Alo largo de este mes, en el Casco Vello ponen tapa de autor. El Se finí, en Real, ha titulado Alboroto de sabores su pincho: jamón de bellota, fuet al moscatel y manzana al brandi. La marisquería Bahía sorprende con un Chupachup de Manzana y Amapola. El Setembro, en Teófilo Llorente, propone unas brochetas de gamas y pollo con salsa de tomate y ajo. Y la crepería Cre-Cotte se pone rumbosa con unas zamburiñas con crujiente de parmesana y cebolla caramelizada.
Es la evolución de los viejos buenos tiempos en que ibas a O Porco Mariño, en la rúa Real, a tomar una tapa de orella con un caldiño que, en invierno, te devolvía a la vida. Esa oferta, aunque mermada, sigue existiendo. En O Porco, el de la esquina, aún te puedes tomar una ración de lacón con verdura de órdago a la grande. Y O Ovo jamás ha renunciado a su tapa de cabecera, con pimentón y salero.
El viernes fui a dar una vuelta por el Casco Vello y lo encontré abarrotado, como siempre. Se nota la crisis, pero no tanto como en otras zonas como Areal, Montero Ríos, Churruca o Casablanca, donde por momentos las calles son un desierto. Los hosteleros de Vigo lo están pasando muy, muy mal. Y, si esto sigue así, habrá cierres de negocio en cadena.
Nuestro casco histórico, en cambio, anima a la esperanza. Tan mal estaba, tan abajo había caído, que ahora se valora que la vida haya vuelto a sus esquinas. El viernes no había una mesa libre en la plaza de la Constitución. Y hasta más allá de la medianoche había gente en la calle Palma, por La Charlatana, La Comidilla y el Buqué. En el nuevo bar de César, La Colegiala, había piñas para encontrar sitio. Y muchos terminamos en las escaleras ante la concatedral, como si Vigo, de repente, fuese Compostela.
El Casco Vello ha mejorado y va a tener una nueva oportunidad. Contribuirá a ello la urbanización que planea Valery Karpin en el Barrio del Cura. La vida ha ido avanzando desde la plaza de la Constitución hacia el interior del barrio, pero su parte occidental sigue sin animarse. La nueva zona residencial va a terminar por completar el trabajo.
Santi Domínguez lo hizo bien en el anterior mandato. Y el plan de rehabilitación de viviendas que inició la conselleira Teresa Táboas ha sido mantenido por la actual Xunta, con la delegada Lucía Molares muy implicada. Los comerciantes y la asociación vecinal nunca han dejado de tirar del carro. Por eso es preocupante que, hasta el momento, la Alcaldía, en estos primeros meses de gobierno, solo haya dado noticias de retirada de infraestructuras y servicios. Esto iba bien y sería un error pararlo.
Confiemos en que cambien las noticias. Porque todos los vigueses somos un poco del Casco Vello y esto debe estar por encima de la confrontación política. La orella, además de tapa, también sirve para oír. Así que quien sepa oír, que oiga.
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