El Cristo de la Victoria volvió ayer a repetir el «milagro» que acontece cada primer domingo de agosto: poner de acuerdo a miles de vigueses en una marcha que no tiene como motivo reivindicación alguna, sino la devoción por una figura que supera el hecho religioso para convertirse en un fenómeno social que se transmite por tradición familiar, como ser forofo del Celta o llamar Vitrasa al autobús. Como es costumbre, numerosos ciudadanos realizaron el recorrido de la procesión desde primeras horas de la mañana, mucho antes de que el venerado Cristo presidiera el desfile seguido por unas doscientas mil personas, según estimaciones de la policía local.
Sin miedo a la gripe A
La colegiata, donde la imagen del Cristo de la Victoria aguarda tendida tras su descendimiento la noche anterior para que los fieles puedan sentirla físicamente aún más cerca, vivió su día más ajetreado del año, ya que miles de devotos no se conforman con hacer la procesión sino que también se acercan a la figura del santísimo para tocarla y besarla, sin atisbo de temor a la gripe A.
Las autoridades no han previsto ningún tipo de prevención, a pesar de que incluso en materia litúrgica ya se están tomando medidas que recomiendan mudar las costumbres rituales, como dar la comunión en la mano, y no en la boca, o evitar estrecharse las manos o dar el beso fraternal de la paz. La salida fue agónica, con una multitud agolpada a las puertas del templo, esperando la salida de la imagen por la calle Real para empezar a andar, y a respirar.
Este año, en la comitiva presidida por el alcalde la ciudad, estuvo el presidente de la Xunta, Núñez Feijoo, que se situó al lado del regidor, flanqueado también por la delegada territorial de la Xunta, Lucía Molares, y seguida por concejales del PSOE y el PP, además de la ex ministra Ana Pastor. El pendón lo portaba el presidente de los consignatarios, Bonifacio Logares, y en un discreto segundo plano se situaba la presidenta de la Autoridad Portuaria, Corina Porro.
El tiempo, un aliado
Las obras del Plan E no fueron un obstáculo para que el desfile siguiera la ruta prevista. La peregrinación pasó de nuevo por la calle del Príncipe, vía recuperada el año pasado tras 19 años de ausencia por este tramo peatonal. Lo que sí cambió fue el lugar donde se efectúa la ofrenda floral, que este vez se desarrolló ante la farola de Urzaiz.
Niños, jóvenes, ancianos, familias enteras, devotos y no tan devotos, vigueses cuyo único acercamiento anual a la iglesia se produce el día del Cristo, hicieron el recorrido de más de tres horas de duración. Las tibias temperaturas, que no superaron los 20 grados, se aliaron con los fieles para dar remate a una marcha lenta que con calor se convierte en agónica para los enfermos y las personas mayores.
En el año en el que la cofradía ya celebra el bicentenario, aunque se cumple en el 2010, la organización entró en la era de las nuevas tecnologías con la instalación de una pantalla gigante a la entrada de la colegiata y una cámara web por la que se pudo seguir en directo momentos cumbre como el descendimiento del Cristo.