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El hoy técnico, que siempre ha querido trabajar con las categorías base, lleva más de 20 años ejerciendo
29 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.«Rodolfo me entrenó hasta a mí», dice Xiana Silva, la presidenta del Xuvenil de Teis, sobre uno de los técnicos más veteranos de la base de la entidad. Es Rodolfo Lago Méndez (Vigo, 1974), por el que han pasado generaciones y generaciones de niñas viguesas que practicaron voleibol en el club femenino de referencia de la ciudad. Comenzó como jugador, pero ha tenido una larguísima trayectoria como entrenador que ha retomado con fuerza tras un tiempo de parón.
Cuenta que empezó a jugar tarde, con 18 años, y cuando esta era una disciplina prácticamente desconocida. «Estudiaba en Coia 2 y vinieron del club a ofrecer el deporte. No había escuelas y no estaba nada normalizado. No sabíamos ni decir bien el nombre», recuerda. Permaneció varios años en aquel club hasta que desapareció y, junto a otros chavales, montó otro, el Costa Serena, que fue ya donde también se inició en el banquillo. Ya han pasado dos decenios desde que el Xuvenil le propuso que las niñas que él entrenaba formaran parte del club de Teis a modo de filial. Ahí se creó un vínculo que ya ha sido indestructible hasta el día de hoy.
Lago no había practicado antes ningún deporte federado, más allá de jugar en la calle con otros niños. «En mi casa no había pasta para pagar por estar en un club, que antes se pagaba por todo, y no tuve oportunidad», señala. El volei llegó tarde a su vida, pero le enganchó con facilidad. «Estaba estudiando y me suponía era una liberación. A nivel personal, te forma para la vida, porque estás todo el tiempo conviviendo con el error y trabajando en ello», algo que dice que hace de este «un deporte muy especial y diferente a otros colectivos», con puntos muy trabajados.
Al voleibol le agradece haberle enseñado «que no te puedes rendir en ningún momento, que no puedes acumular los errores en la cabeza», que es lo que más cuesta a los chavales al principio, explica. «Además, con las ligas gallegas, viajábamos un montón cada fin de semana y así hicimos un grupo con el que lo pasamos muy bien», rememora sobre sus inicios como jugador. Luego, a mayores, le sumaron el volei playa «como complemento» y manera de seguir disfrutando todo el año.
En cuanto dejó de jugar, comenzó a ser entrenador; primero, de niños de cuatro y cinco años, y luego, de niñas, que han sido con las que ha trabajado desde entonces. «Siempre me ha gustado estar rodeado de gente joven. Soy monitor de tiempo libre y me interesan mucho los temas de formación. Me encantó la idea desde el principio», dice sobre una faceta en la que se inició en el IES Alexandre Bóveda y que ahora desempeña en el Xuvenil de Teis.
El parón que vivió lo desencadenó una lesión grave que le ha dejado secuelas, pero que ya no sufre en grado agudo y con la que ha tenido que aprender a convivir. «Tuve un accidente durante un partido. No fue jugando: salté a por un balón y me estropeé la rodilla. No me recuperé, lo tengo para siempre —lamenta—, pero lo voy llevando». A eso se sumó que formó una familia que requería de su atención y todas estas circunstancias le llevaron a alejarse hasta que hace tres años, retornó a su club. «Volví a las categorías inferiores, como siempre: infantil, cadete, juvenil...». Ha sido, asimismo, seleccionador gallego femenino de varias categorías. «Me ocupaba mucho tiempo y coincidió con la pandemia. Estuve fuera tres años», precisa.
El club siempre tuvo las puertas abiertas para Lago, que retomó el voleibol con las cadetes, que suponían pocos partidos y desplazamientos cortos. Un primer paso de cara a volver a estar en la actualidad «otra vez a tope». A lo que nunca se ha prestado, ni en la etapa anterior ni en la actual, es a tomar las riendas del primer equipo. «Me lo propusieron bastantes veces, pero prefiero la base, es lo que me gusta», zanja.
Es incapaz de calcular cuántas niñas pueden haber pasado por los equipos que ha dirigido en tantos años. «Son cientos. Incluso hay algunas que estuvieron de pequeñitas y vuelven ya con su trabajo. El voleibol es una familia y un deporte que engancha. Es muy difícil dejarlo del todo, siempre estás dispuesto aunque sea para una pachanguita», comenta.
Pero para él, la mayor satisfacción es comprobar que las deportistas han sido felices practicando voleibol. Y pone el ejemplo de una que tiempo después, al encontrarse por la calle, le contaba cómo echaba de menos el deporte: «Le ayudaba a organizarse los horarios y decía que a raíz de dejarlo, su vida era un desastre en ese sentido». Destaca que las integrantes del club suelen ser muy buenas estudiantes porque otra de las bondades del deporte es que les ayuda a administrar los tiempos y a guiarse por una disciplina.
Algunas de aquellas niñas que entrenó son las que actualmente componen la directiva de la entidad, algo que le supone un «orgullo» muy especial. «El Xuvenil es mi segunda casa y estoy encantado de que lo dirijan chicas que entrené y que se han hecho cargo del club. Todas mujeres», subraya. Una familia muy bien avenida.