Por qué «GH VIP 8» no termina de funcionar pese a los intentos desesperados de Telecinco

P. V. REDACCIÓN

TELEVISIÓN

Tres abandonos voluntarios, dos expulsiones disciplinarias, la entrada de tres concursantes extra y la reducción de su premio final hasta los 30.500 euros. La edición más atípica del reality siembra dudas de manipulación por parte del programa

03 nov 2023 . Actualizado a las 18:35 h.

La expulsión disciplinaria de dos concursantes, entre ellos uno de los claros favoritos a ganar esta edición del concurso, supone el enésimo giro de guion de uno de los GH VIP más atípicos que se recuerdan. El regreso del concurso de telerrealidad a Telecinco, que pasa ahora su ecuador, ya ha vivido, en su escaso mes y medio de duración, nada menos que tres abandonos, dos expulsiones disciplinarias, la entrada de tres concursantes extra y la reducción de su premio final en casi 120.000 euros. Nada en su —soso— inicio hacía prever tal cantidad de polémicas.

La gran incógnita de los espectadores de GH VIP 8 es cuántos de esos acontecimientos han surgido del normal desarrollo del concurso y cuántos de la manipulación —en muchos casos innegable— de los responsables de la propia cadena para conseguir subir una audiencia menor de la esperada desde el primer momento, que tuvo el peor estreno de la historia en un Gran Hermano. De ser esta última la razón, ¿ha tenido el efecto deseado por Mediaset? Lo analizamos al detalle.

Una casa de «peace and love» no tan vip

La octava edición de GH VIP, y la primera desde la polémica por el caso de violación en directo que acabó con años de fiel audiencia, empezó con una ristra de participantes que proponía un concurso a medio camino entre el Gran Hermano de anónimos y el de personajes vip. Frente a nombres sobradamente conocidos, como Karina, Carmen Alcayde, Jessica Bueno, Laura Bozzo o el patinador olímpico Javier Fernández, estaban otros con escasa popularidad en la sociedad española en general. Pero, aún así, ni siquiera los personajes más famosos eran, a excepción de Laura Bozzo o Alex Caniggia, especialmente polémicos para un concurso de convivencia.

La falta de tensión —y, por tanto, interés televisivo— se notó desde muy pronto. La propia Laura Bozzo, con décadas de experiencia televisiva a sus espaldas, y con sobradamente conocida intuición para el show, resumía el sentimiento general del espectador pocas semanas después del inicio del concurso: «¿Quién va a querer ver esta mierda?», se preguntaba la peruana, vaticinando un «fracaso televisivo».

No le faltaba razón. Salvo puntuales encontronazos entre Álex Caniggia —que nunca ocultó su intención de vivir el concurso como un juego— y Oriana —cuya experiencia en otros realities la hacía sentirse por encima de todo y de todos, programa incluido—, GH VIP era, como decía la misma Bozzo, todo «peace and love».

Todo un hastío provocado en gran parte por mediadores en conflictos como Gustavo —el chófer de María Teresa Campos durante décadas—, Jessica Bueno, Susana Bianca o Zeus Montiel, alérgicos a los problemas de convivencia que son siempre necesarios para enganchar al espectador.

Presentadora descafeinada

La selección de la presentadora de este GH VIP 8 tomó por sorpresa a los grandes fans del formato. Frente a una Mercedes Milá o a un Jorge Javier Vázquez curtidos en talk shows y programas de entrevistas, la elección de Marta Flich para las galas de los jueves dejó a todos fríos. Y la valenciana empezó dándoles la razón, con unos primeros programas en los que demostraba su falta de tablas en este tipo de formatos. Frente a los problemas con el teleprónter —la pantalla que les va mostrando a los presentadores en tiempo real el guion del programa— la presentadora mostraba una sonrisa incómoda —en contraste con la conocida habilidad de una Mercedes Milá para tirar pullas a quienes cometían los fallos tras las cámaras—; y adolecía de una falta de ritmo y antinaturalidad patentes. Unos defectos iniciales que llamaban más la atención cuando se la comparaba con sus otros compañeros del Debate y del Última hora, Ion Aramendi y Lara Álvarez.

Con el paso de los programas, la presentadora consiguió superar esas pequeñas deficiencias de principiante, aunque, sin duda, su desempeño inicial fue un lastre para enganchar a muchos espectadores en el estreno. En las últimas emisiones, Flich demuestra ya mucha más soltura, naturalidad y capacidad para reaccionar a los estímulos y a las contestaciones de concursantes e invitados.

