La iniciativa Fuck This Studio, de Noemí Parga y Andrea Costa, revitaliza unas galerías inactivas
25 ago 2022 . Actualizado a las 01:19 h.Un negocio de higienización vacío, un pequeño establecimiento desocupado con el letrero de un restaurante y una floristería con un cartel de «cerrado por jubilación», entre otros. Es lo que alguien se encuentra al pasar por las Galerías Park en la calle Urzaiz de Vigo, que a finales del siglo XX albergaron el Cine Plata. Además de algunos locales empleados como almacén, sobreviven un negocio de compraventa de oro, una peluquería, un obrador especializado en productos ecológicos, vegetarianos y veganos y un espacio de trabajo artístico y de promoción de artistas locales.
Al margen de las «galerías grandes» —como se refieren en el edificio a los locales a los que se accede desde la entrada principal—, en un pasillo lateral están las instalaciones Fuck This Studio, cuyas responsables son Noemí Parga (Vigo, 1994) y Andrea Costa (Vigo, 1994), licenciadas en Comunicación Audiovisual y en Bellas Artes, respectivamente, y ahora docentes. La segunda se unió al mes de que sus fundadoras pusieran en marcha el proyecto; Parga lo hizo en noviembre del 2020. Fue producto del «gusanillo de hacer cosas y salir de casa» tras el confinamiento, recuerda Costa. «Habíamos acabado los estudios, no sabíamos que queríamos hacer… No nos parecía una locura buscar un espacio en el que personas afines y de procedencias parecidas a nivel de estudios desarrollar los proyectos que quisiesen y proponer otra opción de ocio», explica.
Eso se materializó en un local en las «galerías pequeñas» que se podían permitir por su alquiler barato. Según les contó su casera, en algún momento fue una peluquería y, en otro, una hamburguesería. Querían reflejar esa mutabilidad del espacio físico en cada una de las instalaciones que preparan: «Nos gusta pensar que es un espacio mutante, que no es un cubo blanco donde pones una copa de vino. Tuvo muchas vidas y nos gusta que eso se refleje en el trabajo».
Ese carácter abierto se traduce en la filosofía horizontal del proyecto, con una dirección de correo electrónico disponible para recibir las propuestas, que intentan adaptar al espacio. El lugar que ocupan sus proyectos es cada vez menor: ahora utilizan Fuck This Studio, principalmente, como una ventana a otros trabajos artísticos, en forma de exposición o de taller. En el último año, por ejemplo, ofrecieron una segunda oportunidad para aprender la técnica del tufting con Yuxara Covelo y albergaron una muestra de cerámica, ilustración (hasta 3D) y tatuajes a cargo de Lili Algo, Sandra Gutiérrez y Aaabraaan.
La accesibilidad es transversal a todo su trabajo. Intentan que la relación entre visitante y obra sea más cercana que la que puede haber en un museo: «Nos interesa enseñar el proceso de cómo se llega a una obra final. Ponemos bocetos, hacemos una instalación que, por ejemplo, represente el espacio de creación del artista…». Por ejemplo, en una de las últimas exposiciones que acogieron, con fotografías de Claudia Silva, se permitía dibujar, escribir, hacer música o tocar. Las piezas que se venden (risografías, ilustraciones o fanzines) son igualmente asequibles para un público amplio.
Al lado del estudio existía una heladería y confitaría que ahora guarda en sus vitrinas carretes y cámaras: Heladería Mari, reconvertida por ambas en un laboratorio de fotografía analógica. En una línea similar, impulsaron unas jornadas sobre el tratamiento analógico de la imagen bajo la marca Percal Lab, cuya segunda edición se extiende desde este verano hasta octubre.
De momento, en el presento ciclo han enseñado a hacer cianotipia en cristales reciclados —una técnica especial para superficies no porosas— con la argentina Dulce Delía, a transportar polaroid con las responsables de laboratorio barcelonés La Roña y a hacer ampliaciones de negativos fotográficos con Antón Casarejos. La próxima cita será el 10 de septiembre con un taller de iniciación a la foto analógica. Quieren «pararse a pensar y huir de lo instantáneo». Lo hacen, precisamente, en un lugar donde parece que el tiempo se ha detenido.
Ni abandonadas ni vacías
«Las veo [las galerías] como está todo, como está la calle», señala Teresa Moure, la presidenta de la comunidad vecinal de Urzaiz 81, a la que pertenecen las «galerías grandes». Entiende la situación de inactividad comercial como un reflejo de lo que sucede fuera de allí, donde muchos negocios tuvieron que cerrar por las consecutivas crisis: «Si no tiene actividad es porque el dueño no quiere o lo está usando para algo». Por eso rechaza la utilización de la palabra «vacía» en referencia al espacio. Por ejemplo, uno de los locales pertenece a un albañil que guarda ahí sus herramientas y otro, a un hombre que continúa vendiendo la mercancía sobrante de un negocio cerrado.
El accionista mayoritario del obrador Alacena Galega, cuyo padre se encargó de construir las galerías, prefiere referirse a ellas como «obsoletas» antes que abandonadas. Su local es uno de los que continúa en activo, pero solo de puertas para dentro, ya que allí no venden. El dueño del comercio de compraventa de oro, Luis Fernández, atestigua que el último cierre fue el de una floristería, en el último año. Él abandonó otro establecimiento para ocupar el de una mercería en la entrada por su visibilidad.
El estudio, sin horario estable, devuelve con sus actividades puntuales el tránsito a las Galerías Park. Sus responsables contemplan la posibilidad de convertirlas en un enclave destinado al arte, entendida por Costa como «una opción menos masificada y menos capitalista». Piensan en el Cine Plata: «No podemos permitírnoslo, pero otra persona podría hacer algo allí».