Óscar Cano: «En el Deportivo no percibo techo ni límites, más allá de la paciencia»

TORRE DE MARATHÓN

CESAR QUIAN

El técnico está convencido de que seguirá en el cargo si logra «el ascenso más difícil que podría conseguir»

28 abr 2023 . Actualizado a las 10:31 h.

 Óscar Cano (Granada, 1972) ocupa su silla habitual en la sala de prensa de Abegondo y se aviene, esta vez, a un mano a mano. No deja pregunta sin respuesta.

—Llegó a emocionarse con Kuki después de que la grada lo ovacionara. ¿También espera que el fútbol le permita congraciarse con quienes le pitan en Riazor?

—A todos nos gusta sentirnos queridos, nos provoca bienestar. Pero más allá de eso, yo me quedo con una frase de mi madre, cuando mis hermanos o yo discutíamos con ella, o le llevábamos la contraria, siempre decía: «Mientras vosotros os llevéis bien, todo está bien». Y a mí me pasa en el fútbol: mientras que quieran a mis jugadores... Claro que quiero que me quieran, es obvio, pero también noto que una cosa es el escenario del domingo, y lo que sucede antes y después, y luego está el día a día. Y en el día a día, la gente me ha tratado siempre muy bien en A Coruña.

— El Deportivo arrancó su proyecto más reciente proclamándose club de cantera. Admitió haber sido injusto con el uruguayo en el reparto de minutos. ¿No lo ha sido con algunos canteranos?

—Con todos los que juegan menos, porque aquí todos entrenan increíblemente. Pero creo que con Kuki más, porque destaca por encima del resto durante las sesiones de entrenamiento. Cuando llegamos Elías y yo, Quiles no estaba en su mejor momento y dudamos si alinearlo a él o a Kuki, y nos decantamos por Quiles simplemente porque acabábamos de llegar y no nos parecía un buen mensaje, sentarlo de repente. Elegimos dar confianza al que estaba y salió, pero podía haber sido Kuki el de los catorce goles y el de las asistencias. Luego hay algo que pasamos por alto: si hablas con veteranos que han sido canteranos del Dépor, todos te dicen que no hay que tener prisa, que muchos tuvieron que esperar aquí hasta los 23 o 24. Desde el Fabril hasta nuestra categoría hay además un salto muy grande y a ellos les va a llegar su tiempo. En cuanto al proyecto... A mí me llaman para ascender, no puedo pensar en otra cosa y lo siento. Si no ascendemos no me van a dar continuidad y no puedo hacer nada que no vaya en la dirección de ganar partido a partido, porque salgo cuestionado de cada empate.

—Trilli no tiene ficha del Fabril. ¿Qué pasa con él?

—Empecemos diciendo que Trilli es un chico de condiciones excepcionales, especialmente con balón, porque sin él tiene aún un margen de mejora enorme y lo sabe. Yo llego y él está lesionado, y cuando juega en Guijuelo y Badajoz no está acertado. La siguiente vez que Antoñito se pierde un partido, yo valoro que necesito ganar y elijo a aquel que veo en mejor momento para hacerlo. Se está dando mucho bombo a un futbolista frente a otros que tampoco están jugando. Y a Trilli lo quiero mucho y soy muy pesado con él para que mejore, pero tengo que elegir pensando en ganar y me encuentro que ha habido más igualdad entre él y Antoñito en semanas en que Antoñito iba a jugar que en las que iba a ser baja. ¿Por qué? Pues porque son chavales que tienen 19 o 20 años. Y a partir de ahí, también hay conversaciones privadas en las que no voy a entrar y pueden condicionar las decisiones de un entrenador.

—Lo de la cantera debe esperar, entonces.

—No estoy de acuerdo. Ahí están Bergantiños, Raúl, Mackay...

—Hablo de canteranos que puedan contar sobre el campo en un futuro. En cinco o seis años.

—Esos canteranos que he nombrado tampoco fueron importantes aquí a esa edad y ahora lo están siendo. Pero, revisemos otro caso: el de Peke. ¿Por qué no fue importante Peke en las grandes hazañas del juvenil?

—Puede que respondiera a un problema de actitud, pero todo indica que eso se ha corregido.

