#SalvemosOBerbés

Diego Pérez Fernández
diego pérez VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

La cuna de Vigo se desangra de forma alarmante ante la pasividad de las administraciones. Cientos de turistas que llegan cada día a Vigo reciben el ruinoso impacto visual al bajar del bus. El Banco Santander, último negocio en dejar un barrio que se ha quedado sin súper ni farmacia

01 jul 2014 . Actualizado a las 01:50 h.

Primero fueron el supermercado de Ribemar y la farmacia de Floro. Eran los únicos de su especie que quedaban en el barrio. Después le tocó el turno a la pastelería de los soportales y acto seguido hizo lo propio la administración de lotería. Hace un mes tiró la toalla el dueño del restaurante O Pescador y esta misma semana ha desaparecido el Banco Santander. El goteo es constante. La sangría de O Berbés no para. La cuna de Vigo se está quedando sin vida. Se mire por donde se mire, hay un edificio en ruinas, o cerrado o en venta.

La imagen es alarmante. Basta acercarse al lugar y abrir los ojos. La fachada histórica cayéndose a pedazos es el primer impacto visual que reciben cientos de turistas que llegan cada día a la ciudad. Un enemigo no hubiese diseñado peor campaña de imagen que habilitar aquí el aparcamiento de los autobuses de excursionistas. Añádanle a ello las decenas de miles de cruceristas extranjeros que se pasean por la zona cada año y se llevan fotos de recuerdo...

Antonio Miguélez lleva 42 años al frente del bar Turista. Es un histórico que conoce como pocos el barrio. Sabe de los locales que han cerrado y los que ya están preparando el cierre. «¡Claro que se vai a xente! ¡E máis que se irá!», apunta convencido. A su juicio, el problema comenzó con la rehabilitación de la plaza dentro del proyecto Abrir Vigo al Mar, cuando se llenó de cemento y se eliminaron los aparcamientos gratuitos. Antonio, como todos en la zona, pone en cuarentena las promesas políticas de rehabilitación.

La pasividad de las administraciones ante el deterioro de O Berbés es un hecho. El Consorcio do Casco Vello (participado en un 90 % por la Xunta y en un 10 % por el Concello) empezó concentrando toda su inversión en la parte alta del barrio histórico. Hace un año, Xunta y Concello vendieron la piel del oso antes de cazarlo. Dijeron por fin que habría cuatro millones para intervenir «no corazón da cidade». Hasta el momento, no se ha pasado de la retórica y la propaganda.

La presidenta del consorcio, María José Bravo, ha dicho que hay tiempo «hasta el 2017» para acometer las mejoras. El vicepresidente del organismo por la parte municipal, Santiago Domínguez, reconoce que la cosa está parada y que los trámites son lentos, pero echa en falta iniciativas complementarias además de la prevista reforma de inmuebles. El concejal del BNG, ahora en la oposición, fue el impulsor de las políticas de recuperación del Casco Vello en el anterior mandato dentro del gobierno local. «Eu sempre dixen que era un traballo para dúas lexislaturas e agora o máis preocupante é que non hai vontade de sacar adiante iniciativas», explica. Domínguez pone como ejemplo las actividades comerciales, el mantenimiento del barrio («pode parecer unha chorrada, pero nin sequera se preocuparon de poñer outra lona ou un mural nalgunhas fachadas») y equipamientos como el Centro Galego de Fotografía...

Henrique Macías, expresidente de la Asociación Vecinal del Casco Vello y actual portavoz de Compromiso por Galicia, habla de «anuncios publicitarios repetitivos nos últimos anos» mientras se incrementa «a degradación da zona, a marcha de máis veciñanza e o peche de negocios que levaban décadas no barrio». «Esta situación provoca un menor interese en investimentos de iniciativas privadas, producindo un círculo vicioso de novos peches e marcha de máis veciños», añade. Macías extiende esa lectura a la franja de Beiramar, muy degradada y que ha sufrido recientes golpes con el cierre del hotel del auditorio y la decisión de la Consellería de Sanidade de suprimir el centro del salud.

¿Va camino de convertirse este en un barrio fantasma? Aquí nació Vigo, pero nadie parece acordarse. Su progresivo deterioro no ha suscitado, de momento, un debate social al estilo de la Panificadora o Samil. Aunque solo fuese por memoria histórica, bien merece un hashtag en las redes sociales: #SalvemosOBerbés.