It was twenty years ago today?!. Pues sí, con la frase con la que arranca la que es considerada la más importante grabación de la música rock, hoy (más o menos) hace 20 años que nació ese artefacto llamado Instituto de Estudios Vigueses. Y es que, en aquellos momentos, no resultaba extraño escuchar que una ciudad sin historia ni pasado, como Vigo, ¿para qué necesitaba de algo tan exótico como un instituto de estudios locales?
Ahora, en este vigésimo aniversario, propongo olvidar los sinsabores de la incomprensión sobre nuestra actividad y de lo difícil que es convencer de lo evidente: la necesidad que Vigo tiene de una entidad custodia de sus legados, capacitada para conservar y estudiar todos los campos de investigación desde un amplio espectro: arqueología, toponimia, arquitectura, historia, geografía, cine?
Complazcámonos en rememorar por un momento a todas aquellas personas, que desde su responsabilidad municipal, han contribuido al nacimiento, desarrollo y vitalidad actual de este iinstituto. Es preciso recordar a nuestro alcalde fundador, Manoel Soto, cuya amistad y apoyo, dos décadas después, nos consta y nos alegra; pero no olvidemos que la labor del primer regidor de la democracia contó con la fundamental convicción de la concejala María Xosé Porteiro, inspiradora de muchas de las decisiones que en aquellos momentos se adoptaron.
Si tuvimos un alcalde fundador, también tuvimos uno legislador, un firme partidario de nuestra continuidad en aquellos momentos iniciales, que se preocupó y ocupó de darnos un formato legal vinculado a la Fundación Provigo. Me refiero a mi querido compañero del Colegio Alba, Carlos Príncipe, quien en este mismo año nos ha demostrado su fidelidad con su participación en la presentación de un libro vinculado a su profesión médica. Y sin embargo, a pesar del claro apoyo municipal de aquellos momentos, un tema no acababa de resolverse: la sede definitiva del instituto.
Primero se frustró, por voluntad de quien no merece ser recordado, la opción inicial de ubicarnos en la Casa das Artes. Después, Príncipe se empeñó en resolver el problema en locales de lo que fue la Escuela de Artes y Oficios (llegó incluso a estar ejecutada la obra de adaptación a nuestras necesidades), pero entonces surgieron los fantasmas, fuerzas telúricas que movían la estructura del edificio de Pacewicz y forzaron a su desalojo. Ante tales imposibilidades seguíamos reuniéndonos en cafeterías (sin duda mis mejores momentos en la institución se centran en aquellas logias en las que el instituto era una especie de buena nueva cultivada en las catacumbas por un puñado de creyentes).
Y sin embargo, un nuevo alcalde fue capaz de buscar y encontrar una sede eventual. Nuestro agradecido y amable recuerdo a Lois Pérez Castrillo, también firmemente implicado en la continuidad del instituto, y gracias a quien disfrutamos de nuestra actual sede, siempre provisional, en el edificio Asefal. Finalmente, recordar la colaboración de todas aquellas personas que demostraron su entusiasta apuesta por muchas de nuestras iniciativas, desde su cargo municipal o institucional. Mención especial a Corina Porro, quien primero desde Alcaldía y después en la Autoridad Portuaria, hizo todo esfuerzo imaginable por cubrir nuestras necesidades y generar una relación fluida entre esas instituciones y nuestro instituto. Sí, nacimos hace veinte años y seguimos vivos, lo que no es poco.