—Sin duda. Hay una madurez innegable, pero tendrá que seguir dando pasos, ¿no?. Es que lo que es Peke aquí lo fue Mario en el Atlético de Madrid. No entiendo quién puede pensar que yo pueda tener algo en contra de la cantera. ¡Si es el camino fácil cuando piensas que realmente merecen jugar por encima de los que lo están haciendo! Sería maravilloso: los pongo, rinden, y no tengo a nadie en contra. Y si hay algún pito generado por eso, que los hay, me los ahorro. Pero yo necesito ganar y pongo al que pienso que está mejor. Y el resto ya jugará. A la gente de aquí le va a llegar el momento; no sé cuándo ni cómo, pero le llegará porque hay varios con nivel. Pero si cada vez que se falla un gol nos acordamos de alguien de 18 años que está en la base, o si cuando vamos a firmar a un central con experiencia en competición europea, hay que salir a dar explicaciones... Menos mal que él se explicó solo sobre el campo. ¿Por qué hay que llegar a todo eso? Aún así, voy a recalcarlo: no tengo nada contra la cantera del Deportivo. Todo lo contrario, siento que utilizar más canteranos pondría a mi favor gente que no lo está, y opino que hay tres o cuatro chavales que en unos años podrán formar parte del primer equipo, pero eso ya vendrá.

—Dice que su continuidad depende del ascenso. Si se produce, ¿seguirá en el Dépor?

—Sí, claro. Lo pone en mi contrato. Tengo firmada una renovación en caso de ascenso. Y hay algo dentro de mí que piensa que lo que estoy haciendo, sometido a la exigencia inevitable de este club, también es construir para el futuro. Porque en otros lugares en los que he estado, percibía un techo, entendía que el club podría avanzar hasta cierto punto, pero en el Deportivo no existe ese techo. No hay límites, más allá de la paciencia. Y subir a Segunda daría estabilidad. No hablo de la posibilidad de perder diez partidos seguidos, sino de aligerar un poco la presión que es fruto de la necesidad. En un principio, al menos, la urgencia sería más relativa, porque las condiciones de los competidores te sitúan en otro plano de igualdad. Entonces, a lo mejor, ya se encuentra más espacio para hacer pruebas, para darle más oportunidades a ciertos chicos; para construir, en definitiva. Ojo, no me voy a hacer presa de mis palabras; no estoy diciendo que en Segunda construiría un equipo de canteranos, solo que resultará más sencillo asumir ciertos riesgos.

—¿Ese ascenso, por lo que está viviendo, sería liberador?

—Cada final de temporada es liberador, pero en este caso sería especial porque es el ascenso más difícil que podría conseguir. El que realmente habría que celebrar, porque contiene esa dificultad añadida de tener que ser el Dépor todos los días, en todos los campos; de que todo el mundo vaya a tumba abierta contra ti y que un empate que otros festejarían solo te llena de dudas. Pero creo que la mayor alegría que me iba a llevar sería viendo a la gente feliz. Porque, cuando cumples años, eso cobra cada vez más importancia: ver gente contenta a tu alrededor. Sí, por eso sería liberador.

«A mí no me silban por mi discurso»

El Dépor está a dos puntos del líder, con la promoción garantizada. Cano sigue escuchando pitos en cada partido.

—¿Le parece que las reacciones en su contra están llegando a ser desmedidas?

—No sé. Para mí, esto tiene mucho de cultura general. El otro día en redes sociales había gente insultando a Ancelotti después de que el Real Madrid perdiera en Gerona, y a Pellegrini después de que el Betis empatara en casa con la Real Sociedad. Me parece gravísimo. Aunque reconozco que gran parte de esto que nos sucede es culpa nuestra, de los entrenadores, por haber buscado siempre una trascendencia que no nos corresponde. Buscamos legitimarnos todo el tiempo y si hacemos ver al mundo que las cosas que suceden cuando todo está bien es gracias a nosotros, lo lógico es que cuando vaya mal, nos lo cobren. A partir de ahí, mucho mejor si hay respeto.

—¿De esa reacción de parte de la grada saca alguna lección? ¿Cambiaría algo desde su llegada?

—Entiendo la reacción, de verdad. Aquí ha habido gente criticada después de ganar títulos y no hay un equipo en España que esté a tanta distancia de lo que ha sido. Luego están los hechos puntuales, como los casos de chicos del filial o el darle minutos a uno en lugar de a otros... Y que aunque hemos ido asegurando objetivos, como el garantizarnos prácticamente el play off, nos sigue costando el último paso. La primera vez que hay unos pitos significativos es en León, y escuchando luego la narración de ese partido me doy cuenta de que minutos antes del «Cano dimisión», cuando Soriano falla la ocasión clara, el locutor dice que, de haber marcado, nos habríamos puesto líderes. Más frustración. La situación no se debe a un hecho puntual ni tampoco pasa solo aquí. Nosotros hemos visto como el entrenador del Alcorcón se ha girado a discutir con sus aficionados cuando el equipo iba primero

—¿Cree que el manejo del discurso le ayuda? ¿No podría estar causando parte del ruido?

