Ser o no ser... Alejandro Sanz

b. r. sotelino CONCIERTO EN EL AUDITORIO DE CASTRELOS

VIGO

M.MORALEJO

CRÍTICA. El músico, algo ausente al principio, encauzó su concierto en el auditorio de Castrelos a pesar de un sonido deficiente

29 jul 2023 . Actualizado a las 18:07 h.

«Cuando nadie me ve, puedo ser o no ser...» Pero si eres Alejandro Sanz, igual conviene parecerlo. El Alejandro Sanz que salió la noche del jueves a encararse con quién sabe cuántos miles de personas, pero seguro que más de 15.000 y segurísimo que menos de 90.000 era él, pero parecía otro. Salió con una ráfaga de vatios que a pesar de su intención de epatar, dejó bastante helada a la audiencia, como si de repente se hubieran confundido de sitio. Unas imágenes del músico en blanco y negro dieron paso a su aparición estelar. Provocó rugidos, pero a pesar de que lo tenía todo a favor, fue capaz de desinflar pronto a buena parte de los espectadores.

Empezó con el premonitorio No es lo mismo. Y no lo es, aunque lleve 30 años pareciéndolo. El sonido no era nítido. Los arreglos para modernizar el repertorio, con esa ensalada de funky y flamenco, y después intermedios de relleno con rap y rock, desvirtuaban la esencia de lo que es, que es pop sin vuelta atrás. La banda tocaba por encima de las posibilidades acústicas del recinto. Que sí, que es precioso, pero no es perfecto.

También es cierto que en un concierto de verano no se busca perfección sino diversión. Y en eso no hubo fallo. Se lloraron ríos y se pudo bailar, corear los muchos y grandes éxitos del artista madrileño, pero la estructura del show da a entender que no puede aguantar él solo durante dos horas y recurre demasiado a la banda, que es la que se encarga de tratar de animar al personal en las esperas entre balada y balada. 

Sanz estuvo un poco perdido, como ausente escribiendo los versos de esa noche, y luego se encontró. Aún no era tarde y el balance se inclina a su favor. Al final fue acercándose al que todo el mundo quiere ver y escuchar, el que saca su lado cercano, el que es más Alejandro que Sanz, el que llama a sus hijos, a uno para salir a saludar y a la otra, la mayor, para una nueva felicitación de cumpleaños multitudinaria (la semana pasada le tocó a la pequeña Alma). Un Alejandro pequeñito y vulnerable jugando con las teclas del piano dibujando poco a poco su mejor canción: Lo ves, a la que le costó entrar, pero bordó «despasito».