El «abandono» de Oriana

La experiencia en este tipo de programas de Oriana Marzoli, que había participado ya en GH VIP 6, en Supervivientes, en Mujeres y Hombres y Viceversa y en concursos similares en otros países, fue todo un escollo en el inicio de la edición. La venezolana se convirtió inmediatamente en líder y guía «espiritual» de un nutrido grupo de personas que seguían su liturgia a rajatabla, sin enfrentarse jamás a ella. Solamente Alex Caniggia parecía hacerle frente puntualmente, al grito de «ridícula», un adjetivo que la profesional de los realities, por la razón que sea, consideraba un insulto de enorme gravedad.

Oriana lastraba las líneas argumentales del resto de sus compañeros, les impedía desarrollarse y tener voz propia y, encima, se consideraba superior al propio programa, negándose a seguir incluso las órdenes directas del Súper. Se sentía intocable.

Al parecer, según ella misma informó a los productores, en otros Gran Hermano le decían de antemano cuándo iban a conectar o lo que tenían que hacer, algo que no forma parte de la filosofía del programa en España.

Las exigencias de Oriana acabaron por molestar a los productores. Y la influencer, harta de que el programa permitiera que Caniggia la llamase «ridícula» y de que no le dorasen la píldora tanto como le habría gustado, amenazó con irse si no se cumplían una lista de nuevos requerimientos. No aceptaron, y Oriana se marchó.

La venezolana se lo dejó al programa en bandeja para librarse de un buen dolor de cabeza y, de paso, conseguir algunos titulares que volvieran a poner GH VIP en boca de todos. 

El abandono voluntario —o expulsión encubierta, según a quién se le pregunte— de Oriana fue la primera estratagema del programa para animar una edición que parecía haber nacido muerta. Algo lograron, ya que el debate de ese domingo, en el que prometían desvelar todos los entresijos de su salida de la casa, mejoró, en efecto, los datos de share que venía teniendo anteriormente. Y esa polémica, azuzada por una Oriana que denunció haber sido víctima del programa, sirvió como excusa perfecta para dar pie a los programas diarios, los GH VIP Última hora presentados por Lara Álvarez.

Abandonos, ¿pactados?

Siempre quedará la duda de si el abandono de Oriana fue tal —la verdad es que es experta en marcharse prematuramente de todos los realities— o si fue forzado por el programa por conseguir audiencia. Más extraños son los otros dos abandonos producidos en el primer mes y medio de emisión, que muchos sospechan que habrían sido pactados con anterioridad.

La participación de Karina desconcertó, desde muy pronto, a los espectadores de GH VIP 8. No porque le faltara energía —que iba o venía—. Tampoco porque con su candidez pareciera fuera de lugar —ya que, por momentos, demostraba destellos de sibilina capacidad de manipulación—. Más bien porque, como muchos pudieron comprobar, la diva eurovisiva tenía previsto un espectáculo en el Teatro Bellas Artes de Madrid el 7 de noviembre, es decir, en plena emisión de GH VIP 8.

Su salida voluntaria, un mes exacto antes de la fecha prevista del estreno de Yo soy Karina, parecía confirmar las teorías de muchos fans de que la participación de la cantante había sido pactada de antemano con el programa como algo temporal. Su exmarido Carlos Díaz, quien la defendía en plató, lo negó en todo momento. También ella. Pero lo cierto es que, en el momento de su abandono, todavía se podían comprar entradas para el espectáculo para la fecha prevista. Solo un día después de la polémica se anunció, por fin, el cambio de fecha de la obra para principios del 2024. Pero la sospecha ya se había quedado en la mente de todo el mundo.

La salida de otro de esos concursantes que parecían un pez fuera del agua no hizo más que intensificar esta sensación. Fue la del expatinador Javier Fernández, que tuvo uno de los abandonos voluntarios más atípicos de cuantos se recuerdan. Ante un cambio en la actitud del deportista, abatido tras la entrada de otros participantes y tras la enorme reducción del premio final, el programa le dio la oportunidad —de muy buenas formas y en una conexión en directo— de abandonar el concurso al día siguiente a la misma hora —también coincidiendo, casualmente, con la emisión del programa en directo de Lara Álvarez—. Él manifestó su voluntad firme de abandonar y, contra todo pronóstico, aún tuvo la oportunidad de disfrutar, junto con sus compañeros, de un vídeo con sus mejores momentos. 

