Durante muchos años, el Real Club Deportivo de La Coruña se ha comportado de forma similar a la liebre. Quería llegar tan rápido a su objetivo que, en cuanto la situación se torcía, la ansiedad y la presión hacían que la directiva cambiase de rumbo, siendo continuos los cambios de dueño en el banquillo del estadio de Riazor. Durante todos esos años las decepciones se sucedieron una detrás de otra.
La temporada pasada, sin embargo, el club decidió probar la estrategia de la tortuga. No dejarse llevar por el momento actual y confiar en el trabajo que se estaba realizando a largo plazo. En la jornada duodécima, el año pasado el equipo ocupaba la décima posición de la clasificación con 17 puntos. En aquel momento se apostó por la continuidad del proyecto, con el resultado final del ascenso. Este año la liebre ha vuelto a Riazor.
De lo que no cabe ninguna duda, es que este cambio de entrenador tendrá un impacto profundo en cada jugador a nivel individual. Cada futbolista se enfrenta a la incertidumbre de lo que vendrá, a la necesidad de adaptarse a un nuevo estilo de juego, y a la obligación de ganarse la confianza de quien ahora toma el mando.
Para algunos jugadores, este cambio puede ser una oportunidad de redención. Aquellos que no habían contado para el entrenador anterior, que se encontraban relegados en el banquillo o fuera de las convocatorias, ven ahora una ventana abierta. En estos casos, el cambio se convierte en un respiro, una motivación renovada, casi como un borrón y cuenta nueva.
Por otro lado, la mudanza también puede traer consigo dudas y ansiedad en aquellos que se encontraban en una posición privilegiada bajo la dirección anterior. Los futbolistas que eran titulares indiscutibles y se movían con confianza en el esquema anterior pueden experimentar inseguridad. Saben que, con un nuevo entrenador, las cosas son susceptibles de cambiar de un momento a otro y verse relegados en el sistema. Esto puede generar una presión adicional en su rendimiento, afectando tanto la calidad de su juego como su mentalidad.
Abrirse a la posibilidad de adaptación, abordar el cambio con una mentalidad positiva y abierta, manteniéndose receptivo a nuevas ideas y estrategias será fundamental para cada uno de ellos. Para cada futbolista, el cambio de entrenador es una oportunidad de crecimiento, de flexibilidad y, sobre todo, una prueba de resiliencia en la que deben recordar que la incertidumbre, en muchos casos, es también el preámbulo de una nueva oportunidad.
¿Ganará esta vez la liebre la carrera?
Jesús López es entrenador de fútbol, analista y asesor de deportistas profesionales