
Seis futbolistas de Sárdoma y Olivo compaginan esta faceta con la de técnicos
29 ene 2016 . Actualizado a las 10:26 h.Cuando te gusta el fútbol, aseguran, multiplicar tus facetas y dedicarle el doble de tiempo no supone esfuerzo alguno. Dos jugadoras del Olivo y cuatro del Sárdoma valen por todo ejemplo. Las seis, futbolistas de la división de plata, compaginan este rol con el de entrenadoras de niños. Un paso, el del césped al banquillo, que en la élite masculina suele darse tras colgar las botas. Ellas van adelantando, pues ejercer de técnicas, recalcan, les hace mejores futbolistas.
«Son niños y a veces te desquician, pero nunca dejas de aprender con ellos», señala Polli, del Olivo, que trabaja con prebenjamines -4 y 5 años- del Salesianos desde el curso pasado. «Es increíble ver cómo evolucionan y te recuerdan a ti cuando eras niña. Aparte de lo que te ayuda a ponerte en el lugar de tu entrenador, valoras más su trabajo».
Todas coinciden en ese punto de que ya no ves a tu técnico de igual manera cuando sabes lo que es dirigir a un grupo, a pesar del factor diferencial de la edad. «Los niños son niños y se portan mal como hicimos todos. Pero cuando lidias con eso y ves que uno se pone triste cuando no juega lo trasladas a lo que ocurre en el día a día del equipo donde juegas», dice la futbolista del Sárdoma y entrenadora de alevines del Independiente Tania Penedo. Ella reconoce que a los niños al principio les choca tener una entrenadora. «Dicen: '¡Es una chica!'. Pero luego yo creo que me respetan aún más».
En el caso de las que entrenan a niñas, sus técnicas se convierten en su espejo. Les ocurre a Iraia, Iria y Ane, que entrenan a canteranas de su propio club, el Sárdoma. «Te conviertes en un referente para ellas e intentas que lleven al terreno de juego lo que les dices, pero lo primero que intentamos es que sean compañeras, inculcarles valores. Luego el fútbol, si te gusta, viene solo», reflexiona Iria.
Precisamente, su compañera del Sárdoma Ane reconoce que, pese a lo satisfactorio que resulta para todas, tratar con pequeñas futbolistas no es un camino de rosas. «Piensas que lo puedes sobrellevar fácilmente, pero cuando empiezas compruebas que no es tan sencillo», expone. Ella ya ha tenido que hacer frente a algún conflicto. «A veces a esas edades tienden a hacer grupos, a apartar a la más tímida o a la que consideran que no juega tan bien o no aporta tanto. Tenemos que controlar esas situaciones y formarlas como personas». Luego hay recompensa, como dice la también jugadora blanquiazul Iraia, que dejó de entrenar pero ha acabado volviendo: «Les coges cariño y te hace sentir bien cuando ves que logras que vayan evolucionando».
Otro problema puede venir dado de encajar horarios no solo para sus tareas futbolísticas, sino también para los respectivos trabajos y estudios para los que algunas encuentran tiempo. «Estoy con un máster y me cuadran los horarios bastante bien. Aunque una vez hasta me tuve que ir de un partido como entrenadora al descanso para poder jugar el mío», dice Vicky Vázquez, del Olivo, acostumbrada a «mediar en cualquier conflicto del equipo y buscar el equilibrio» a base de ponerse en la piel del técnico desde que ella también lo es, en las categorías inferiores del Rápido de Bouzas.
A día de hoy, todas se quedan con la faceta de jugadoras porque «como eso no hay nada». Pero a través del banquillo esperan seguir ligadas al fútbol mucho más tiempo. Una aventura que ya está en marcha.