en la duermevela del segundo trasbordo a un trabajo precario, en un intento (fallido, desde luego) de dejar de preguntarse por qué nunca llegó a cumplirse esa profecía de la que tanto le hablaban en su infancia, la que llevaba, indeleble, marcada en el brazo.
Puede que Elora Danan no llegase a ser emperatriz porque el sistema que le habían prometido heredar estaba rozando el colapso. Quizá ni siquiera pueda permitirse una cabaña en el bosque, no digamos ya vivir en la fortaleza de Bavmorda, la hechicera que, para consguir una jubilación medianamente digna, tenía que agarrarse al trono y seguir cotizando. Disney + propone un regreso a un Tir Asleen que quizá haya adoptado como estado basal la crisis en la que sobreviven los millennials. Porque Elora Danan va a cumplir 35 años.