El Levante estableció un récord de tiros taponados, anulando a dos de los puntas menos anotadores de Segunda y a un equipo inocuo frente a defensas ordenadas
27 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Cuatro temporadas en Segunda lleva Oriol Rey. Indispensable tanto para el Mirandés como para el Levante, ya ha superado los 10.000 minutos de juego en la categoría y es improbable que en todo ese tiempo haya recibido más golpes de los que se llevó en Riazor. Los celebró todos. Especialmente el último, ya casi a la altura del descuento, encajando de frente un balonazo de Yeremay. El canario había superado a su marcador con una finta, pero se le echó encima el mediocentro granota cuando probó a chutar desde la frontal. Disparo bloqueado número 18, récord de la temporada en el campeonato y retrato fiel de la impotencia blanquiazul. Nunca esta campaña tiró más el Deportivo; nunca, tampoco, seleccionó peor.
Incluso la diana de Diego Villares llegó a la red tras desviarse en una pierna de Jorge Cabello, que no consumó el tapón. La zaga visitante, atrincherada, permitió 26 remates, pero obligó a que la mayoría se produjeran desde la frontal. Andrés Fernández apenas intervino en tres ocasiones, sin aportar ninguna parada digna de mención. Detuvo un par de derechazos flojitos del extremo canario hacia el final del encuentro y un zurdazo centrado de David Mella en la primera mitad. Casi toda la producción ofensiva de los coruñeses murió a mitad de destino, estrellada en el cuerpo de algún rival.
El rosario es elocuente y estrena sus cuentas en el minuto 26. Es en una contra clara dirigida por el 10. La compañía de Mella convierte la transición en un dos contra dos que el portador de la bola elige resolver probando el golpeo lejano. El primero que se topó con Oriol Rey.
Poco más tarde, los dos extremos volvieron a intentarlo por separado. Conducción hacia dentro y zapatazo del de Teo contra Dela y bola repelida para que el de El Polvorín, ya dentro del área, la reviente contra Elguezabal y Pablo Martínez, combinados en una pared.
Enseguida reapareció Yeremay, que aleccionado por las acciones previas, optó por pasar. Lo hizo al espacio, descifrando el desmarque de Barbero, que también leyó Xavi Grande para evitar que el tiro del ariete emprendiera el camino del gol.
Aquí habría que detenerse en el autor del intento, porque su movimiento fue casi perfecto y su remate enfilaba la red. Pero no llegó ni elevó la cuenta del ariete más frecuente en los planes del Dépor; antes con Imanol Idiakez y ahora con Óscar Gilsanz. Tres tantos suma el almeriense y su producción solo supera a la de Fer Niño para el Burgos, de entre los puntas con mayor producción en cada equipo de Segunda. Iguala, es cierto, la de Enric Gallego y Gastón Valles, pero estos son los referentes ofensivos de Tenerife y Cartagena, los conjuntos que cierran la clasificación.
Es difícil discutir la aportación de Barbero en asuntos distintos al gol; como innegable resulta que la escuadra blanquiazul anda falta de finalizadores: dos dianas ha aportado Cristian Herrera y otra Mohamed Bouldini, resto de aspirantes a la posición. Lucas Pérez llevaba cuatro cuando se despidió.
Al marroquí le dieron otra media hora frente al Levante. Venció varios duelos aéreos (en eso pocos le igualan en Segunda) y probó un centro-chut. Bloqueado, también.
Como todos los intentos de Mario Soriano, ejemplo palmario del enésimo apagón ofensivo ante adversarios ordenados en Riazor. El enganche no fue el que se lució a domicilio frente al Málaga y el Burgos, ni el que dirigió la goleada en casa sobre un temerario Castellón. Negados los espacios para el pase, quiso acabar por su cuenta en cuatro ocasiones (dos de ellas, tras saque de esquina en corto), todas con idéntico final.
Similar al que tuvieron tres de los intentos de José Ángel Jurado, el mismo número de los de Mella, y hasta cuatro de Yeremay. El canario cerró la cuenta en el 88, con ese violento derechazo que tatuó otro balón en la piel del desaforado Oriol Rey.