Frente a los muchos abandonos voluntarios que habían tenido la mayoría de los concursantes, por la puerta de atrás, Javier Fernández salía con todos los honores, entre abrazos de sus compañeros. Eso, y algún comentario suelto del olímpico concursante de algunos compromisos profesionales fuera de la casa hicieron sobrevolar de nuevo la idea de la manipulación de la audiencia por parte del programa.

Favoritos demasiado claros

El descafeinado inicio, al que solo los exabruptos de la voluble personalidad de Laura Bozzo y las estrategias de Álex parecían añadir unas gotas de aguardiente, provocó que, desde muy pronto, los favoritos estuvieran más que claros. La propia Laura, Álex, el malogrado Albert Infante y, en mucha menor medida, una Carmen Alcayde que giraba allí hacia donde soplaba el viento.

El grupo, que acabaría conformando el conocido como team naranja, estaba a años luz en carisma del resto de participantes, que los doblaban en número. El concurso se había hecho predecible, y acusaba una falta grave de conflictos, por mucho que el programa buscase forzarlos.

Así que, aprovechando los puestos libres que habían dejado las salidas de Oriana y Karina, el programa se lanzó a alborotar el gallinero para que las mínimas tensiones estallasen por fin del todo.

La productora introdujo, dos semanas después de su inicio, tres posibles concursantes. De ellos, solo Naomi Asensi —salida de La isla de las tentaciones parecía llegar sin un guion aprendido. Los otros dos, los polémicos —y polemistas— Yiya y José Antonio Avilés, entraron como una bomba para desestabilizar la convivencia. Muchos fans, y también algunos habitantes de la casa, sospechan que fue el propio programa quien les asignó esa misión para darle vidilla a la casa y cambiar los favoritismos de la audiencia.

Su efecto fue inmediato, pero limitado. Albert, uno de los favoritos, cayó en la trampa emocional que le tendió el colaborador televisivo Avilés apenas unas horas después de entrar este por la puerta, y solo cuatro días después era expulsado por la audiencia, tras encadenar una serie de nefastas decisiones y haberse sacado de la manga el programa, con premeditación y alevosía, una expulsión doble a última hora.

Contrariamente a lo que Avilés —y posiblemente el programa— pensaba, la supuesta injusticia de la expulsión de Albert no hizo más que consolidar aún más como favorito al team naranja, formado por Alex Caniggia, Laura Bozzo, una fortalecida Carmen Alcayde y la recién llegada Naomi Asensi.

El colaborador televisivo siguió intentando debilitar al grupo rival, malmetiendo entre unos y otros para provocar malentendidos y desconfianzas, pero su estrategia parecía caer siempre en saco roto.

Carpetas que no interesan

Ninguna decisión parecía cambiar la cuasiunanimidad de la audiencia con respecto a los favoritos, ni sobre los temas que les interesaban a los fans de la edición. El programa, aún así, lo intentó, con dos carpetas —así se le llama a las relaciones amorosas surgidas dentro de los realities— que, en realidad, nunca tuvieron ningún carpetero —como se les conoce a los fans de estas relaciones—.

Susana Bianca y Zeus Montiel comenzaron un affaire cuyo único interés para la audiencia fueron —y siguen siendo— los desafortunados comentarios de la modelo canaria acerca del miembro viril del hijo de Pepe Tous y de Sara Montiel, que levantaron indignación unánime entre los tuiteros.

La otra, la del cantante Luitingo y la influencer Pilar Llori, también interesó más bien poco. Y ni siquiera el intento de forzar un triángulo amoroso por parte del andaluz con Jessica Bueno —con vistas a una posible repesca— ha calado entre los espectadores.

El bote menguante

Si había algo en lo que se notaba el peace and love generalizado en la casa que tan bien había definido Laura Bozzo era en los gastos de los concursantes a costa del bote final. GH VIP 8 comenzó con un premio de 150.000 euros, bastante superior al habitual, con vistas a que los participantes fuesen gastando, en distintos vicios, parte del importe.

Solo los concursantes con más ganas de jugar —es decir, Laura Bozzo y Alex Caniggia— llegaron a tocar el premio final, aunque muy tímidamente, y entre los reproches de sus compañeros. Pero nunca llegó la sangre al río. La cordialidad seguía imperando a pesar de todo, y la casa hizo un pacto tácito de no tocar demasiado el bote.

