Hoy cumple 83 años una de las figuras más entrañables de la historia del Deportivo. Luis Suárez, el coruñés de Monte Alto, el deportivista y sí, también el único Balón de Oro del fútbol español. Así fueron los inicios de uno de los mejores jugadores de la historia
02 may 2018 . Actualizado a las 16:44 h.A priori pudiera resultar difícil entender cómo alguien que apenas jugó 17 partidos en un club y anotó tres goles pueda ser considerado una leyenda. La figura de Luis Suárez Miramontes (A Coruña, 2 de mayo de 1935) despierta una admirada unanimidad en torno a uno de los jugadores más importantes de la historia del Dépor. No importa los apenas cinco meses en el primer equipo, mucho menos su posterior traspaso al FC Barcelona, Luis Suárez rezumó siempre deportivismo, incluso mucho tiempo después de haber dejado la entidad. Esos valores a veces han pesado más que el escaso tiempo que pudo defender la camiseta blanquiazul: «Me hubiera gustado jugar más en el Dépor y haber ayudado a alguna cosa importante. Amancio, por ejemplo, después de mí , sí que consiguió más, pero es ley de vida y tampoco me fue mal», esgrimía con cierto lamento en una reciente entrevista a La Voz en 2016.
Porque si algo ha caracterizado a Luis Suárez ha sido su amor y devoción por el Dépor, algo que ha profesado siempre que ha tenido oportunidad y ocasión a lo largo de su vida. El coruñés, que hoy cumple 83 años, es archiconocido por ser el único Balón de Oro de la historia de España y por su prolífica carrera en el Barça y el histórico Inter de Milán de Helenio Herrera. Pero antes y después de todo aquello, además de su historia, quedan sus emociones y la pasión por su ciudad y por el Dépor, algo de lo que ha hecho siempre bandera.
Nacido en el corazón del barrio de Monte Alto, en la calle Hércules, sus orígenes humildes curtieron la personalidad y carácter de un Luis Suárez que siempre ha recordado su infancia abrazado a la pasión por el balompié: «Era un barrio de obreros, no teníamos un balón, no conocí a nadie que tuviera un balón o una bicicleta. Jugábamos con pelotas de trapo que nosotros mismos hacíamos». Sus padres se encargaban de la carnicería, el negocio familiar, aunque las ambiciones e inquietudes de Luis Suárez se volcaban más hacia la medicina: «De pequeño me imaginaba siendo cirujano», admite. Todo eso era antes de que el fútbol lo ocupase todo.
El Perseverancia, un club ya extinto de A Coruña, fue la primera entidad en la que militósiendo un adolescente. Ya entonces se movía en posiciones del centro del campo, allí, su talento marcó siempre diferencias: «Jugaba ahí por naturaleza, era siempre el organizador». En 1950, con solo 15 años vio un anuncio en el periódico: «El Dépor necesita futbolistas», mientras juega en el Perseverancia, los ojos de Alejandro Scopelli se fijaron en él: «Hizo un llamamiento a todos los niños de 12, 13 y 14 años e íbamos a Riazor a probar cientos y cientos de chavales y fueron eliminando a muchos hasta formarse dos equipos. Jugábamos antes de los partidos del Deportivo si el campo lo permitía y los jugadores del primer equipo nos veían al ir al partido», recuerda.
El Dépor le incorporó para el equipo juvenil, pero tardó poco en ascender al Fabril, allí le bautizan como «Luisito» y su ingente talento le hizo debutar con el primer equipo con apenas 18 años. Fue el 6 de diciembre de 1953, precisamente ante el Barcelona, en Les Corts en un duelo desigual en el que los azulgranas aplastaron 6-1 al Dépor. Sin embargo, aquel día era el punto de partida de la carrera de Luis Suárez: «Cuando debuté creía estar tocando el cielo, era tremendo a esa edad empezar en el campo del Barcelona. Luego llegaron otras cosas en mi carrera pero mi sueño era ese, llegar al Deportivo y debutar, además contra gente que hace unos meses le pedía autógrafos en el hotel Atlántico», rememoraba.
Desde entonces, Luis Suárez se hizo un fijo en el once del Dépor hasta final de temporada. Un Deportivo, el de la 53-54 con grandes nombres en la plantilla. Fue el año en el que el mito Juan Acuña había perdido la titularidad en la portería a manos del joven talento Juan Otero. El gran Arsenio Iglesias, Pedro Marroig o el goleado Pahiño también estaban entre los componentes de un Dépor que acabaría aquella temporada en un meritorio séptimo puesto, cuando un año antes se había salvado en la promoción de descenso tras acabar decimocuarto. Entre sus compañeros, Luis Suárez tuvo una relación especial con Dagoberto Moll, una debilidad para él: «Era el más completo, sabía hacer de todo; si no se hubiera lesionado, habría hecho una gran carrera en el Barcelona».
Cuando parecía que la carrera de Luis Suárez en el Deportivo apenas estaba comenzando llegó el Barcelona. El club azulgrana abonó 600.000 pesetas para llevarse en un mismo pack a Luis Suárez y Dagoberto Moll. Cinco meses después de debutar en Les Corts como profesional en la élite, el Barça tiraba la casa por la ventana por el coruñés: «Me habían seguido cuando empecé a jugar y coincidió con que mi debut había sido precisamente en Barcelona, aunque perdimos 6-1 se ve que hice alguna cosita», comentaba con sorna Luis Suárez. Tras un curioso tira y afloja en las negociaciones, el coruñés acabaría la temporada de azulgrana, donde hizo historia y conquistó títulos antes de irse a Italia.
Posteriormente llegarían las conquistas de las Copas de Europa, el Balón de Oro el mítico Inter de Helenio Herrera y todos los méritos y logros que han elevado a Luis Suárez a los altares de la historia del fútbol. Todo empezó aquí, en la calle Hércules, en el barrio de Monte Alto, en el corazón deportivista de un joven coruñés cuyo mayor sueño era llegar a debutar con el Dépor. Con cierto tono de lamento Luis Suárez mantiene esa pequeña espina clavada de su corta historia con la camiseta herculina: «Jugué muy pocos partidos, diecisiete oficiales, nueve en Riazor. Nunca tuve problemas con la gente de Riazor, ni siquiera hubo tiempo para que dijesen "qué maravilla" o "qué mal"». Sin embargo, hace tiempo que el deportivismo le juzgó guardando un sitio de cariño, aprecio y respeto hacia una figura que engrandece al Dépor y a A Coruña. Al corazón de la gente no solo se llega a través del terreno de juego.