El príncipe, pionero de la oceanografía, estudió la sardina en la ría de Vigo y donó materiales al Instituto Español de Oceanografía en 1917
06 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.Alberto II de Mónaco es la imagen del perfecto vividor, cuyo mayor mérito tal vez haya sido salir en las revistas arrimado a Brooke Shields o a Claudia Schiffer. También representó a su país en bobsleigh en cinco Olimpiadas de Invierno consecutivas. Poco más de cierto mérito podemos decir del actual príncipe monegasco.
Pero la casa Grimaldi no siempre fue así. Buen ejemplo de ello es un antecesor suyo en el Palacio de Mónaco. Y que llevaba su mismo nombre. Era Alberto I de Mónaco, cuyo reinado va de 1889 a 1922. Este príncipe fue uno de los grandes pioneros de la oceanografía en el mundo. Pagó de su bolsillo incontables investigaciones. Fue reconocido por las academias de ciencias de EE.UU. y Gran Bretaña. Participó en campañas sobre pesquerías en aguas de Galicia. Y donó materiales para la fundación en Vigo de la sede del Instituto Español de Oceanografía, en 1917.
En 1899, Alberto I inaugura en Mónaco uno de los primeros laboratorios de oceanografía del mundo. El mar es su gran pasión, que había conocido con 17 años al ingresar en la Escuela Naval de Cádiz, donde obtuvo el grado de oficial. Por esta misma razón, hablaba un perfecto castellano.
De regreso a Mónaco, utilizó sus propios barcos para la investigación oceanográfica. Él mismo capitaneaba el Hirondelle, el Princesse Alice, el Princesse Alice II y el Hirondelle II, con los que llegó a dirigir 28 campañas. Entre otras cosas, demostró, ya en 1855, la existencia del giro del Atlántico Norte, empleando botellas con mensajes.
Su relación con Galicia se inicia en 1866, después de que se produjese una gran caída de la pesca de la sardina en Bretaña. Sabedor que de que en Vigo las capturas se mantenían, navegó hasta estas aguas a bordo del Hirondelle para estudiar las diferencias en las condiciones del mar con respecto a la costa francesa
En esta campaña, se entrevistó con armadores y pescadores gallegos, que le permitieron escribir estudios sobre las artes de pesca en Galicia, las condiciones laborales de los marineros o el alcance de la industria pesquera y transformadora.
Alberto I regresaría a Galicia en varias ocasiones y en el Museo Oceanográfico de Mónaco se conservan fotografías de estas estancias, datadas en 1894, 1896, 1908 y 1909. En 1896, vino acompañado por la pintora Jeanne le Roux, que se convierte en una de las primeras mujeres en participar en una expedición oceanográfica, si bien, no como científica.
Como señalan Alberto González-Garcés, Santiago Lens y Uxía Tenreiro en su Historia del Centro Oceanográfico de Vigo, «al príncipe Alberto I le gustaba que le acompañase algún pintor en sus campañas para tomar apuntes del color real de los peces inmediatamente después de ser capturados».
Además de sus campañas, Alberto I de Mónaco fue determinante para que se fundase en España el Instituto Español de Oceanografía (IEO), que este año cumple un siglo. El propio Odón de Buen, el científico que fundó el instituto, lo reconocería tras una intervención del príncipe en Madrid: «Dio una memorable conferencia ante los Reyes, la corte, los altos dignatarios y las más conspicuas personalidades del mundo político y de la ciencia española. Puede afirmarse que de aquel acto importantísimo arranca la constitución en España del Instituto Español de Oceanografía». Como curiosidad, hay que señalar que Odón de Buen, a quien sus biógrafos definen como buena persona, gran científico y pragmático, era republicano. Y que ello no fue óbice para su gran amistad con el príncipe de Mónaco.
Desde la fundación del IEO, se realizarían campañas en Galicia, a bordo del cañonero Hernán Cortés, como la que estudia en las Rías Baixas «la frecuente coloración roja de las aguas», que no es sino la célebre marea roja con su toxina que hoy cierra cada tanto tiempo la comercialización de nuestras bateas.
Inauguración
Finalmente, el 2 de septiembre de 1917 se inaugura oficialmente el laboratorio oceanográfico de Vigo, con el apoyo del Ayuntamiento y de la Junta de Obras del Puerto. Inicialmente, se instaló en unos salones portuarios donde diariamente se hacían análisis de las aguas de la ría, para determinar su oxigenación, temperatura y salinidad. También se creó un pequeño museo de animales marinos capturados. Y el primer equipamiento científico fueron microscopios, centrifugadores o un depósito de material de pesca. Estos equipos fueron donados directamente por el propio Alberto de Mónaco. Así lo asegura el investigador Antonio Calvo, biógrafo de Odón de Buen: «Sin duda El laboratorio de Vigo se hizo en buena medida con material que donó el propio príncipe monegasco».
Así que, aunque hoy Alberto de Mónaco nos suena a gran vida y a revistas del corazón, un antecesor suyo, de su mismo nombre, logró ser un brillante científico. Que, además, tuvo una estrecha relación con Vigo a través de su mar.
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