El cierre estival de comedores sociales satura los que permanecen abiertos

Luis Carlos Llera Llorente
luis carlos llera VIGO / LA VOZ

VIGO

Luis Carlos Llera

Colas de hora y media para coger sitio en las Hermanas Misioneras

01 ago 2024 . Actualizado a las 17:22 h.

Saturno luce una barba blanca de medio metro de largo y a sus 74 años espera con paciencia por un plato de comida. En Vigo hay cinco comedores sociales que atienden diariamente a unas 600 personas. «La cosa está muy mal», asegura Saturno. En verano el número de comensales aumenta por los transeúntes, pero algunos centros cierran.

Una cola de treinta personas aguarda su turno en la calle para ser atendidos en el comedor social La Sal de la Tierra, junto al estadio de Balaídos. Es el último día que presta servicio antes del cierre temporal hasta el 9 de septiembre. Mayka Cantalejo, un voluntaria que atiende el centro junto a Pepa y otros voluntarios explica que la clausura a los usuarios se debe a que es necesario llevar a cabo labores de mantenimiento y limpieza. «Atendemos a 70 personas diariamente y les damos lo que recibimos de empresas. Mercadona nos ayuda bastante», señalan las voluntarias de un centro que fue creado por miembro de la iglesia evangélica.

Existen tres comedores sociales de La Sal de la tierra, el primero se fundó en Alicante por iniciativa de extoxicómanos que querían ayudar a personas en su misma situación. Luego siguieron los de Madrid y Vigo. .«Somos cinco voluntarios. No nos pagan ni el Ayuntamiento ni la Xunta», cuentan las encargadas. Al perfil inicial se han añadido otro tipo de usuarios, desde inmigrantes a abuelos con pagas exiguas. Yolanda y su familia son algunos de los que piden comida. El marido es nómada digital y hace algunos trabajos para empresas de Colombia. Lleva ocho meses en Vigo. La mujer y su hija han venido después y están todavía con el papeleo. Se llevan la comida que les dan en La Sal de la Tierra para la casa. En el lote hay verduras, pan, dulces. También raciones de paella. La Sal de la Tierra informa a sus usuarios que cierran y los deriva a otros comedores que permanecen abiertos durante el verano.

En la cola, un joven dice que, tras el cierre, se va a ir para Teis. Allí está el comedor de Vida Digna que atiende más de un centenar de personas, pero que también se verá obligado a cerrar el 17 de agosto, así que se tendrán que repartir entre el comedor de La Esperanza, en O Berbés, y el de las misioneras del Silencio, ya que el del albergue municipal solo da alimentos a las personas que se encuentran hospedadas allí y se alojan por un tiempo limitado, un máximo de diez días, ya que el recinto de la calle Marqués de Valterra esta concebido para situaciones de emergencia.

En la parroquia de Capuchinos en Vázquez Varela también dan bolsas con bocadillos los lunes, martes y miércoles. «Pero ha tenido que cerrar hasta octubre porque el padre encargado tiene el brazo mal», explica un transeúnte.

No les dejan en la calle

En las Misioneras del Silencia, la Hermana Guadalupe Egido se levanta pronto para preparar 150 comidas diarias. La entidad que fundó el fallecido P. Carlos Olivares ha salvado de la desnutrición a miles de vigueses y forasteros a lo largo de más de 40 años. La hermana dice que, por desgracia, faltan vocaciones para seguir con el compromiso de entrega al prójimo en una sociedad en la que los individuos cada vez están más preocupados de su propio bienestar. «Las vocaciones son nulas porque la vida de sacrificio solo se valora desde una óptica espiritual», dice la hermana que muestra las bandejas donde han preparado el menú del día: sopa de pollo, judías verdes con jamón y huevo duro y alitas de pollo. A las 8.30 se han encendido los fogones y a las 11 ya hay gente en cola para no quedarse sin sitio. Hay muchos inmigrantes. Roberto Castillo, venezolano de 63 años, lleva hora y media esperando por la apertura del comedor Virxe de Lourdes que regentan las misioneras del Silencio cuando recibe una buena noticia: «Me han dado mi número de la Seguridad Social, ya tengo permiso para trabajar». Esta alegría contrasta con la tristeza que vive su país, donde se encuentra su mujer. «ya ha habido 16 muertos y hay muchos heridos pero si esto sigue así puede haber mil muertos tras las elecciones». Una compatriota prefiere no meterse en política y ensalza el trabajo de las misioneras. «Hacen un trabajo maravilloso. Muchas personas necesitadas venimos aquí».

La hermana Guadalupe lamenta que muchas personas no separan valorar el trabajo que se hace desde instituciones de la Iglesia que desarrollan un trabajo de voluntariado y ayuda al prójimo que si no existieses «sería terrible para la sociedad». Detalla el perfil de muchos usuarios: «Normalmente viene la madre que se dedica a trabajar en empleos de limpieza, a veces sin contrato y luego llegan sus hijos. Hemos tenido el caso de una familia que estaba formada por una veterinaria y un medico y dos hijos «y venían a comer porque el permiso de residencia tardaba un montón y no se lo daban. No les vamos a dejar en la calle»..