«Los cocineros nos descubren ahora la deconstrucción de la tortilla»

VIGO

Els Joglar se lanza en esta ocasión, con la obra «La cena», a la yugular de las políticas medioambientales y del endiosamiento de los actores de la alta cocina

14 oct 2008 . Actualizado a las 11:19 h.

El próximo viernes, El Joglars empieza en Vigo la gira gallega del espectáculo La cena . La compañía que dirige Albert Boadella se burla de las políticas medioambientales y del endiosamiento de la alta cocina.

-¿Qué menú nos ofrece en «La cena»?

-Es un cuento sobre el mundo medioambiental -la palabra cuento la utilizo en sentido simbólico y real-que se están montando los países desarrollados. Intentan que los ciudadanos tomen conciencia de la cuestión, y lo hacen de una forma catastrofista. Al mismo tiempo, se les induce a consumir de forma compulsiva, lo que puede ser causa de esta supuesta degradación del planeta. Todo esto es una impostura que se ha instalado en el mundo de los dirigentes políticos, y que nosotros satirizamos en la forma más divertida pero también más cruel.

-¿Hay una vía intermedia entre el primo de Rajoy y Al Gore?

-Los expertos son los que tienen que ponerse de acuerdo y dictaminar sobre si realmente se está erosionando la vida futura. Si es así, entonces las medidas que se toman son absolutamente ridículas porque son puramente escaparatistas. Si no es así, estamos ante una desviación de otras cuestiones, ante una auténtica tomadura de pelo.

-¿Estamos mal informados?

-Cuantas más responsabilidades tomen los Estados, mayor es el nivel de sensibilización general. Es lógico, porque toda la gente pasa responsabilidades a los de arriba, todo el mundo tiende a quitarse responsabilidades, incluso la de pensar. Ahora se estila el lema «que piensen ellos». Es la contrapartida de los sistemas instalados hoy en día en el mundo desarrollado. El medioambiente se ha convertido en una religión, pero yo soy más partidario de las conocidas.

-La alta cocina también está presente en la obra.

-Hoy en día, la ciudadanía queremos ser engañados, como si la realidad fuera algo que nos provoca sufrimiento. En el caso de la cocina, ahora nos descubren la deconstrucción de la tortilla de patatas, que yo no digo que no sea un ejercicios divertido e ingenioso, pero que esta gente sea adorada por las élites de la sociedad como los grandes genios contemporáneos, eso parece un exceso de sátira y de parodia. Los cocineros no tienen nada que ver con eso, incluso no tienen nada que ver con el arte. El arte es otra cuestión. Esto también se ha convertido en otra nueva religión, es decir, hay gente que vive de estas cosas y que se han convertido en la obsesión de su vida y pagan por ellos, por esos platos grandes y con minúsculos productos en el centro, auténticas fortunas. Es una sociedad que ha colocado el lujo como elemento esencial de su vida.

-¿Sigue siendo la sátira la mejor forma para ejercer la crítica?

-La sátira es algo que incorpora de manera natural el humor y, cuando esto ocurre, es una forma de expresarte ante el público eliminando el fanatismo. El humor crea siempre una distancia con el tema y, por lo tanto, las cosas están dichas sin fanatismo. Así como la tragedia es fanática, la comedia no incita al espectador a ser fundamentalista. Sí, es la mejor fórmula.