Un brillante futbolista que estudió cine en Praga y que ha llevado el realismo mágico al avispero balcánico

La Voz

VIGO

17 ago 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Emir Kusturica pudo vivir del fútbol. En su adolescencia, el balompié convivía con sus aficiones por la música y el cine. Su actual condición de director de cine se fraguó lejos de su Sarajevo natal, cuando obtuvo una beca para estudiar en Praga, en la Academia de Artes Interpretativas. Allí, fue donde se olvidó de sus otras aficiones y se centró en lo que mejor sabe hacer, buenas y entrañables películas.

En Praga se gestó su primer cortometraje o, por lo menos, el primero que obtuvo un premio. Llevaba el título de Guernika . De vuelta a la Yugoslavia que comenzaba a acostumbrarse a vivir sin la sombra de Tito, Kusturica trabaja para la televisión pública y comienza a rodar su primer largometraje. El debut no pudo ser mejor. Con ¿Te acuerdas de Dolly Bell? , ganó en 1981 el premio León de Oro en el Festival de cine de Venecia. Qué mejor tarjeta de presentación.

Kusturica narra en aquellos años la desazón que genera en la población de Yugoslavia los últimos años del régimen comunista. Fruto de aquel momento es Cuando mi padre salió en viaje de negocios, que le permitió, en 1985, ganar la Palma de Oro en el Festival de cine de Cannes. La crítica europea se descubría ante este joven valor. A finales de aquella década, Kusturica se adentra en su tema favorito: los gitanos balcánicos. Así, en 1989, Kusturica vuelve a sorprender con Tiempo de gitanos , una profunda pero mágica mirada dentro de la cultura gitana.

Los conflictos en la ex Yugoslavia le pasaron factura al director, ya que su mirada cinematográfica del conflicto no dejó contento a ninguno de los contendientes. Cinematográficamente, este período dejo la magnífica Underground , a la que puso música su amigo Grogan Bregovic.

La segunda entrega de su gitanología llega en 1998. Es la aclamada Gato negro, gato blanco, con la gana el León de Plata a la mejor dirección en el Festival de cine de Venecia. Las claves de su realismo mágico balcánico estaban puestas.

Desde entonces, Emir Kusturica rodó y actuó en varias películas de ambientes diversos. Incluso, realizó un documental sobre el futbolista argentino Diego Armando Maradona, y firmó una mirada más serena sobre las trágicas consecuencias del conflicto yugoslavo, La vida es un milagro .