Los años pasan. Los trabajos cambian, las parejas se separan, las mascotas se mueren y los hijos se independizan. El tiempo acaba por dar la razón a Galeano con aquello de que se puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no se puede cambiar de equipo de fútbol. Los colores permanecen, y con ellos los grupos de amigos. Los del fútbol, que no son necesariamente aquellos a los que les contarías todos tus problemas, pero sí aquellos con los que innegociablemente uno se cita para compartir encendidos análisis. Tradiciones añejas que comienzan, por ejemplo, en un patio de colegio, y que hoy en día se pierden en algún grupo de guasap, de esos que se silencian para evitar el bombardeo acústico.
Conozco un grupo de amigos del fútbol que tiene una palabra que engloba todo lo vivido en Son Moix. Le llaman «domingocincodelatarde». Así, leído rápido y sin pausas entre las palabras. Una herencia de cuando no existían los encajes imposibles de horarios televisivos y de cuando el Deportivo zozobraba inesperadamente ante un equipo apático e inferior. Esta expresión suele ser utilizada antes del partido en cuestión. Cuando la cosa pinta mal, cuando se palpa en el ambiente que no es el día, cuando es un estadio poco propicio, o todos estos factores juntos. Si finalmente el partido cumple los pronósticos y acaba con derrota o sin pena ni gloria se afirma con contundencia: «¿Ves?, domingocincodelatarde», independientemente de la hora a la que se haya jugado.
Lo de Mallorca ha sido un «domingocincodelatarde» de libro. Empezó mal y acabó peor. Un ejemplo perfecto, el paradigma total. Y últimamente el Deportivo está abonado a este anodino horario.