Marco Angulo, el médico que decidió ser vigués

Soledad Antón soledad.anton@lavoz.es

VIGO

07 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Cuentan las pacientes del doctor Marco Angulo que son los primeros medicamentos que siempre ha aplicado en dosis tan altas como hiciera falta. Tal vez por eso han sentido tanto su jubilación. Y tal vez por eso también hicieron piña para decirle hasta luego de una forma bien poco habitual.

Es normal que cuando uno inicia el camino del merecido asueto jubilar, los compañeros organicen un sarao de despedida. Lo que no es tan normal es que lo hagan, como ha sido el caso, las pacientes. Alrededor de un centenar asistieron a la comida sorpresa celebrada ayer en el restaurante Mar de Plata.

Allí estaban María José, Chelo, Carmen, Rosa, Isaura, Lina, Cristina, Lara, Maricarmen, Beatriz, María José, Loli, Dolores, Rosa, María Luisa, Aurora, Alicia, Herminia (llegada expresamente desde Ferrol) María Ángeles... y ochenta más. Cuando en compañía de Angélica Schulke, su mujer, y su hija Nicole entró en el local y descubrió lo que le esperaba no daba crédito.

Creía José Marco Angulo que, además de con parte de su familia, iba a compartir mesa y mantel con la de Matilde Torrado, Mati, su enfermera de toda la vida. Lo cierto es que, en principio, así iba a ser. Pero se le ocurrió a Mati comentarlo en voz alta delante de una de las incontables fieles pacientes que, no sólo pidió sumarse a la cita, sino que empezó a correr la voz. Al final, todo se desbordó. Casi en la misma medida que ayer lo hicieron los sentimientos.

El homenajeado fue incapaz de reprimir las lágrimas. Pero es que tampoco pudieron hacerlo la mayoría de las asistentes, sobre todo llegada la hora de los improvisados discursos. Gracias fue la palabra más repetida por centímetro cuadrado. Marco Angulo se las dio a todas y cada una de las presentes (y viceversa), pero también a la ciudad por su acogida. «A los que elegimos ser de Vigo aunque hayamos nacido en otro sitio nos ha acogido con los brazos abiertos», dijo.

Cuando llegó el momento del regalo, igual de atípico que el homenaje, la emoción volvió a desbordarse. En sendos volúmenes cuidadosamente encuadernados las organizadoras resumieron parte de la vida profesional del que durante casi cuatro décadas fuera responsable del servicio de Ginecología del Xeral. Dicha vida aparece en los libros en forma de otras vidas, la de sus pacientes y las de los hijos de éstas a los que ayudó a venir al mundo. Hasta tres generaciones había en algún caso.

José Marco Angulo llegó a Vigo un buen día de 1972 con su oposición recién aprobada bajo el brazo. Apenas unos meses antes había obtenido plaza en el hospital de Málaga, pero el Xeral se estaba jerarquizando. Se buscaban jefes de todo. También de Ginecología. Y se hizo con el puesto. Antes de instalarse vino a conocer Vigo porque no lo conocía. La consigna era regresar a Málaga si esto no le gustaba pero, según recordaba ayer, «en cuanto llegué dije está es mi ciudad». Y se quedó para siempre.

Las simpatías que despierta este hombre llevaron hace cuatro años a un grupo de pacientes y compañeros de trabajo a solicitar para él una calle. Como hasta ahora han obtenido la callada por respuesta, tanto por parte de Corina Porro como de Abel Caballero, Lina Correa ha remitido a éste último un escrito en el que le recuerda la petición. Le dice que la carta inicial la suscribieron 600 personas y, sobre todo, que la ciudad tiene que reconocerle «su enorme trabajo y su dedicación a la medicina». Seguro que tener calle propia esta muy bien (si llega), pero el día de ayer ya no se lo quita nadie.

Lo ha hecho en forma de libro su nieta Gracia Regojo. Pocas veces la presentación de una publicación suscita tanto interés como el que ayer registró Paseando el recuerdo. Claro que no hay que olvidar que el contenido versa sobre lo que parece, una historia familiar, y estamos hablando de una familia más que numerosa. De hecho, la protagonista tuvo ocho hijos: Rita, José, Alejandrina, Teté... Y éstos, a su vez, otras familias numerosas. De hecho, la prematura muerte de la protagonista, la privó de conocer a un total de 46 nietos, entre ellos a la propia Gracia.

Rita Otero y su marido, José Regojo, iniciaron una saga que, al margen de cuestiones personales, marcó el devenir económico de Redondela durante décadas. En el libro descubrimos las dos facetas.

Confiesa Gracia en la introducción que el trabajo lo ha realizado, sobre todo, para que las futuras generaciones de Regojos y Oteros puedan descubrir la figura de esta mujer, para la que no ahorra calificativos.

Cuanta, entre otras cosas, que el matrimonio se estableció en Redondela en 1928 y que, sin contar con ningún tipo de consejo ni orientación, se metieron de lleno en el negocio de las camisas montando un pequeño taller. No imaginaban lo que vendría después.