Ortiz Arias, en la pista central

TORRE DE MARATHÓN

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El colegiado reclama su cuota de protagonismo fabricando un penalti que ni revisó

30 jun 2020 . Actualizado a las 22:56 h.

La pandemia es el olvido; pero aunque el parón sanitario aleje el encuentro en la memoria, la imagen sigue ahí, al alcance de cualquier televisor. Ortiz Arias llevándose la mano al pinganillo y, esta vez sí, atendiendo al VAR. Diez meses ha tardado el colegiado en perder la fe en la herramienta. O en ganar seguridad en sus decisiones, por muchas dudas que estas puedan despertar. Es el tiempo que va entre la revisión de un penalti de Peña en Riazor al gesto desafiante y el generoso reparto de tarjetas rojas para descartar un rápido vistazo al plasma del Heliodoro.

Certificando aquello de que cada lanzamiento de moneda está desvinculado del anterior, al Deportivo le salió dos veces cruz. Ni pudo ganar los once metros cuando el futbolista del Mirandés manoteó la pelota, ni esquivarlos cuando el del Tenerife se desplomó ante Mujaid. La grada vacía descartaba la posibilidad de un francotirador, así que tuvo que ser infracción del chaval, que no sabrá saltar. La bisoñez le ha costado dos penas máximas al riojano, perseguido por sus problemas en el juego aéreo. Complicaciones suavizadas notablemente, aunque no lo bastante para subir a rematar los saques de esquina ni para escapar de la avidez de protagonismo arbitral. «Hay que ayudarle a corregir esa manía que tiene de saltar con el brazo por delante», reclamaba con el choque resuelto el capitán blanquiazul.

Un Bergantiños que sin embargo descartaba la infracción por parte de su compañero. «En el campo todos sabíamos que no había habido empujón ni carga suficiente. Cualquier mínimo contacto lo puedes llevar al terreno del penalti», lamentaba el coruñés. No detenía ahí su revisión de la jugada: «Con el VAR estamos todos igual. Ha subido la cantidad de penaltis una barbaridad. Se está pitando cualquier cosa. Hay que controlar esto porque se está yendo de las manos».

El mérito esta vez, corresponde a Ortiz Arias, Miguel Ángel, joven colegiado madrileño recién incorporado desde Segunda B. La capacidad de diálogo, sin embargo, no ascendió con él. «Es un árbitro que la actitud que tiene en el campo creo que no es la mejor», acusaba en caliente Bergantiños, poco habitual en el arte de protestar.

Los hay con mucho más recorrido en esa suerte, marcados ya por el gremio. Fernando Vázquez, por ejemplo, es un filón. «En mi expulsión protesté la falta que me parece clara sobre Aketxe cerca del área rival. Pensé que me merecía la tarjeta amarilla y vino con la colorada». La roja de toda la vida, mostrada con el cadáver del 1-0 todavía caliente en la cabeza del entrenador: «Veo que Muja salta, gana la pelota con solvencia; es una acción defensiva clara y no hay nada irregular. Es lo que percibo y lo que me dice la gente que vio el partido, no entendí la decisión. Y me molesta un poco que hay que tener humildad para ir a verlo al VAR, que es un arma maravillosa. Pedir él ir a revisar esa jugada».

No sucedió. Hace diez meses, Anquela mediante, Ortiz Arias ya gastó el comodín de la llamada para escamotear un penalti de Peña. Poco después aún se tragaría otro por falta sobre Christian Santos, pero para entonces el sistema de videoarbitraje había dejado de funcionar. Total, si no se va a usar...