«Un escándalo muy real», la serie sobre la irresponsable vida del príncipe Andrés
TELEVISIÓN
La miniserie recrea la entrevista del hijo de Isabel II con una periodista a raíz de su relación con el pederasta Jeffrey Epstein
13 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Todavía hoy sorprende ver cómo algunos hombres siguen sin enterarse de nada. Si el hombre en cuestión, además, no es Peláez, el de contabilidad, sino el hijo favorito de la reina Isabel II, nacido y criado entre algodones y acostumbrado a hacer su santa voluntad, la posibilidad de que el interfecto sea consciente de la gravedad de sus actos y asuma sus responsabilidades, sencillamente, no existe. Tras Un escándalo muy inglés y Un escándalo muy británico, Un escándalo muy real (Prime Video) constituye la tercera entrega de una serie que se ha encargado de revisar hechos que causaron gran indignación en la opinión pública. Esta vez se centra en la entrevista que la periodista de la BBC Emily Maitlis hizo al príncipe Andrés a raíz de su relación con el pedófilo Jeffrey Epstein y con Virginia Giuffre, que acusó al duque de York de haber abusado sexualmente de ella siendo menor de edad. Sí, es exactamente el mismo tema que, no hace tanto, abordó La gran exclusiva (Netflix), película de Philip Martin protagonizada por Gillian Anderson y Rufus Sewell. Pero ¿hay alguna diferencia entre una versión y otra? Sí, la hay.
Tipo mimado
Un escándalo muy real, dirigida por Julian Jarrold, tiene un tono bastante menos grave y solemne que la de Martin, algo que puede parecer un contrasentido debido a la trascendencia de los hechos que le imputaron a Andrés de Inglaterra, pero que sirve para subrayar la imagen que, hasta que estallaron las acusaciones, gran parte del pueblo inglés tenía del príncipe: un tipo mimado e iracundo, pero simpático, familiar y mucho más cercano y natural que el estirado de su hermano Carlos, que el tímido Eduardo o que la fría Ana. A ello ayuda, mucho, la interpretación de Michael Sheen, actor capaz de abordar todas las aristas de la personalidad del personaje, de transmitir la perplejidad que experimenta un príncipe que se creía intocable al verse arrastrado por el fango, de dibujar las distintas capas de un hombre que disfraza su inseguridad con bravuconería (ese «¡Yo luché en las malditas Malvinas» que repite varias veces, como si fuera un héroe de guerra) y de mostrarlo en una cotidianidad que no se ve bajo los focos. En esa línea, la serie también inserta escenas un tanto cómicas, pero no por ello menos plausibles: Maitlis sentada en las escaleras de su casa con los rulos en la cabeza y el móvil en la mano mientras espera la llamada que dé luz verde al encuentro, o esa Sarah Ferguson (Claire Rushbrook) que, sometida a que sus vaivenes de peso hayan sido señalados durante años por los tabloides ingleses, no puede evitar echar mano de la bandeja del desayuno antes de que el mayordomo lo sirva en la mesa. Además, y aunque se centre en los protagonistas (magnífica Ruth Wilson como Virginia Giuffre, pero con menos cancha para jugar que Sheen), el hecho de ser una miniserie de tres capítulos permite abordar tanto el antes como el después de la entrevista. De esta forma, y mientras refleja el entorno laboral y familiar de los interlocutores, muestra la lucha entre los distintos gabinetes de prensa de los miembros de la familia real, el tira y afloja para conseguir la entrevista que se mantiene entre ellos y el equipo de la BBC o las consecuencias que se derivaron tras la emisión tanto para el príncipe como para la periodista.
Pero, sobre todo, la enjundia de Un escándalo muy real reside en que pone sobre la mesa preguntas que antes ni se planteaban: la responsabilidad y el deber de los miembros de las familias reales, su resistencia a abandonar sus privilegios, su capacidad para vivir ajenos al mundo y su obstinación en no dar cuenta de sus delitos y faltas ocultándolos bajo capas de armiño, joyas, boato y siglos de tradición. Y lo hace de una forma entretenida, con esmero y sin pretensiones. No es poco para los tiempos que corren.