
El centro de Amencer en Vigo ofrece tecnología puntera en su ámbito
24 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.David Curty (34 años) sufre parálisis cerebral y lleva 25 años acudiendo a terapia. Pero no fue hasta el mes pasado que consiguió llevarse una cuchara a la boca —una adaptada con un mango negro grueso y doblada—. Por primera vez, también está aprendiendo a manejar un ordenador gracias a un ratón con un joystick con cuatro botones. «Estoy empezando, muy a poco», matiza. Es uno de los 34 usuarios que acuden al centro de atención integral de la asociación Amencer-ASPACE, financiado por la Fundación Amancio Ortega y con actividad desde septiembre, que ha implementado un servicio de rehabilitación externa a través de terapia robotizada, con tecnología procedente de otros países europeos.
Curty trabaja el patrón de alcance con el brazo —útil para el aprendizaje de la cuchara y el ratón— en una de las tablets gigantes repartidas a lo largo de las dependencias. Estos aparatos están incluso incorporados a otras máquinas para hacer una terapia gamificada. «Se utiliza el juego para rehabilitar, todo lo que tiene pantalla le propone retos al paciente», indica la coordinadora técnica del centro, Cristina Iglesias. Se ha trabajado con Curty haciendo diatermia, ejercicios de coordinación óculo-manual y trabajo activo de potenciación muscular en las instalaciones del centro.
Cada día de los que acude al centro es distinto. El día que La Voz visitó las instalaciones su primera sesión de la jornada era con la logopeda, con la que ha mejorado su pronunciación durante el trabajo en la rehabilitación. «Hice un podcast hablando de temas variados, de la actualidad o del fútbol», cuenta este aficionado al Celta. Como cada viernes. tendrá otra sesión de 45 minutos en la piscina con la que cuenta el centro para la terapia acuática. Está clorada con sal, tiene una altura terapéutica y permanece a 31 grados, temperatura que permite relajar la musculatura y las piernas.

El centro está orientado a población con daño cerebral y patologías neuromotoras, sin límites de edad. Su paciente más joven fue un bebé de 3 meses y el más mayor 76, con una patología en las cuerdas vocales. Iglesias indica que la atención se limita a la población para la que están especializados: «Todos los pacientes que vienen y no son candidatos nuestros, como ocurre en los casos de autismo, los derivamos».
Ana Gil, de 40 años, acude a terapia para recuperarse de un ictus. En el centro de Amencer ha aprendido a entender mejor sus movimientos: «Movía el brazo como fuera, ellos me explican que es un patrón para ir mejorando». Los robots del centro le ayudan a movilizar su cuerpo, «pero distraída» y dice que «le encanta» una máquina que quita peso de los brazos para moverlos con más facilidad.
El equipamiento sueco, suizo o alemán con el que cuentan es poco frecuente en España. Las dependencias cuentan, entre otros, con un aula multisensorial, jaulas de poleoterapia para los entrenamientos de fuerza, una cinta de marcha digitalizada (Zebris) o un aula para. También un aparato que simula el movimiento del lomo de un caballo, que Iglesias asegura que en España solo tiene otro centro en Guadalajara.

Aprender ir al baño, bracear más en el surf y correr hacia atrás en tres semanas
Además de la convencional —la que se extiende durante todo el año—, ofrecen terapia intensiva en neurorehabilitación como un complemento a la primera, que ha tenido cuatro usuario hasta ahora. La intensiva se concentra en tres semanas y requiere de trabajo cuatro horas al día durante cuatro días a la semana. Para entenderlo mejor, Iglesias lo compara con el resultado de una experiencia de inmersión en inglés: «Por ejemplo, has estado estudiando inglés durante todo el bachillerato y, durante un mes de verano, te vas fuera para absorber y empaparte de todo».
Al centro Amencer de Vigo se trasladó hasta una niña de 10 años procedente de Barcelona. Los usuario a ellos con demandas concretas y el equipo del centro las transforma en objetivos. En este caso, esta niña es educada en un sistema de escolarización combinada, es decir, acude dos días a un centro de educación especial y los otros tres a uno ordinario. En este último, necesitaba la ayuda de dos docentes para ir al baño, así que la petición era poder hacerlo sola: «Había que trabajar la fuerza de las piernas, aprender la secuencia, aprender a manejar la silla, bajar de la taza y volver a sentarse en la silla de ruedas». Este meta específica es la que les hizo venir a Galicia «para poder ser independiente dentro de su colegio porque una niña de diez años quiere intimidad», apunta la coordinadora técnica del centro.
Otro niño de 9 años, originario esta vez de A Coruña, les hizo tres peticiones, todas encaminadas a la práctica deportiva: ser capaz de bracear más en la tabla de surf, ser más independiente en la tabla de skateboard y, como defensa en un equipo de fútbol, ser capaz de correr hacia atrás sin que el del equipo contrario le tirase al suelo. Para lo del surf utilizaron la piscina; para lo segundo, un robot dinámico que imita el movimiento de una tabla, y, para la última petición, le hicieron correr en la cinta robótica. Esta incorpora una plataforma de posturografía y analiza la marcha del paciente.
Se ha utilizado con él, como con el resto de pacientes, todo el edificio. En las terapias intensivas es costumbre todos los recursos a disposición del centro «porque les engancha y les motiva más». Lo hacen en unas dependencias enteramente acristaladas, que permiten observar las terapias, porque el máximo principio de la asociación es la transparencia.