—Pero, a ver. Todo el mundo sabe por qué digo las cosas. A partir de ahí, puedo coger una frase y elegir convertirla en ruido. Si cambio esa frase que dice «lo que pasa en el campo se queda en el campo» y digo «lo que pasa en Tarifa se queda en Tarifa», no tendría que ir más allá. Si digo que no he tenido nunca 39 grados de fiebre y a eso se le saca punta... Pero, vamos, a mí no me silban por eso. Me silban, por ejemplo, por no poner a determinados jugadores, como silban a aquellos que escojo para salir al campo en lugar de ellos. Aquí esos pitos suenan más, pero a mí me parece una buena noticia. Significa que hay más gente detrás del equipo que en ningún otro lado.

CESAR QUIAN

 «Busco mucho la aprobación de Álex, aunque quizá él ni lo perciba»

Cuando Cano asumió el mando del Dépor, alistó a Álex Bergantiños en su primer once. Desde entonces, el capitán no ha vuelto a ser titular.

—¿Qué le falta a Álex y qué aporta sin necesidad de jugar?

—Me decanto por otros jugadores, que entiendo pueden dar más continuidad al juego del equipo, y a partir de ahí, empiezan a aparecer nuevos roles. Álex nos da mucha tranquilidad sobre el campo cuando se disparan los niveles de estrés. Ante el Ceuta hay una acción a balón parado, ya con el 1-0 y con ellos apretando, en los minutos finales. Yo le grito y él enseguida me hace un gesto, transmitiéndome que sabe lo que quiero que haga. Contar con él en el día a día es tener la garantía de que se va a entrenar bien, de que todo lo que suceda en el trabajo diario va a ser justo, lógico y coherente. Busco mucho su opinión y su aprobación, aunque probablemente él ni siquiera lo perciba. No se lo pregunto directamente, porque a quien pagan por tomar decisiones es a mí, pero lo que piensa me interesa siempre. No solo por experiencia, también por capacidad. Hay gente que lleva un montón de años en esto y ves que no les da, que no han adquirido conocimientos. Álex habla mucho cuando está en el banquillo y lo que dice es de una coherencia abrumadora. Y después, da ejemplo con su comportamiento; porque basta con que los otros le miren entrenar para entender que la relajación no está permitida, juegues más o juegues menos. Contribuye a que cada decisión, en el día a día y en los partidos, sean mejores. Su presencia lo mejora todo.

—¿Hay ahí un entrenador?

—Por conocimiento y capacidad, sin duda. Interpreta muy bien las cosas desde el punto de vista táctico y estratégico y cuenta con un bagaje que le da un plus. Luego, no se es buen entrenador porque hayas sido buen futbolista, pero él cumple muchos de los que yo considero requisitos esenciales para serlo.

—No solo ha sido bueno, también polivalente. Puede que eso no le haya ayudado. Como a Villares. Brilla en la presión alta, y ahí están los partidos contra el Racing, pero con frecuencia acaba disimulando lagunas en otras zonas del campo.

—Una cosa es que tú tengas especial talento para hacer algo concreto y otra que la versatilidad vaya a ser un problema. ¿Cómo va a serlo? Villares no es un especialista. Hay cosas que hace muy bien y podemos resaltar esa forma de presionar alto porque está relacionada con goles del Dépor, pero también podemos ver cien acciones en las que corrige una mala presión de un compañero, un desajuste entre centrales, aparece como primer receptor si la distancia entre defensores es excesiva, es capaz de conducir y trasladar la acción a campo contrario... Sabe hacer muchas cosas muy bien, pero nos quedamos con una. Y al final, casi hacemos sentir al jugador que eso es todo lo que sabe hacer. Ahí entra la labor del entrenador: en trasladarle que sus posibilidades y sus fortalezas son muchas más. Porque la opinión importante sera la de aquellos que deban facilitar los saltos en la carrera del jugador, y si por algo es fichable Villares es por su versatilidad. Habrá que ver el resultado de esas presiones con valor gol en categorías más serias, cuando el rival no caiga en la trampa. Pero en lo otro hay menos dudas y creo que aprovechando el resto de virtudes agrandamos sus posibilidades de jugar. Que actuara cerca de centrales ante el Castilla le va a servir para crecer; el otro día dio un curso de toma de decisión en esas posiciones y ha mejorado a fuerza de asumir la exigencia propia a las distintas zonas del campo que ha ido ocupando. No por su entrenador, ojo, sino por el hecho de probar y encontrar respuestas. A mí me gusta mucho presionando arriba, pero no siempre puedo utilizarlo ahí, porque en ocasiones me obligará a quitar un mediapunta que da mucho al equipo al atacar, y me obligará a jugar a presionar, que quizá no sea algo que quiera hacer.

—Pero el equipo saca un enorme partido cuando juega a presionar. Cuando, además de elaborar, destruye cerca del área rival.

