Pablo Vázquez: «Estoy disfrutando tanto que tengo un miedo terrible a que el fútbol se acabe»

TORRE DE MARATHÓN

Pablo Vázquez, en la ciudad deportiva de Abegondo
Pablo Vázquez, en la ciudad deportiva de Abegondo CESAR QUIAN

«En el campo me aíslo, en mi posición necesitas mentalidad de cirujano», afirma el central del Dépor

18 abr 2025 . Actualizado a las 11:28 h.

«Mi personalidad marca mi manera de jugar», sostiene Pablo Vázquez (Gandía, 1994), el futbolista más rodado esta temporada en Primera y Segunda. Durante la entrevista aporta datos y reflexiones para ayudar a descifrarlo.

—¿Qué cree que lo define?

—Considero que cuando vas creciendo aprendes a conocerte, te preocupas por entender las cosas. Hasta ahí, solo las vives. Ese proceso me coincidió hace un par de años. Me di cuenta de que me cuesta tragar con las injusticias, de que soy muy rabioso, muy impulsivo, demasiado exigente conmigo mismo, cuadriculado... Debo controlar todos esos rasgos para que no afecten negativamente a mi fútbol. Antes tienes que saber cómo eres tú, claro. En eso influye la experiencia, la ayuda externa, como la de Joaquín [Sorribas, psicólogo del primer equipo], tu entorno inmediato... Hubo un punto en que me di cuenta de que vivía el fútbol con demasiada tensión. Ahora me relajo más, me concentro en el balón y me aíslo de lo que no sucede sobre el césped. No permito que me afecten las emociones, como si fuera un cirujano operando a corazón abierto. Si la emoción te puede, si tienes la cabeza en otro asunto, fallas. En mi posición necesitas esa mentalidad de cirujano.

—¿Logra disfrutar así en el campo?

—Disfruto, pero no me divierto. Divertirse es ir al parque de atracciones con los amigos; disfrutar es ponerle dedicación, empeño, verte ganador en tus retos... Antes de cada partido me propongo retos. En Anduva, por ejemplo, quería ganar duelos a Panichelli, que era una papeleta gorda, y según avanzaba el partido iba pensando: «Mira, ya le he ganado dos por arriba; ya he cortado tres balones; llevo equis pases buenos...». Y en esos momentos, con esas pequeñas victorias, estoy disfrutando. Pero no me divierto, no me da tiempo.

—¿Es capaz de pensar en todo eso durante un encuentro?

—Acabo partidos que me pongo a repasar y me digo: «Pero cómo he pensado todo eso en una décima de segundo». Decidir qué perfil tomar, o si saltas o no, y saber lo que acarrea la decisión: el espacio que generas, la posibilidad de robar, quién te acompaña... Me hago un plan en la cabeza para que nada me pille de imprevisto. Luego viene el Mirandés, te mete cincuenta balones en el área y no vale ningún plan, tienes que achicar y apretar los dientes. Por eso digo que no te da tiempo a saborear nada, a pararte; cómo te lo vas a pasar bien en ese momento.

—¿Le favorece la versión actual del Deportivo?

—Quizá con Imanol jugábamos más expuestos. Con Óscar tenemos una estructura en la que tendemos a ser un poquito más conservadores cuando no robamos a la primera. Es algo que inculca el entrenador en el día a día y nos permite estar un poco más ordenados, con menos puntos débiles. Ahora partimos de la seguridad defensiva y eso es muy bueno, un rasgo que cuesta mucho identificar en los equipos. A nivel personal, siento que voy mejorando cada día, pero es que igual llevo setenta partidos en el Dépor y debo haber jugado sesenta con José Ángel, Villares, Pablo Martínez... Eso ayuda a que estemos ensamblados. En cualquier caso, el principal valor de un defensa debe ser equivocarse poco y eso es algo de lo que no se habla, porque el defensa solo va a salir en la foto si se equivoca.

—¿Qué cree que le ha quitado su profesión?

—Lo más difícil es estar lejos de mi abuela, que es la persona que más quiero en este mundo y que es todo bondad. Llevo diez años viéndola en verano y en Navidades. Y puede parecer mentira, pero es algo que me cuesta y me ha quitado el fútbol. Porque de las cosas que más me apetecen es salir con mi abuela de la mano a dar un paseo. Igual que ver a mis padres, a mi hermano... Soy muy leal a los míos.

—¿Ha compensado el viaje? ¿Está donde quería?

—Pues es que en realidad he ido pasando etapas sin tener una idea en mi cabeza. Cuando intentaba fichar en Tercera no pensaba en llegar a Segunda. Pensaba en subsistir; en que un equipo me diera cien euros para pagar la gasolina y me dejara demostrar un poquito. Luego, en buscar otro club donde me dieran un poco más. Y así, pim pim pim, hasta donde estoy. ¿Ahora? Pues ya lo que quiero es jugar con el Deportivo en la máxima categoría. ¿Por qué no? Es mi ilusión de ahora. Y cuando lleguemos a Primera, pues ya si me quieren echar, que me echen [risas].

—Pero hasta aquí, ¿satisfecho?

—Hombre. Es que no sabes la de gente que se ha quedado y que yo pensaba que me iba a pasar por la derecha... Pues mira, he llegado yo. Y estoy viviendo algo muy bonito. Luego, claro, me da un poco de pena, porque a lo mejor en cinco años me tendré que retirar y voy a pasar al desierto. Ya no me van a decir por la calle «¡Vamos, Pablo!», «¡Vamos, Dépor!». Estoy disfrutando tanto que tengo un miedo terrible de que se acabe.

—¿Piensa mucho en eso?