Todo, hasta que llegó José Antonio Avilés. El colaborador televisivo entró sobreactuado y excesivo, y desde muy pronto les dejó claro a los concursantes que tenían que jugar más, incitándolos a gastarse parte del dinero del premio final, y haciendo ver que la audiencia así lo pedía.

En cuestión de días, se abrió la veda. Zeus Montiel se gastó los 25.000 euros destinados a repescar a concursantes recién expulsados, en este caso su amada Susana; Jessica Bueno se pulió más de 75.000 euros en una puja, para poder hablar con sus hijos; y acto seguido, Avilés compró su salvación por 12.000 euros. El suculento premio inicial, de 150.000 euros, se había quedado en unos exangües 30.000 euros en total, con la tensión añadida que eso provocó en los habitantes de la casa.

Vídeos editados

La manipulación de la tensión en la casa por parte del programa llegó este año a extremos ridículos. Ante la escasez generalizada de conflictos, y a pesar de los intentos de Avilés por forzarlos, el propio programa decidió echar toda la leña al fuego, mostrándoles a los concursantes vídeos editados de sus compañeros hablando pestes de ellos o hasta descubriendo las tácticas nominatorias de los rivales. Algo inédito a todas luces. Y todo, con la intención de intensificar el mal rollo que había comenzado a exacerbarse con la entrada de los nuevos participantes.

GH VIP lo intentaba con todo lo que tenía a su mano. Vídeos editados, nominaciones a la cara,  estrategias descubiertas,... Pero, en el fondo, las cosas acababan volviendo siempre a su cauce, a pesar del constante quebradero de cabeza que suponían los exabruptos de Avilés.

Expulsiones disciplinarias

La estrategia de machaque continuo y de tierra quemada de José Antonio Avilés para con sus grandes rivales, los favoritos de la audiencia, acabó, finalmente, dando sus frutos. Y la misma noche en la que el programa permitía la salida de Javier Fernández del concurso, las tensiones que tan hábilmente había introducido el colaborador televisivo entre sus compañeros de hogar terminó por explotar.

Comenzó de la forma más absurda, por una discusión sobre la comida —un clásico foco de enfados en Gran Hermano— y se detonó con los ataques verbales que Avilés le profirió a Laura Bozzo tras irrumpir en la habitación donde duerme el grupo de la presentadora.

Las provocaciones del polemista profesional hicieron que la situación escalara rápidamente, y Avilés, gran conocedor de las estrictas normas de convivencia del programa, se metió las manos en el bolsillo. Los forcejeos de Alex Caniggia por echarlo de la habitación y de Gonzalo por evitarlo hicieron el resto. Y el programa se vio obligado a aplicar la sanción correspondiente: expulsión disciplinaria.

Tres abandonos —uno voluntario y dos disciplinarios— en una misma noche, precisamente la previa a la gran gala de Halloween, una de las más queridas por los fans de Gran Hermano. De nuevo, el programa volvía a tener la excusa perfecta para dar titulares y llamar a los más reacios a este GH a sintonizar otra noche más Telecinco, donde prometían explicar con detalle qué era lo que había pasado.

La audiencia no responde

Con todas las estrategias desplegadas por el programa —algunas más éticas que otras— podría pensarse que la audiencia acabaría por responder y subirse al carro de la telerrealidad. Pero los espectadores nunca llegaron a reaccionar, y la gala de los jueves nunca ha podido arrebatar el liderazgo indiscutible del prime time a MasterChef Celebrity, que incluso en la gala del último jueves, y en medio de la polémica por la doble expulsión disciplinaria, fue la opción más vista, con un 16,5 % de audiencia, frente al 12,9 % de GH VIP. El dato calca, prácticamente, el de la semana anterior, exenta de grandes polémicas, solo mejora un poco el tramo conocido como Express, entre las 10 y las 11 de la noche, que marcó un 8,8 de share un punto más que lo logrado siete días antes.

Telecinco no ha conseguido todavía tener una alegría al respecto, por mucho que lo haya intentado. Y no solo con la telerrealidad, ya que ninguno de sus buques insignia han conseguido liderar la audiencia prácticamente ningún día de la semana en esta temporada, frente a una todopoderosa Antena 3 y a una RTVE que ha conseguido colocar también a algunos de sus programas como líderes en sus franjas.