
Hemeroteca: En junio de 1985, el Peixe do Mar fue atacado por el Polisario en la costa africana con lanzagranadas y ametralladoras. Los asaltos y secuestros fueron constantes en la zona durante once años
08 jun 2022 . Actualizado a las 02:34 h.«No sabía que era un ametrallamiento. Oí mucho ruido y pensé que era una explosión en la máquina. Me levanté, fui a cubierta y ya vi a toda la gente tirada en el suelo como asistiendo a una batalla. Debían de ser las doce menos diez». A su llegada a Vigo, así recordaba el cangués Mario Soage, cocinero del pesquero vigués Peixe do Mar, el ametrallamiento sufrido el 13 de junio de 1985. Aquel fue un incidente más en la larga lista de ataques sufridos por los pesqueros españoles, sobre todo gallegos, en aguas del banco saharaui durante los primeros años del conflicto bélico que enfrentó a Marruecos y al Frente Polisario, tras la espantada española de aquellas tierras en 1975. Desde aquel año hasta 1986, resultaron secuestrados doce barcos y otros muchos atacados con ametralladoras y lanzagranadas. Murieron once pescadores españoles en aquellos años, todos a manos del Frente Polisario, aunque también la marina de guerra marroquí realizó abusos graves a los marineros que inspeccionaban, confiscándoles arbitrariamente sus cargas o apresándolos.
Entre 1958 y 1976, el Sáhara Occidental fue una provincia española con los mismos derechos y deberes que Albacete, Logroño o Lugo. Muy cerca de su costa se encuentra el banco sahariano, muy rico en pescado debido a una corriente fría que la recorre. España firmó un acuerdo pesquero en 1979, pero no fue reconocido por los saharauis. Incluso, en aquel descontrol posterior a la salida de España, Mauritania comenzó a acosar a los pesqueros españoles que faenaban en la zona. En aquella época faenaban en ese caladero 857 arrastreros y congeladores y 232 barcos artesanales españoles. Es decir, muchos marineros arriesgaban su vida a diario en aquellas aguas.
«Nos atacaron con ráfagas de ametralladora y con algún tipo de mortero o cañón, por las detonaciones que oímos. Tuvimos el tiempo justo de pedir socorro y poner el motor a toda máquina para huir, y lo hicimos navegando hacia el noroeste, para salir mar afuera, pero el primer impacto que recibimos rompió el compás del barco y nuestro navegar se hizo difícil y, sin poder seguir una línea recta», afirmó ya en Canarias Agustín Cerviño, patrón de pesca del Peixe do Mar. «En ningún momento vimos quién nos atacaba. Que quede bien claro que no pudimos ver la embarcación o embarcaciones que nos atacaban», añadió el responsable del buque gallego.
El patrón explicó que el jefe de máquinas «se jugó el pellejo, porque se aferró al timón, metió la máquina a tope, y huimos, aunque nuestros atacantes nos persiguieron disparándonos durante media hora». Luego llegaron dos pesqueros, uno de ellos el Álvarez Entrena 17, que les rescató del mar, y «cuando llegaron los pesqueros nuestros los atacantes desaparecieron», dijo Cerviño.
Tres días más tarde, otro pesquero gallego, denominado Lisoiros, fue apresado junto a otros dos barcos españoles por una patrullera marroquí. El navío de la armada alauí desconectó e inutilizó la radio de los tres pesqueros y embarcó en la patrullera a un tripulante en cada una de las embarcaciones para evitar su huida.
Así que los pescadores españoles estaban justo en el medio de un conflicto en el que resultaban ser víctimas, como le ocurrió a José López Pérez, engrasador de Panxón, asesinado durante el ataque al pesquero Andes, matriculado en Vigo. Ocurrió en julio de 1986. Días después, desde Argel, el Frente Polisario reivindicaba el ataque y lo justificaba diciendo que el pesquero se había adentrado en aguas territoriales de la República Árabe Saharaui Democrática. Un año antes también había atacada una patrullera de la Armada, Tagomago, muriendo en la acción un cabo español y siendo heridos otros dos marineros.
La entrada de España en la Unión Europea modificó las relaciones al quedar los acuerdos pesqueros incluidos en la gestión comunitaria. Para llegar al acuerdo de 1988 también hubo sufrimiento entre los pescadores españoles, que tuvieron que estar amarrados dos meses, con el consiguiente beneficio en concesiones para Marruecos.
Los siguientes tratados, que jamás fueron demasiado largos, supusieron una merma en los beneficios de los armadores españoles que progresivamente veían como se iba reduciendo su flota y los puestos de trabajo que ofrecían. Por el contrario, Marruecos siempre ha salido ganado. En el último ratificado en el 2019 entre Marruecos y la Unión Europea tiene una validez por validez por cuatro años. La Unión Europea paga a Marruecos 52 millones de euros anuales a cambio de que 128 barcos faenar en la zona.