CONTRASTES
08 ene 2005 . Actualizado a las 06:00 h.PROMETEMOS, un día sí y otro también, acercarnos a la cultura portuguesa, ya que este país, al menos para gallegos en general y más aún, para vigueses en particular, es como una prolongación del propio, sobre todo desde que se suprimieron las fronteras. Pero lo cierto es que no vamos más allá de dos o tres nombres de escritores lusos, a la hora del acervo de esa cultura, y difícilmente citamos un plástico portugués, pese a que los hay magníficos. A poco más de una hora de viaje está Porto, con un museo excepcional, el Serralves, y una multitud casi inacabable de galerías de arte, todas en la misma calle, justo detrás de la Torre de los Clérigos, que es tanto como decir en el centro mismo de la ciudad. Allí podemos contemplar la obra de pintores como Amedeo de Sousa Cardoso, cubista emparentable como Juan Gris, retratado por Bracque; de Julio Ressende, acaso hoy el decano y maestro de su país, valorado internacionalmente. Toparemos con los cuadrios de Helena Amaral, tan frecuente visitante de Vigo. Y de otros más jóvenes, cultivadores de las más diversas tendencias, desde la abstracción absoluta al realismo más cabal, como Francisco Esteves, Carlos Trinidade y Ricardo Leite. Son meras citas sobre la marcha. Porque si acudimos al pasado, habremos de admirar a Nuno Gonçalves, grande entre los más grandes gótico-renacentistas, y a Columbano y a Malloa, y a Almada Negreiros, Antonio Carneiro y tantos y tantos otros. ¿Por qué hemos vivido de espaldas a Portugal, aunque quizá no más que los portugueses nos ignoraron para interesarse por las culturas de Francia e Inglaterra? Proverbial es este olvido, acaso con la excepción de Unamuno, que tan bien y tan sinceramente conoció Portugal. Por supuesto que José Saramago y Pessoa «venden» bien en España, y hasta Lobo Antunes, pero también lo es que poquísimas colecciones españolas tienen pintura portuguesa, antigua o actual, habiéndola tan buena, antaño y ahora.