El Halo vale 24 años de ayudas sociales

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO

XOAN CARLOS GIL

El Vigo Vertical es un programa antagónico a las actuales medidas de ahorro energético

15 ago 2022 . Actualizado a las 01:35 h.

El curioso nombre de Halo no responde a un salto a gran altura en paracaídas sino, como no podría ser de otra forma en la ciudad empecinada en aumentar hasta el infinito y más allá su ya desbocada contaminación lumínica, al halo luminoso que sus luces ornamentales enviarán al espacio. El coste del doble ascensor, que desde su proyecto inicial hasta la colocación de la primera piedra ha saltado de los 7,2 hasta los 12,8 millones puede parecer caro, que todo es relativo ante el prodigio que como toda obra que se hace en la ciudad nos convertirá, dicen, en referencia mundial.

El concejal de Marea de Vigo Rubén Pérez hacía no obstante una comparación pertinente en el actual contexto social: el coste del Halo equivale a 24 años de ayudas municipales de emergencia a las familias (el gasto real, no el anunciado) en la ciudad. Pero para que el balance sea completo deberíamos analizar su impacto ambiental. Tomando como referencia la media de consumo de este tipo de elevadores que figuran en los documentos técnicos de las instaladoras, y suponiendo que se trata de ascensores hidráulicos (cuyo consumo de energía se produce fundamentalmente en el ascenso) con un prudente cálculo de 30 usos diarios, el prodigio se va a comer unos 28.000 Kw anuales. Este cálculo no incluye su iluminación ni el coste energético de sus obras.

Llueve sobre mojado tras las rampas mecánicas de Gran Vía (75.000 Kw anuales los tramos actuales) las escaleras de Segunda República y plaza de Portugal (14.000 KW cada tramo), ascensores del Parque Camilo José Cela, Pi y Margall, Marqués de Valterra, San Salvador, Pizarro (unos 10.000 Kw anuales cada uno), sin olvidar los proyectos de nuevas rampas mecánicas de Gran Vía y las siguientes entre Praza de España y Traviesas, cinco nuevas rampas en Escultor Gregorio Fernández, escaleras en el ambulatorio de Teis, ascensor entre Urzaiz y Vía Norte, rampas en calle Talude, Isaac Peral, Joaquín Loriga, y lo que falte.

No tiene nada de movilidad sostenible llegar en coche al aparcamiento de Urzaiz para que un ascensor te suba a unas rampas mecánicas en Gran Vía, ni llegar en coche al aparcamiento de Vialia y subir en ascensor a Vía Norte o subir en el Halo para que rampas mecánicas en Escultor Gregorio Fernández te lleven a su vez a las rampas de Gran Vía. Dicen que todos los caminos conducen a Roma, pero en Vigo todos los caminos conducen al centro comercial.

El proyecto Vigo vertical no tiene fin, pero la energía que necesitamos para mover el milagro se acaba y parece que nadie en el gobierno municipal se ha parado a pensar en ello. ¿De dónde vamos a sacar esa energía, que podemos estimar prudentemente en 600 megavatios anuales? Lamentamos dar la mala noticia a Praza do Rei, pero con los límites del planeta hemos topado.

El petróleo abundante y resto de energías fósiles, fácil de extraer y barato se acabó, y el agujero que dejará es tan inmenso que las energías renovables no lo podrán cubrir, porque no todo se puede electrificar y sencillamente este planeta no cuenta con los recursos minerales estratégicos para esa electrificación global. Las renovables, muchísimo menos por supuesto, emiten también CO2 en su ciclo de vida completo (extracción de materias primas, fabricación, instalación y retirada). Nos lo están advirtiendo los expertos en clima y energía (lean a Antonio Turiel) por si el sentido común, no se puede crecer indefinidamente en un planeta limitado, no fuera suficiente. Tenemos que reducir radicalmente el consumo de energía, y no es una opción, es inevitable y cuanto más tardemos será peor.

Vigo vertical es un irresponsable ejercicio de negacionismo climático, con el agravante de ser realizado en la primera ciudad de Galicia que firmó la declaración de emergencia climática, al parecer sin leer lo que se firmaba. Al igual que las luces navideñas, el Vigo vertical es antagónico a las medidas de ahorro de energía. Pensando globalmente (hay vida más allá del alto de Puxeiros) nos salva la singularidad. Si todas las ciudades siguieran el mal ejemplo al nivel de Vigo este país ya estaría al borde del colapso energético.