La gestión del dinero público debería convertirse en el ejercicio de mayor responsabilidad de cuantos tiene que llevar a cabo un dirigente político. Si se hiciese con ese afán no habría lugar ni a los cojines de regalo -aunque los sufraguen las concesionarias de obras y servicios municipales ¿gratis?-, ni al levantamiento de aceras por mera ilusión de inaugurar, ni tampoco a jugar con los impuestos en función de estrategias electorales y campañas de imagen. Si fue una temeridad y ejemplo de malabarismo fiscal firmar ante notario la eliminación de la tasa de las basuras, como hizo hace cuatro años Corina Porro, es ahora un ejercicio similar anunciar la eliminación de tasas e impuestos sin más ni más, como pretende Abel Caballero
Bajar las tasas e impuestos es factible, pero cualquier recorte que se haga en la columna de los ingresos tiene que llevar aparejada la eliminación de gastos en la misma cuantía. De eso, los técnicos municipales advierten que no se ha hablado nada, y que por ello los presupuestos llevan el mismo camino de inestabilidad que las cuentas de la Gerencia de Urbanismo, que en el 2010 sumó 2,7 millones de euros en números rojos y cerrará el 2011 en una situación todavía más ruinosa, propia de una liquidación por derribo.
Y como quiera que al margen de impuestos como el de las terrazas de establecimientos de hostelería, la rebaja se pretende concentrar en conceptos urbanísticos, va a resultar que de la burbuja inmobiliaria Vigo va a pasar a la mascarilla de oxígeno.
Es cierto que el Gobierno central ha impulsado la eliminación de trámites para empujar a la construcción a unos niveles de mayor actividad, pero es igualmente cierto que el Ejecutivo se ha dado seis meses de plazo para buscar una fórmula con la que solucionar el roto que la minoración de ingresos puede causar en las arcas municipales. Y aunque todavía no se ha adoptado una vía de arreglo común, el alcalde vigués ya ha puesto en marcha su estrategia, casualmente en plena pre campaña electoral y de nuevo con el dinero de los demás, el que tiene que gestionar con responsabilidad, la que no guía ni sus cojines, ni los carteles de Concello y Puerto atacándose, ni los jardines que pagamos todos y solo florecen cada cuatro años.