Tocar en la calle es como ir a la oficina de Google

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO

XOAN CARLOS GIL

El poeta y músico vigués Xabier Cereijo suele actuar en Príncipe, pero se toma el confinamiento como la oportunidad de sacar partido a un momento único: escritura, conciertos, ejercicio y vida social de balcón

16 abr 2020 . Actualizado a las 00:55 h.

Xabier Cereijo (Vigo, 1969) optó en el último lustro por un escenario que en este momento está totalmente proscrito: la calle. En concreto, la del Príncipe. Hasta ella bajaba cada día para tocar la guitarra y cantar, enfilando Urzaiz desde su casa hasta que, como casi todos, tuvo que pertrecharse en ella hasta nuevo aviso.

Cuando los encierros vienen ricos en recursos creativos, necesidades básicas cubiertas y espíritu optimista, se llevan de otra manera. Es lo que le pasa a él, que confiesa que a veces hasta se siente culpable.

Cereijo ha tocado en diferentes grupos, el último fue Pelotón Smirnoff, «pero todos amateurs», apostilla. «Me he ganado la vida con la música tocando en la calle o en locales los fines de semana, y aunque a lo que he dedicado más tiempo profesionalmente es al periodismo en diferentes periódicos, cadenas de radio y revistas», un camino que dejó porque la vida le fue llevado por otros derroteros: «Me fui al extranjero, perseguí a alguna mujer..., y si tuviera que definirme como qué soy, diría que poeta», afirma, «aunque depende del día que me pregunten», bromea.

Cereijo estudió tres años en la Universidad de Santiago, «básicamente en la cafetería», reconoce el artista, que empezó Filosofía y Filología Románica. Su formación musical tampoco es académica sino autodidacta. «Jamás fui a una clase», asegura el vigués que según explica: «Así como nunca pensé que fuera a ejercer de periodista, siempre supe que me encantaría tocar en la calle, y a pesar de que como asegura, «es una experiencia interesante porque pasan cosas todos los días y para mí es como ir a una oficina de Google, llena de entretenimientos», pero tampoco la echa de menos ahora.

«En mi entorno casi todos están pensando en que se abra la puerta para salir corriendo y yo, en cambio, estoy dentro del pequeño porcentaje de población a la que se le han pasado la urgencia. Me siento bien. Es un momento de introspección que quizás no hubiera escogido pero si lo hay que hacer, se convierte en un trabajo interesante. No tengo prisa para salir a emborracharme con mis amigos. Para eso tengo toda la vida. Para esto, no, es único», cabila. «Seremos los abuelos que contemos la batallita del confinamiento», augura.

El artista explica que su casa, en la que está con su mujer y su hija, parece una oficina. «Estamos cada uno en una habitación con su ordenador, buscamos momentos para compartir y lo pasamos muy bien jugado, bailando o montando el escenario de quita y pon en la sala para los streamings», dice en referencia a los dos conciertos por semana que ofrece, unos para la audiencia virtual a través de Facebook Live y otros para sus vecinos, desde el balcón. Su repertorio es variado. Este fin de semana hizo un homenaje a Aute y el último fue un instrumental de guitarra con temas de blues. Tocó a pesar del apagón cultural porque opina que no es el momento. «Me resulta estomagante que un sector, expresándose por boca de sus privilegiados, demande de un Estado con las arcas exhaustas, un trato de privilegio que no han pedido los que están yendo a currar a hospitales y supermercados, Es como si la orquesta del Titanic se hubiera declarado en huelga», zanja.

La cuarentena en viñetas

Entre las múltiples actividades con las que ocupa su tiempo, Xabier Cereijo comparte por vía telemática con su amigo el ilustrador vigués Michel Casado, una serie que han llamado La cuarentena en viñetas, «que es algo que ninguno habíamos hecho antes: ni él viñetas ni yo guiones para ellas», advierte. «Hacemos una por día y ya llegamos a 30», cuenta sin descartar la idea de que terminase siendo un libro.

De hacerse realidad sería su primera publicación, porque a pesar de que tiene miles de versos escritos, el terror a arrepentirse al verlo en sus manos termina siempre echándolo atrás. «Tengo miedo a que me avergüence pasado un tiempo», confiesa. «Y me habría pasado si hubiera publicado los primeros poemas que hice», afirma.

Sin embargo, no deja de escribir cada día y cuelga sus poemas en Facebook. Tampoco ha publicado nunca un disco a pesar de las miles de hora que ha dedicado a ello.

Entre las batallitas que contará cuando todo esto pase, Xabier Cereijo esta especialmente orgulloso de haber descubierto a su vecindario. «Un día nos dio por poner unos carteles con nuestros nombres en la ventana y a partir de ahí lo empezaron a hacer otros vecinos». Ahora ya han sido presentados.