El gol del año, sin respirar

TORRE DE MARATHÓN

César Quian

Cien metros, veinte segundos y doce toques para fabricar el mejor tanto del curso

06 jul 2020 . Actualizado a las 23:08 h.

Cien metros y veinte segundos. La mezcla da para un ida y vuelta de Usain Bolt o para un espectáculo coral de belleza similar. Una carrera de relevos que arranca a pocos pasos de la línea de fondo de Marathon y concluye tras la de Pabellón, llevando el balón a la red. Concentrando por el camino casi todas las suertes del balompié. La breve función empieza con una entrada impecable de Mujaid para rebañar el cuero de entre las botas de Rafa Mir. El central tuvo además la suerte de que Gaku pasara por allí para entregarle la pelota con la que iniciar una triangulación. Toque rápido a Bóveda y réplica de este hacia Aketxe. El 10, a quien habría que esconder hasta que vuelvan a cerrar las fronteras, tampoco pierde el tiempo y gana terreno conectando con Santos, dejando ya activado al ejecutor final. Descarga del venezolano a banda opuesta y salida en esprint hacia el área en busca de la zona de remate; ejemplo de ariete de presa, olfateando el gol ya a la altura de la medular. Por el costado izquierdo de la divisoria aparece Salva Ruiz y la acción coge temperatura, porque el carrilero elige a Mollejo para un tuya-mía colosal. Pared vertical con adorno del pelado, que recurre a un taconazo para quitarse de encima a Miguelón. El turno vuelve a Ruiz. Vistazo rápido al punto de penalti y centro inmediato. Fuerte, con la altura suficiente para superar a Josué Sa. Quizá también a Santos, quien parece correr demasiado para lo que exige el envío. Se le va a quedar atrás. O no. Frenazo, giro y acrobacia. Todo en uno, a la segunda. Chilena redonda en el minuto 42, tras el malogrado intento del 12. Media hora para perfeccionar la técnica hasta dibujar el mejor gol del curso. Un directo a la escuadra a centímetros de Pulido, cuya presencia es algo más que testimonial. El gesto del central oscense, esa mano a la cabeza en señal de perplejidad, da cuenta de la talla del tanto. Su importancia a nivel individual queda plasmada en la sonrisa de oreja a oreja del autor. La carga global, en el abrazo entre Fernando Vázquez y David Sánchez, grada arriba. Punto principal de euforia en un Riazor vacío que mereció el lleno para seguir de cerca semejante barbaridad.

Salir a flote con los mismos recursos del naufragio

Los caprichos del calendario asimétrico permitieron además a Santos aproximar al Dépor a la zona de seguridad frente al mismo adversario ante el que se empezó a despeñar. El venezolano estrenó su cuenta del curso en la segunda jornada; la que dio arranque a la racha de 19 citas sin triunfo. Fue en Huesca, y el plantel ya contaba con todos los futbolistas que Vázquez dispuso ayer de inicio en Riazor. Seis formaron como titulares en aquella derrota que Valle definió el viernes como «una de las veces que más impotencia he sentido en un campo de fútbol». El berciano figuró en los dos onces; allí de extremo, aquí poblando la medular.

El traslado le salió bien a Vázquez, capaz de convertir cada apuro en una oportunidad. Privado de Peru y Somma, ha regalado a Bergantiños la oportunidad de estirar su carrera donde arrancó. Huérfano de Uche, ha reciclado un extremo. Un rol exige apariciones contadas; otro reclama contacto constante con el balón. Valle fue, tras Aketxe, el deportivista que más lo tocó. 90 % de acierto en la entrega. Un detalle más de esta mejor versión.