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El deportivista jugará contra el Sevilla con una protección especial en la nariz
20 sep 2012 . Actualizado a las 07:00 h.A Riki no hay quien le aparte de la alineación del próximo lunes contra el Sevilla (21.30 horas, La Sexta). Si la brutal competencia a la que le exige la explosión de Nelson Oliveira no parece suficiente para tumbarle, tampoco lo será la fractura nasal sufrida en Granada. Con el ojo derecho morado y las marcas de la fractura en la parte superior del tabique nasal, se entrenó ayer con una aparatosa máscara, pero la prueba resultó fallida.
Portó un protector de plástico transparente con forma de antifaz, que se sujetaba con unas cintas alrededor de la cabeza (en la imagen que preside esta página). Parecía similar al que el barcelonista Puyol portó tras romperse el pómulo, pero al delantero del Dépor no le gustó. «No te deja ver bien y molesta», explicó tras el entrenamiento para rematar en broma: «Veo mejor con las gafas de bucear».
Se lo colocó antes de la serie final de partidillos, pero se le vio a disgusto desde el primer momento. Hacía gestos como si le dificultase la visión hacia los lados y también de que le apretaba. Se lo quitó y se lo volvió a poner varias veces. Con el jugador visiblemente molesto, el médico no dudó en correr a los vestuarios en busca del plan B. Regresó con el apósito protector que está previsto que luzca hoy (en la imagen a media columna de la izquierda).
Se trata de una chapa metálica de forma triangular que se amoldará a la curva de su nariz, pues por una cara dispone de un adhesivo que se pegará a su piel. Precisamente por este motivo no lo probó ayer, pues el rostro del futbolista estaba sudado por el esfuerzo. Cuestionado por si se plantea acabar desechando las protecciones y esperar sin jugar hasta que se recupere de esta lesión, el delantero respondió sin rodeos: «Si no pudiese jugar, no me entrenaría. Si me entreno, es porque puedo jugar. Si al final no juego, no será por la nariz, sino por otra opción», añadió.
Riki no oculta su firme determinación personal de esta temporada, en la que acaba contrato. «Ojalá marcase 15 goles y jugase 38 partidos», deseó. En realidad, en siete temporadas en Primera División nunca anotó más de ocho tantos y ni siquiera alcanzó las treinta jornadas en las cuatro últimas campañas en A Coruña. Después de dos dianas en los cuatro primeros encuentros, se convierte ahora en el goleador enmascarado.