Cientos de estudiantes de Vigo llegan tarde al instituto por la huelga de Vitrasa

alejandro martínez VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

Grupos de padres se movilizan a diario para llevar a sus hijos en coche a los centros

04 oct 2023 . Actualizado a las 01:34 h.

Cientos de estudiantes de enseñanza secundaria pierden horas de clase todos los días por culpa de la huelga de Vitrasa. Los más perjudicados son los alumnos de Bachillerato, especialmente aquellos que cursan sus estudios en los institutos que se encuentran más alejados del centro urbano. Para cientos de ellos, los autobuses urbanos son imprescindibles para poder hacer el recorrido entre sus casas y los centros. Al no ser una enseñanza obligatoria, no gozan del servicio gratuito de transporte escolar que la Xunta subvenciona a los estudiantes de la ESO. La consecuencia es que se ven abocados a depender de unos servicios mínimos que no les garantizan llegar puntuales a clase o movilizar a sus padres para que los lleven al instituto.

Muchas familias se han organizado para que sus hijos puedan llegar a tiempo al colegio. «La huelga es horrible. Mi hijo me dice que no llega al instituto porque no pasa el bus porque no cumplen el horario de servicios mínimos. Si tiene que pasar a las 8.10, pasa a las 8.25. Llamo a Vitrasa y a veces te cogen y otras no. Me tuve que comprar un coche para salir del apuro», se queja Mercedes Benito Pérez mientras espera a que salga de clase su hijo, que estudia Bachillerato en el Instituto de Valadares.

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La directora de este centro, Patricia Mena, reconoce que hay muchos alumnos que llegan tarde porque no hay suficientes autobuses y otros pasan llenos y no paran para recoger a los estudiantes. Afirma que hay padres que se han puesto en contacto con la concesionaria comunicándoles el problema que tienen, pero no hay soluciones. «Los de Bachillerato llegan siempre tarde. La verdad es que la huelga nos está afectando bastante», afirma también Julia, la conserje.

El mismo problema sucede en el instituto de Beade, que tiene matriculados a muchos estudiantes que viven en barrios alejados, como la Travesía de Vigo o Navia, afirma la directora, Liliana Saco. Los padres se han tenido que organizar entre ellos para que sus hijos no pierdan clase. Alumnos de la Escuela Superior de Arte ubicada en Navia también tienen muchos problemas para poder desplazarse. En el campus politécnico Aceimar sucede lo mismo, afirma la secretaria del centro, Sara Marcote.

Los institutos del centro urbano no están teniendo tantos problemas. La razón es que el grueso de sus alumnos estudian en las inmediaciones, tal y como apunta el director del Instituto Santa Irene. La directora del Instituto República de Uruguay, Henar Pascual, también afirma que la mayor parte de los alumnos son del barrio y acuden andando. Pero a ella le obliga a levantarse más temprano para poder llegar a tiempo. Una incomodidad que lleva con resignación porque apoya las reivindicaciones del comité de empresa de Vitrasa.

Las AMPA piden al Concello de Vigo que busque un acuerdo

Numerosos padres han expresado su queja por las molestias que genera que sus hijos no puedan coger un autobús para ir al instituto o regresar a sus casas. La situación también es muy preocupantes para muchos padres y madres que suelen llevar a sus hijos pequeños en autobús. La huelga de Vitrasa está creando problemas de conciliación a muchas familias. Desde las asociaciones de padres, reclaman al gobierno municipal que se involucre activamente en la resolución del problema que está afectando a miles de ciudadanos y que no lo relegue a un problema entre la concesionaria con sus trabajadores. La presidenta de Foanpas, Iria Salvande, no considera lógico que el Concello no intervenga.

«Entendemos que el alcalde es responsable de un servicio público y no puede desentenderse. Es el responsable de que las frecuencias sean las adecuadas y de que se preste un servicio de calidad», afirma Fernando Abeijón, concejal del PP.

Los trabajadores de Vitrasa demandan a la empresa una actualización de los salarios, congelados desde hace tres años. Además exigen dejar de hacer jornadas de diez horas. «Soy una trabajadora con más de 10 años de antigüedad y, en todo este tiempo, he podido observar y experimentar el deterioro de una empresa que ha pasado de ser emblema de la ciudad a un organismo dirigido por personas sin empatía que idolatran el dinero por encima de la ética y la moral», lamenta Rosa Martínez Pampillón.

Denuncia «jornadas interminables, presión constante por cumplir horarios imposibles». Afirma que su situación es desesperada porque sus acciones «perjudican a los usuarios, mientras empresa y Concello miran para otro lado».