—Sí. Sí... Pienso mucho: «¿Oye, pero lo estaré disfrutando de verdad? Pero disfrutando bien». Es que es muy bonito, en serio. Y se me va acabar. Debe ser muy duro el primer día que te levantas después de retirarte.

—¿Tiene un plan para entonces?

—En mi familia hay un gen empresarial; me estoy formando en eso. Ser entrenador, por ejemplo, no me gustaría. No sabría llevar una plantilla. No tengo paciencia. Ni mano izquierda; solo mano derecha. Y llevo como veinte mudanzas en doce años. No sé ni dónde tengo mis cosas. He perdido un montón de ropa y de todo. Imagina seguir con la vida esta siendo entrenador. Cuando deje de ser futbolista, se acaba el fútbol.

«El factor mental es el 50 % de nuestra profesión»

«Me voy muy tranquilo a casa. Cuando ganamos y cuando perdemos. Porque valoro el peso de la camiseta que defiendo y sé que hay muchísima gente que siente amor real por lo que representa. Así que salgo al campo a honrar a esa gente y a entregarme al máximo. Luego, pues a unos les vas a gustar y a otros, no; pero no puedes dejar que te afecte porque las emociones en el fútbol juegan muy malas pasadas. A mí me ha ocurrido».

—¿Cuándo?

—En mi carrera hay un punto de inflexión. No lo he comentado antes, pero ahí cambió mi manera de ver esto. Estaba en el Cartagena y peleábamos por el play off. Íbamos a enfrentarnos al Villarreal B y venía de hacer un muy buen partido en Ponferrada, con victoria. Me quedé fuera del once y al salir al campo estaba el director deportivo. Le pedí que me bajara al filial y todo, con la típica rabieta. Pasó una hora, íbamos ganando 1-2 y me tocó salir por la lesión de un compañero. A los cinco minutos hice un penalti, me sacaron amarilla y, tres después, la segunda. Perdimos 5-2. Me fui hundido. Entonces aún tenía redes sociales y, de repente, los mismos que habían pedido mi renovación el verano anterior me querían matar. Por un partido. Que a mí me había superado la situación, que desde que hice el penalti me puse nerviosísimo, con 27 años. Pues me encontré un linchamiento. Ese día borré mis cuentas y empecé un cambio en mi forma de afrontar las cosas. Ya nada me afecta de aquella manera, pero lo cuento porque me asustó aquel ensañamiento y me parece bueno que la gente entienda qué efectos pueden tener sus acciones.

—La concienciación en ese terreno no parece sencilla.

—Porque es muy difícil transmitir ciertas cosas. Yo, por ejemplo, he tenido hace poco un problema personal importante. Si eres futbolista profesional, no puedes permitir que ese problema se transmita al campo. La gente no lo va a perdonar porque no podrá valorarlo. Quizá, si a ti te pasa algo así, puedes escribir algo más flojo durante unos días, tener la cabeza en otro sitio. En el fútbol, no te lo permiten. Si te dedicas a esto, asimilas que no hay comprensión, pero a veces te duele. A mí me hizo cambiar, desde luego.

—Las redes sociales mezclan regular con su profesión.

—Aquí hay dos maneras: o tu personalidad es extremadamente fuerte, o te abstraes totalmente. Yo opté por lo segundo; vivo al margen, porque lo otro no me viene bien.

—¿Faltan conocimientos para afrontar asuntos así? ¿Las renuncias del fútbol dificultan la formación?

—Tengo la impresión de que el futbolista, en general, está culturalmente poco trabajado. Como cada vez se llega más joven, abandonas los estudios muy rápido, y tu familia se centra enseguida en que este sea su oficio. A mí no me ha sucedido, pero lo veo. Tuve que dejar Ingeniería Industrial porque cambiaba tanto de equipo que ya no sabía a dónde llevar el expediente. Pero en casa, o estudiaba o no iba a jugar. Y yo creo que cuanto más formado estés, menos te vas a equivocar. Menos tonterías va a hacer con tu vida y con tu carrera.

—Antes de medirse al Dépor, Alessio Lisci dijo que echaba en falta un psicólogo en el Mirandés.

—Es que es fundamental. Fundamental. En cada club tendría que ser obligatorio. En el momento actual, un 50 % de nuestra profesión es el factor mental, un 30 % el físico y un 20 % la técnica, las condiciones innatas. Lo tengo más que comprobado.

«Aprovechar la cantera pasa porque tengan que pelear como locos para llegar arriba»

«Lo que sucede en A Coruña me llama mucho la atención. No había estado en equipos con la historia del Dépor y esto es verdaderamente grande. A nivel de afición, lo asimilo un poco a lo que veo en el Athletic. La gente ha echado raíces en su equipo y ves a los chavales que son del club de su ciudad. Es muy bonito».

—La identidad se está afianzando a través de la cantera ¿Echa algo en falta en los chicos de la base?

—Cada vez viene con nosotros gente más joven. Del 2007, del 2008... Me parece una barbaridad. Llegan con mucho rigor táctico, eso fijo, porque los preparan bien en la base, pero percibo que falta algo de capacidad de sacrificio para el trabajo diario. Ese, «hoy no me apetece, pero...», esas ganas de aprovechar el momento. No hablo de aquí, sino de una apreciación general. Si quieres aprovechar la cantera tienes que instaurar ese ambiente de que es imprescindible pelear como un loco por llegar al primer equipo. Porque calidad tienen y el club ya ha trasladado abiertamente su idea de tirar de los chavales para el futuro. Y ese es el camino, el que han tomado otros grandes clubes que no paran de generar talento.

—Su camino fue distinto.

—Hay chavales que se levantan y en un año han pasado de Segunda RFEF a Segunda División. A mí me costó diez, irme cedido, perder dos play off, que me echaran de mil sitios en Tercera... Entonces llego aquí y cómo no me va a parecer una maravilla.