—Eso puede ser cierto cuando el oponente se entretiene más en la primera línea, pero no siempre ocurre.

—Precisamente, fuera de casa, donde al Dépor le cuesta más ir a buscar al contrario, es donde ese oponente suele arriesgar más en el inicio de jugada.

—Yo no le pido a mis futbolistas cosas muy distintas fuera de casa respecto a lo que les pido en Riazor. Lo que pasa es que hay una sensación, que seguro que no tiene tanto que ver con las dimensiones, pero que es una sensación que comparten muchos entrenadores, de que en nuestro estadio la portería siempre queda muy lejos cuando recuperas en campo propio. Quizá ahí haya además una explicación a nuestro rendimiento, y seguramente tenga también que ver con el clima que se genera en los partidos. El otro día, salían los futbolistas del Ceuta del vestuario y se iban diciendo: «Venga, que vamos a hacer historia». Ese es el valor de sacar un punto en Riazor.

—Tras varias referencias de los jugadores al factor mental como condicionante en los partidos a domicilio, descartó la necesidad de un psicólogo en la estructura del primer equipo. ¿Por qué?

—Yo a los profesionales les doy el valor que merecen. No puedo decir que no crea en la labor del psicólogo, pero creo que todo lo que impacta a nivel emocional lo hace si el jugador se siente incluido en lo que su entrenador quiere hacer, si le otorga un rol. A partir de ahí, para mí las dinámicas positivas se retroalimentan y considero que a nivel grupal influyen como el mejor psicólogo. Cuando se trata de un caso particular... Ahí cada uno vive las cosas de una manera propia y puede hacer lo que prefiera. Puede que contar con un profesional para trabajar con nosotros tuviera beneficios, pero tendría que ser alguien que hubiera pisado ya nuestro terreno, experimentado el día a día. Tendría que haber estado desde el principio, haber participado en el proceso.

«Hasta que llegó Lucas, el vestuario era muy serio, excesivamente educado»

El entrenador del Deportivo ha declarado varias veces su admiración por Lucas Pérez.

—¿De qué manera está pesando en su trabajo el salto de categoría? ¿Cómo se adapta al bajón de nivel alguien con su carácter?

—Ves situaciones en el campo donde su calidad en la toma de decisiones está por encima de la media, y supongo que eso puede resultar frustrante. Pero él se ha mantenido coherente en todo momento. Lo que dijo es lo que está cumpliendo. Es uno más, y se nota cuando anima a los que juegan y a los que no. Tiene temperamento. Creo que eso no se lo voy a descubrir a nadie, pero ese temperamento, puesto en positivo, es maravilloso. Me tiene a todos los chicos activos, entretenidos. Es un tipo que siempre está pinchando y eso tiene un valor. Este vestuario adolecía de eso, era muy serio y poco dado a la broma. Excesivamente educado. Eso ha cambiado. Y luego está él como jugador. Imparable en todos los sentidos. Ha habido días en los que le hemos dicho que no entrene porque ha tenido alguna dolencia. Y es imposible. Él quiere entrenar siempre, estar en todo momento con el equipo. Tanto, que pretende venir a Córdoba con nosotros. Que tenga ese tipo de detalles alguien con cartel para jugar en Primera División... A veces le sale ese carácter, es inevitable, pero sale para bien. No ha hecho nada que no haya visto ya en el fútbol en ese sentido. Y es muy bueno. El lunes estuve con el entrenador del Ceuta, que se quedaron a entrenar aquí, y me decía que en el gol cada uno de sus jugadores estaban haciendo lo que debían, que la situación no tenía una apariencia peligrosa y que entonces Lucas hace lo que hace, interpreta hacia dónde se va a mover Quiles y mete el balón por el único sitio posible. Es probable que él no sepa explicar cómo lo hizo, pero sabe hacerlo. Tiene el conocimiento procedimental, que es el importante en el futbolista. Me da igual que sepa explicármelo, lo que quiero es que lo haga.

—En Córdoba no podrá jugar ante un rival tocado. ¿Duelo trampa?

—Imagino lo que es estar líder todo ese tiempo y que luego te pase lo que le ha pasado. Los resultados condicionan mucho a nivel anímico y te llevan a perder seguridad. Pero tienen muy buenos futbolistas, les quedan opciones y esas pasan por ganarle al Deportivo. A ello se van a agarrar. Porque además, cuando va el Dépor a cualquier lugar, es el Dépor el que está yendo. Motivación extra, promociones, recibimientos... Los rivales hacen muchas cosas distintas cuando se enfrentan a nosotros, ya desde las previas a los partidos. Jose Juan se trajo a su hijo con la expedición del Ceuta porque era imposible decirle al niño que no viniera; quería ver Riazor. Es la grandeza de este club, que se expresa también de esa manera.