Apodaca frena un ataque de una escuadra inglesa en la ría de Vigo

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO

El marino logró engañar en 1797 a una división británica fondeada frente a Cangas que amenazaba con asaltar el puerto

29 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Un espeso banco de niebla protegía a los buques de la Armada española San Agustín y el Atocha. Era febrero de 1797. Regresaban los navíos de la costa argelina hasta donde habían escoltado a un «personaje moro». En su viaje de retorno a Cádiz, a la altura del cabo de Santa María, fueron interceptados por una escuadra inglesa comandada por el almirante John Jervis. Con el apoyo de la niebla y la pericia del comandante del San Agustín, Juan José Ruiz de Apodaca, los dos buques hispanos pudieron librarse de la cacería inglesa, aunque tuvieron que cambiar su destina al estar bloqueado el acceso al puerto de Cádiz.

El San Agustín y el Atocha, tras burlar la vigilancia de los buques enemigos en la costa de Portugal, pudieron arribar a Vigo, donde tuvieron que permanecer varios meses debido a que la flota rival se había situado como bloqueo naval fuera de las islas Cíes.

La situación se complicó incluso más, a partir del 1 de julio, cuando una división británica, compuesta por dos navíos, tres fragatas y dos bergantines mandados por el almirante Samuel Hood, se adentró en las aguas viguesas y fondeó frente a Cangas, alejados de las defensas viguesas.

Ya es curioso que el historiador José de Santiago, en su Historia de Vigo, clavara la misma narración que unos años antes había publicado el escritor vigués Teodosio Vesteiro en La Crónica Naval. Curioso, porque también fue repetida la misma redacción en El Heraldo Gallego del 15 de junio de 1878.

En cualquier caso, todos coinciden en señalar que el almirante Hood envió un mensajero al cabo de A Laxe con la orden de reclamar al gobernador militar de la plaza la entrega de los barcos españoles o, de lo contrario, bombardearían la entonces villa de Vigo.

Apodaca y el gobernador no se amilanaron con el inglés y, como respuesta, permitieron que el oficial enemigo viese los preparativos de defensa. Este mensajero, una vez a bordo del buque insignia, informó de las intenciones españolas. Incomprensiblemente, Hood abandonó la ría al día siguiente. Apodaca ordenó entonces que dos lanchas de pescadores armadas salieran tras los barcos enemigos y pudiesen recuperar un bergantín español que llevaban como botín. Tras esta venturada refriega, el Gobierno ordenó a Apodaca que asumiera la defensa de las Rías Baixas, encargo que desarrolló estableciendo vigías, baterías de costa y armando con cañones varios brulotes y lanchas.

Apodaca permaneció bloqueado en Vigo hasta noviembre. El día 23 de ese mes, pudo salir y llegar sin problemas a la ría de Ferrol. Durante la estancia en Vigo del famoso marino, los corsarios vigueses y de Baiona salieron en varias ocasiones a la mar a perseguir y apresar mercantes enemigos, aunque también tuvieron algún revés. A finales de ese año fueron apresados cinco corsarios armados por los comerciantes Marcó del Pont y Abeleira, con las consecuentes pérdidas.

Juan José Ruiz de Apodaca (1754-1835) tuvo una azarosa y brillante carrera militar. Su principal éxito naval llegó en 1808 cuando derrotó al almirante francés Rosilly en Cádiz. Más tarde, fue capitán general de Cuba y las dos Floridas, y virrey de Nueva España, es decir, toda Centroamérica, el actual México y una gran parte de Estados Unidos. El Rey le dio el título de conde de Venadito por haber detenido en ese lugar a uno de los principales independentistas mexicanos. Poco antes de su fallecimiento, alcanzó el grado de capitán general y fue director de la Armada.