La canguesa Jéssica Veiga Dacosta, que convive hace catorce años con la enfermedad, se convierte en emprendedora con la ayuda de la ONCE
16 abr 2023 . Actualizado a las 13:19 h.Jéssica María Veiga Dacosta, canguesa de 39 años, lleva conviviendo con la fibromialgia desde antes de la pubertad aunque el diagnóstico definitivo no llegó hasta que cumplió los 25. Esteticista, comenzó su carrera profesional a los 18 años y tuvo que abandonarla en el 2018, extenuada por los dolores y el agotamiento físico y mental. Ahora, respaldada por el programa Por Talento Emprende, de la ONCE, ha conseguido abrir su propio negocio y volver a trabajar adaptando su vida profesional a una enfermedad que se caracteriza por producir un dolor crónico generalizado, cansancio extremo, alteraciones del sueño, trastornos del ánimo, entre otros síntomas. «Hay días de tanto dolor y agotamiento que no me puedo levantar de la cama», explica Jéssica María Veiga.
Ha abierto un centro de estética avanzada en el que pone al servicio de sus clientes sus más de veinte años de experiencia en el sector, pero acumula aún más aprendiendo a convivir a diario con un dolor incapacitante para muchas cosas. En la fibromialgia la veteranía es un grado porque con el tiempo, los pacientes detectan cuáles son los protocolos más eficientes para controlar el dolor, aceptarlo y tratan de construir rutinas flexibles. Es lo que ha conseguido Jéssica.
«Tardé diez años en que le pusieran nombre a mi enfermedad desde que debutaron los síntomas en la adolescencia. Creo que lo peor y lo que más me dificultó el día a día fue el insomnio, llegué a estar catorce días sin dormir, aún con medicación», recuerda.
Ha aprendido a vivir con su eterna compañera. Sabe que hay días estables y otros más críticos, pero también reconoce los desencadenantes de muchos brotes y ha conseguido llevar una rutina relativamente normal, pese a los rigores de la enfermedad. «Hay que aprender a vivir con la fibromialgia y saber las consecuencias de cualquier exceso. Hay que tener rutinas muy concretas, dormir entre 8 y 10 horas y evitar lo más posible el estrés para intentar sobrellevar el día a día», explica. Tantos años con la enfermedad le ha permitido que ahora esté «estable con la medicación y mucha terapia», pero «hubo días de tanto dolor que hubiera preferido morir».
«Mis clientes saben que hay días que no puedo abrir, pero trabajamos con cita previa y así puedo organizarme y adaptar mi trabajo a mi enfermedad», afirma. Jéssica tampoco olvida el viacrucis antes del diagnóstico.
«Llevaba años sumando síntomas, pero perdida porque unos médicos te derivan a otros y nadie te da respuestas. Así que, cuando por fin llevó el diagnóstico fue duro, pero me dije: No estoy loca, tengo fibromialgia, todos mis síntomas tienen explicación», confiesa para abrir camino a cuantas personas han de peregrinar en busca de respuestas a su sufrimiento.
Su testimonio quiere abrir ventanas a quienes padecen una enfermedad invisible para muchos, pese a su prevalencia. «Ahora es bastante llevadera con terapia y medicación, pero hay que trabajar cada día física y emocionalmente para no caer en un pozo», dice. Es fundamental, advierte, el respaldo de amigos y familiares: «Es una enfermedad dificilísima de entender para quien no la tiene y lo peor que te puede pasar es sentirte solo o incomprendido». Igualmente importante, dice, son las rutinas. «Por ejemplo, si no duermo bien, sé que me va a pasar factura. No solo tendré más dolores, sino dificultad para concentrarme o hablar», advierte.