El fruto del entrenamiento invisible de Mario Soriano

Jesús López

TORRE DE MARATHÓN

CESAR QUIAN

14 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay futbolistas que llaman la atención por lo que hacen con el balón. Otros, por lo que hacen con su cuerpo. Y luego están los que te sorprenden por cómo cuidan todo lo que hay entre una cosa y la otra. Mario Soriano es uno de estos últimos. Porque, más allá de su talento técnico, su evolución física está siendo una de las mejores noticias para el Deportivo. Más fuerte, más ágil, más presente en ambos lados del campo. Todo esto no ha sido casualidad, sino el resultado de una manera de entender su deporte que va más allá del entrenamiento.

Quienes lo seguimos desde hace tiempo ya sabíamos de su talento y su capacidad técnica. Pero lo que ha llamado la atención esta temporada no es solo su fútbol, sino su mejora física: es más fuerte, más rápido, más resistente. Llega con mayor frecuencia al área rival y vuelve con la misma energía para ayudar en defensa. Y aunque hay mucho trabajo detrás, la diferencia no se explica solo por lo que ofrece dentro del campo, sino también por lo que ha decidido hacer fuera de él.

Algunos se sorprenden cuando leen que Mario practica grounding —o lo que es lo mismo, caminar descalzo sobre tierra o césped para descargar electricidad estática—, que usa lámparas de infrarrojos o que usa gafas que bloquean la luz azul. Para algunos herramientas fundamentales, para otros delirios de glamour. Pero más allá de si compartimos o no esas rutinas, hay algo que sí deberíamos entender: Mario ha decidido tomar las riendas de su cuerpo. Ha dejado de delegar el cuidado de su rendimiento y ha comenzado a construir su propio ecosistema de salud y bienestar a través de hábitos y rutinas. Eso también es entrenar.

Cuidar el sueño, los ritmos circadianos, la exposición a pantallas, la alimentación, el descanso, la hidratación, la calidad de los pensamientos. Porque todo eso influye. La ciencia nos dice desde hace tiempo que la recuperación empieza cuando termina el esfuerzo, y que no hay alto rendimiento sin hábitos de vida que lo acompañen.

Y aquí es donde la historia de Mario se vuelve interesante para todos. No hace falta jugar en Riazor ni vestir la camiseta del Dépor para entender que el cuerpo es una herramienta y que si lo tratamos bien, responde mejor. Que dormir mal te hace más irritable, que moverte cada día mejora tu humor, que comer mejor te da más energía, que mejorar el autodiálogo y practicar la autocompasión ayuda a gestionar nuestros conflictos interiores, y que la constancia —esa palabra tan poco glamurosa— al final marca la diferencia.

El cambio físico de Mario no es magia. Es dedicación, curiosidad, y sobre todo, compromiso con uno mismo.