Las municipales se ganan en las pequeñas cosas. Por lo común, el ciudadano es poco exigente: Una plaza para aparcar, que haya luz en las farolas y que salga agua por los grifos. Corina Porro estuvo al borde de la mayoría absoluta a base de poner maceteros y plantar tulipanes. Y su sucesor sigue la misma senda de arreglar aceras y remozar las farolas, con debate incluido entre modernas y clásicas. Los caballeros las prefieren fernandinas.
El "abc" de la política municipal es que lo mínimo, lo próximo, lo más cercano al ciudadano es lo que hace ganar o perder unas elecciones. Y, a partir de aquí, se puede salpimentar la gestión con algún proyecto ilusionante o una magna obra. Por desgracia, no todos entienden que, muy a menudo, las elecciones te las ganan los concejalitos de Vías y Obras, de Parques y Jardines o de Electromecánicos. Y que los de Urbanismo o Patrimonio, con toda su pompa, apenas están para no perder votos.
Buen ejemplo de cómo se hacen las cosas lo dio el viernes el conselleiro Javier Guerra. Su imagen ante la subestación de Fenosa en Balaídos era sorprendente. El pie de foto afirmaba que el titular de Industria seguía las explicaciones de los técnicos. En la instantánea había dos personas de traje y corbata, por lo que era fácil pensar que uno de ellos sería el conselleiro. Pero, no. El responsable de Industria era un tipo de camisa remangada y las manos en los bolsillos de atrás de los vaqueros. Un fulano que seguía las explicaciones como si fuese un vecino de la zona, al que se le había ido la luz, dejando a medio hacer las lentejas.
En otra foto, aparece Guerra en la acera, hablando con un ciudadano que se asoma a la ventana. "¿Volvió la luz?", preguntaba. Esta estampa de barrio, con un toque de "radio-patio", resultaba desconcertante.
Soy de los que piensan que estas cosas ganan las elecciones. Y que al público en general -dudo de que nos consideren "ciudadanos"- nos gusta más un tipo campechano y próximo, que la caterva de engolados que suele producir la política
No es la primera vez que Guerra actúa así. En la solemne foto de Feijoo repasando sus cien días de gobierno, acompañado de su gabinete, el de Industria, más que sentado, aparecía repantingado en la silla. Mientras todos los conselleiros estaban tiesos, y Alfonso Rueda incluso ensayaba una mirada perdida en altísimas reflexiones, el vigués era el único que estaba allí tan pancho.
Bueno sería que cundiese el ejemplo. Porque venimos de un bipartito que, en buena parte, perdió porque hizo el camino contrario. Porque los campechanos se pusieron gola y quienes fueron humildes comenzaron a darse aires. También, en la política local, estaría bien un cambio. Porro y Caballero podrían ahorrarnos algunas maquetas, grandilocuencias y fotos propagandísticas. Y bajar a tierra. "¿Volvió la luz?", pregunta el conselleiro. Confiemos en que a alguno se le encienda la bombilla.