La triste noticia que conmueve hoy nuestra ciudad es la pérdida de uno de sus referentes deportivos. El Rallye Rías Baixas no acudirá este año a su tradicional liturgia con la afición gallega.
Las organizaciones amateurs tienen sus límites y la Escudería Rías Baixas ya los había superado hace tiempo. Hay que aplaudirles y apoyarles por el legado que nos han dejado, por las horas y horas de emoción vividas en las cunetas del Rías.
Hay que pensar en el futuro. Ahora es cuando todos se tienen que volcar con la Escudería para encontrar la futura viabilidad de esta prueba, ya sea por la vía de la profesionalización o del apoyo incondicional. Se trata de que el deporte gallego no pierda una manifestación con casi medio siglo de historia. Si se pierde el Rías perderemos todos.
Y hay que aprovechar también la ocasión para pensar si en Galicia no ha llegado la hora de acometer también la obra que el automovilismo merece, ese circuito de velocidad del que ya gozan otras diez comunidades autonómicas y que aquí parece inalcanzable. Un circuito que no obligue a vallar cien kilómetros de carreteras cada vez que corren los coches de carreras. El circuito que se merece la afición.