Hubo allí un castro, luego un castillo y después una ermita
15 ene 2023 . Actualizado a las 12:00 h.La «tierra» de O Val de Fragoso está formada por la depresión del río Lagares y otros pequeños cursos de agua, como el Eifonso o O Bao, cercada por una cordillera no demasiado prominente que se extiende dibujando un arco desde Rande hasta Saiáns. En su extremo meridional se encuentra la parroquia de Santo André de Valadares, la cual destaca por su orografía accidentada. En su parte sur, lindando ya con Zamáns, en el barrio de A Garrida, se sitúa el monte Alba, que con sus 503 metros de altitud, y junto al Alto do Cepudo (no confundir) son de los más eminentes de la comarca.
Su nombre o topónimo es de los que pueden conducir fácilmente a un error de significado. A primera vista, y la opción más sencilla, sería considerar que procede del latín albus, con claro sentido de «blanco», pero es del todo incorrecto. Habría que buscar su raíz, a decir de J. García Sánchez, en su Atlas Toponímico de España, en el preindoeuropeo «alb» (como Alpes, por ejemplo), entendido como pradera o «paso de montaña y, más generalmente, como monte, roca, colina o altozano, que se ajusta muy bien a su peculiaridad orográfica; y añade, con mucho acierto el citado filólogo que, ya de forma derivada, se refiere a una fortificación o castillo.
En todo caso, se produce lo que los expertos denominan una tautología o repetición de monte más monte. Aclarar, si acaso, que el indoeuropeo es el hipotético origen de una familia de lenguas que se extienden, quizás en el Neolítico, de la India a Europa Occidental, de modo que Alba sería un orónimo incluso anterior y, por lo tanto, de máxima antigüedad, relacionado con el enigmático idioma vasco. Por citar tan solo la toponimia mayor de Galicia, este se repite en las parroquias de Santa María de Alba (Pontevedra) y Xoán de Alba (Vilalba, Lugo), ambas coincidentes por su pronunciado relieve montañoso.
Su forma, con formidables defensas naturales a su alrededor; gran altitud, que le permitía el control visual de muchos kilómetros a la redonda; y unos pocos restos cerámicos aparecidos al abrir las pistas, ponen de relieve que en esta cumbre existió un poblado castreño. Hoy totalmente desfigurado, se le calcula una extensión aproximada de 1,4 hectáreas.
Pasado el tiempo, al menos desde el siglo XV, en su cima campeó un castillo del dominio de la casa señorial de los Valladares. Así, en las probanzas para armarse caballero de la Orden de Santiago Benito Enríquez Sarmiento (1666), se indica que allí «hay los cimientos de un castillo, con sus murallas todas de sillería, y en medio de dicho castillo hay una cisterna de piedra picada y asimismo dentro de dicho castillo una capilla de Nuestra Señora». Se ve que ya en esa época solo se conservaban unos escasos restos.
El minucioso catastro de Ensenada (1753) ni siquiera los registra. Sí un gran edificio en su base, propiedad de los marqueses, que debió de servir de celeiro para guardar las rentas anuales que cobraba por los foros de las tierras (cereales, vino).
La citada ermita bajo la advocación mariana ya se registra en la visita pastoral del obispo de Tui de 1528, siendo por lo tanto una de las más antiguas de la comarca. En 1722, el obispo mandaba que se abriese un libro de cuentas de las limosnas recogidas, lo que indica que eran muchas. Últimamente se le ofrecía un ave de corral de color negro. En 1669, José Sarmiento de Valladares, dignidad de la catedral de Oviedo y miembro del colegio de San Salvador de Oviedo de la Universidad de Salamanca, fundó la obra pía de una misa cada sábado por su alma y de los familiares directos, así como en la festividad de varias vírgenes, de coste 200 reales, sacados de los réditos de un censo (hipoteca) de 4.000 reales; el patronato recaía en la Casa de Valladares, bajo supervisión del párroco. En su interior se guarda una tosca imagen de madera de san Bartolomé portando una especie de cuchillo, lo que dio lugar a una popular romería con la cual el cura o acólito tocaba tres veces en la cabeza del devoto recitando una letanía, con lo que se pensaba perdería el miedo.
Historiador y miembro fundador del Instituto de Estudios Vigueses