Llegan los sabores del otoño y una exposición sobre el Alzheimer

Noa R. Rey / L.C.Llera redac.vigo@lavoz.es

VIGO

30 sep 2009 . Actualizado a las 02:13 h.

El Corte Inglés de Galicia ha conquistado la autonomía, en lo que a restauración se refiere. Antes los restaurantes de los centros comerciales servían los mismos menús que decidían desde Madrid. Ahora se apuesta por la tierra. Pati Blanco, director de Comunicación y Relaciones Externas ejerció ayer de anfitrión en la presentación de la carta de otoño del restaurante del centro comercial vigués. El chef tomiñés José Pérez Carrera elaboró un extenso menú de degustación que entusiasmó a los invitados. Para empezar, unas delicias de salmón ahumado y queso manchego a la miel y unas vieras asadas en cama de endibias y manzana al curry. A los entrantes siguieron unos judiones de La Granja estofados con centollas. En realidad la legumbres, según explicó el maitre Jaime Álvarez, de la parroquia tomiñesa de Tebra, no proceden de la población segoviana sino de Viana do Bolo. Pero el sabor y la textura son idénticas a las que tienen denominación de origen. La comida prosiguió con un alicantino arroz del senyoret, rebautizado aquí como arroz del señorito. El menú continuó con una fideuá de mariscos y un lomo de lubina con escabeche de verduras crujientes. Al lomo de ciervo con manzana asada y salsa de arándanos algunos ya no pudieron llegar. Para finalizar, un postre sorprendente: ricota con frutos rojos y salsa de arándanos. Todo ello regado con vinos blancos y tientos de la tierra (aunque para bautizar el postre se recurrió a un jumillano Monestrell). Nace el clúster turístico-alimentario «Feito en Galicia». Si algo vende en Galicia, es el turismo vinculado a la gastronomía. Pensando en esto como filosofía de trabajo, nueve empresarios gallegos presentaron ayer el primer paso del Clúster Turístico y alimentario como punto de arranque de un proyecto que pretende promocionar por todo el mundo, los productos autóctonos bajo el lema Feito en Galicia. Será la primera agrupación de estas características que aglutine ambos conceptos. Al frente de la agrupación estará la propietaria de Conservas Hijos de Ramón Peña, Nélida Concheiro. El ex director de Comercio y Turismo de la Xunta, Francisco García-Bobadilla, señaló que «el clúster une turismo y productos alimentarios que suma varios campos de un sector». En el caso del mar se profundiza en la doble vertiente de paseos en barco y pesca.

Pero si hubo un punto que ayer quisieron dejar claro los integrantes de este colectivo es que el clúster nace con idea de quedarse para llevar el nombre de Galicia al exterior, con el único requisito de que los productos que se sumen a esta iniciativa deben cumplir con una imagen y estilo sobresaliente, que camine entre una trayectoria emprendedora y con una práctica comprometida con la marca de calidad. Para no llevar a equívocos, desde el primer momento desecharon utilizar la palabra productos de élite. «No hemos echado a nadie que estuviese interesado en entrar», recalcó Concheiro.

Jugando con las presencias y las ausencias, la fotógrafa Elisa González Miralles ha reflejado la crudeza del Alzhéimer en una serie de imágenes que se exponen desde ayer hasta el 8 de octubre en la Estación Marítima. La muestra refleja la devastación que la enfermedad provoca en quienes la padecen. A través de las instantáneas, Elisa recoge el día a día de su abuela, María Canedo, durante los siete años que luchó contra la enfermedad. Las fotografías se encuadran en el quince aniversario de la Afaga (Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer y otras Demencias de Galicia) y se organizan en parejas opuestas que, como dos caras de una misma moneda, plasman a María, cada vez más ausente. A su lado están los objetos que va olvidando a medida que su mente se apaga. A través de simbologías, como la luz que entra por una ventana enrejada, Elisa traslada la dependencia de su abuela y de todos los que sufren este mal de la memoria. La mirada de María, opaca y perdida, va adquiriendo cada vez más protagonismo hasta que al final ya no queda nada que ver y la única protagonista es su cama, ya vacía.

Con sus fotografías, Elisa revela otra realidad de este mal, la de quienes tienen que atender a los enfermos de Alzheimer. El objetivo de la cámara es el ojo que vive cada día el deterioro de su familiar. Las familias sufren a veces más que los propios enfermos. Y en los momentos de lucidez, cuando el desmemoriado recuerda, es cuando es más dura la defensa.

Las instantáneas expuestas por Elisa son cada vez más cerradas. La nieta intenta adentrarse en el oscuro pozo en el que está sumida la mente de su abuela para encontrar los últimos recodos de una vida plagada de historias. La fotógrafa retrata además escenas cada vez más minimalistas, comparando los objetos con la memoria de María. De todas las instantáneas, duras y tristes, llama la atención la viveza de una de ellas: el cumpleaños número ochenta de María. Sentada en la cocina, frente a una tarta con una única vela (un cero) María es feliz y sonríe a la cámara. Esa imagen inmortaliza el principio del fin en la enfermedad. Desde ese momento todo es cuesta abajo y todo empieza de cero.

Hoy Manuel Burgos Toimil presentará y firmará ejemplares de su último libro El extraño caso del robo de bocadillos de chorizo en el Salón de Ámbito Cultural- en la séptima planta de El Corte Inglés de Vigo. El acto contará con la participación de Rosa Freire, presidenta de Aldeas Infantiles, Armando González, presidente de la Asociación de Detectives y Antonio Romero, magistrado.