El daño en el paseo de Bouzas es un nuevo aviso del mar

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO

M.MORALEJO

El nivel del océano Atlántico asciende 2,5 centímetros por década dentro de la ría de Vigo

06 nov 2023 . Actualizado a las 09:49 h.

El temporal Ciarán se llevó por delante una parte de las gradas instaladas sobre lo que en su día fue la playa de Bouzas. El suceso invita a una reflexión. La playa de O Adro era originalmente mucho mayor de lo que vemos ahora, pero el crecimiento urbano de Vigo a caballo entre los siglos XIX y XX ocupó buena parte del arenal con un relleno y una escollera de protección sobre la que, años después, se instaló el paseo marítimo sobre pilotes de madera.

Tras años de obras, el Concello decidió sustituir el paseo de madera por unas incomprensibles (cuestión de gustos) gradas de hormigón, lo que en la práctica equivalía a renunciar a recuperar el litoral y la playa desaparecida. La obra se presentó como «eterna» en contraposición al paseo anterior que se deterioraba con frecuencia. El caso es que no se contaba con un factor determinante llamado mar.

Solo hizo falta la llegada del primer temporal para que, a pesar de estar en una playa interior y protegida por el monstruoso relleno de Bouzas, el Atlántico se llevase por delante el prodigio.

Se trata del, por el momento, último aviso que nos envía el mar para recordarnos quién manda en el litoral. Quizás en situaciones normales aprenderíamos la lección, pero no invitan a la confianza los últimos ejemplos sin remontarnos mucho en el tiempo, apenas un par de décadas.

En 2007 llegaba el anuncio del ahora enterrado Plan Nouvel. Presentado por Abel Caballero, entonces presidente del Puerto, como la octava maravilla del mundo, contemplaba más de 80.000 metros de nuevos rellenos y un gigantesco edificio (mayor que la actual Cidade da Xustiza) al final de un espigón frente a Montero Ríos. Afortunadamente no se llegó a hacer, pero, lejos de rectificar, el ahora alcalde (afirma tras tolerar recientemente un nuevo relleno que no va a tolerar nuevos rellenos) no hace mucho todavía reivindicaba que había que «recuperar el espíritu del Plan Nouvel». Mientras se trate de un recuperación mística no hay nada que objetar ecológicamente hablando.

En agosto de 2010 se arrojaban 7.500 toneladas de arena en la playa de A Punta, en Teis, una buena oportunidad para preguntar otra vez a Elena Espinosa, entonces ministra de todos los medios excepto el aéreo (Medio Ambiente, Rural y Marino), si aquella actuación contaba con su preceptivo estudio de impacto ambiental y, de contar con él, quién fue la eminencia que lo realizó sin prever lo previsible. Lo previsible fue que esas toneladas de arena no llegaron ni al invierno. A finales de otoño el mar se las llevó por delante, algo que para casi todo el mundo era evidente. El anunciado nuevo espigón en A Punta, para que el mar no se llevase la arena, afortunadamente quedó en el olvido.

En noviembre de 2019 empezaban los trabajos para el nuevo relleno de 8.300 metros en la dársena frente al auditorio Mar de Vigo (nunca el nombre fue más irónico) para ampliar el muelle de O Berbés. Este, de momento, último relleno, que se justificaba como imprescindible y urgente, lleva años cerrado y sin uso alguno convertido en un informal vivero de plantas silvestres incluyendo especies invasoras.

Pero lejos de aprender en marzo de este mismo año el puerto anunciaba nuevas inversiones multimillonarias para hacer nuevos rellenos de miles de metros en los muelles de comercio y reparaciones. Hace años no eramos conscientes de las consecuencias de ocupar espacio al mar, o no nos importaban, y por eso perdimos prácticamente todo nuestro litoral rellenando centenares de miles de metros desde Teis a Bouzas pasando por todo el centro, incluyendo la Alameda y el Berbés y sus respectivas playas (la orilla del mar estuvo alguna vez a la altura de las calles Policarpo Sanz y Colón). Cada vez que realizamos alguna obra en el litoral estamos alterando las corrientes, la batimetría, el flujo de arena, las comunidades bentónicas y, en definitiva, alterando el ecosistema y provocando efectos locales y globales. Esto y la emergencia climática, con el Atlántico ascendiendo más de 2'5 centímetros por década en la ría, nos volverá a poner en nuestro lugar y se llevará por delante nuestras nuevas obras, por las malas, ya que a pesar de las advertencias del mar no aprendemos por las buenas.