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As ondas do mar de Vigo

Eduardo Rolland
Eduardo Rolland VIGO / LA VOZ

VIGO

La vuelta a casa del pergamino Vindel tiene una enorme carga simbólica para la cultura gallega

23 may 2016 . Actualizado a las 12:19 h.

Las esteladas en la final de la Copa del Rey o las vicisitudes venezolanas apenas dejan espacio para los pequeños grandes temas. Pero creo que hubiera merecido más atención mediática el anuncio de cesión temporal del pergamino Vindel a la ciudad de Vigo, que será expuesto en el museo Marco en 2017 tras cuarenta años custodiado en la Morgan Library de Nueva York. Diría que esto es como si volviesen a Grecia los frisos del Partenón, la vuelta a España del Guernica de Picasso o el viaje a Egipto de la piedra Rosetta. La carga simbólica es enorme. Y apenas ha merecido atención un acuerdo histórico, pese a que cantigas como Ondas do mar de Vigo son la auténtica joya de la literatura gallega que vuelven de visita a casa. Su prevista exposición supera muchas chuminadas que se han venido exhibiendo en sucesivas muestras, más cacareadas, por ejemplo en la Cidade da Cultura.

A este bajo interés, sin duda ha contribuido el artista. ¿Quién le mandó a Martín Códax cantar a las ondas do mar de Vigo? Si hubiera trovado las de otras latitudes, sin duda su devoción habría sido mayor en Galicia. Los errores medievales se pagan. Y tal falta de previsión en el siglo XIII penaliza ahora al trovador vigués. De nada sirve imaginar su éxito de haber cantado a las ondas del Manzanares o de punta Langosteira.

Pero cierto desinterés por Martín Códax es marca de la historia. De hecho, está en la propia peripecia del pergamino Vindel, vendido en su día por el valor de una caja de cervezas. Copiado a finales del siglo XIII, fue descubierto al azar en 1914 por el comerciante de libros antiguos Pedro Vindel, que lo halló en su librería de Madrid, oculto en la guarda interior de un libro de Cicerón del siglo XIV, reencuadernado en el siglo XVIII.

Videl vendió el pergamino con las siete cantigas de Martín Códax al diplomático Rafael Mitjana y Gordón, que lo depositó en la biblioteca de Upsala, ciudad sueca en la que residía. Tras su muerte, en 1921, la joya medieval pasó a sus herederos, que decidieron subastarlo. La librería de Estocolmo Sandebergs Bokhandel lo adquirió por 78 coronas suecas, el precio de unas cervezas.

Finalmente, en 1977, el pergamino Vindel pasó a manos de unos coleccionistas, que decidieron ponerlo a la venta en Londres. Fue adquirido por la J. Pierpont Morgan Library de Nueva York, donde se conserva desde 1977.

Como vemos, en ningún momento España se interesó por la compra de esta pieza patrimonial tan destacada. Y más aún teniendo en cuenta que el corpus de los cancioneros medievales gallegos está situado en el extranjero, tanto en la biblioteca Vaticana como en la del palacio de Ajuda. Las cantigas de Martín Códax eran una apetecible adquisición.

Sin embargo, no faltaron oportunidades para adquirir el pergamino. El propio Pedro Vindel anunció su descubrimiento en febrero de 1914, en un artículo en la revista Arte Español. Un año más tarde, en 1915, publicó la primera edición facsímil del manuscrito. Pero nadie en ninguna instancia oficial mostró el menor interés.

A Martín Códax, por su parte, sí tuvo su reconocimiento. En 1998, se le dedicó el Día das Letras Galegas, aunque compartido con Xohán de Cangas y con Mendinho.

Mientras tanto, la Morgan Library de Nueva York dio cobijo al pergamino Vindel con todos los honores. Allí han viajado estudiosos y artistas para rescatar una obra excepcional, ya que incluye las notaciones musicales.

Ahora, regresará a Vigo, durante seis meses a caballo entre 2017 y 2018. Se trata de una visita excepcional, de enorme carga emocional para la cultura gallega. Aunque, por ahora, se ha visto poco entusiasmo. Vuelve a casa un objeto simbólico, el mejor vehículo para transmitir cultura. Esperemos que no se desaproveche esta enorme oportunidad.