Jugador desde niño en su Argentina natal, José Luis Mejuto ha ejercido de árbitro y directivo, aparte de sus roles actuales de entrenador y coordinador en el Defensores do Morrazo
27 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.José Luis Mejuto (Buenos Aires, 1971) cuenta que su vínculo con el baloncesto comenzó, prácticamente, cuando empezó a gatear. No tenía ninguna referencia familiar, pero este deporte lo atrapó siendo un niño y ya nunca lo soltó. «A partir de ahí, no podría concebir la vida sin él», dice este argentino de ascendencia gallega que lleva establecido en Cangas veinte años. «Nunca jugué a nivel profesional, pero luego fui colegiado y entrenador», apunta el fundador y actual coordinador y entrenador de todos los equipos del club Defensores do Morrazo.
Se formó como periodista con la idea de hablar sobre su deporte y tuvo una etapa laboral en la prensa. «Entre la comunicación, pertenecer a equipos y directivas y el arbitraje, diría que menos pelota y canasta, fui todo en el baloncesto», relata. Conoce todos los estamentos y a todos los niveles: «El baloncesto social, de formación, profesional... En todos los ámbitos», añade.
La vocación de entrenar, sin embargo, fue «más bien tardía». «Lo quise siempre era aprender, no enseñar, y sigue siendo así», asegura. No obstante, pronto fue «el típico cadete que puede ser monitor y echar una mano a nivel de club». Pero cuando iba teniendo menos tiempo para jugar, se decantó hacia el arbitraje para mantener el nexo. «Me colé más por ese lado, pero siempre compaginando cosas», reitera.
Fue al llegar a Galicia cuando se encontró en O Morrazo «una comarca donde no había ligas, equipos ni clubes, nada referente al baloncesto; era un punto negro en el mapa de la Federación». Ante esa realidad, quiso ser él quien creara un club y diera la oportunidad de practicar ese deporte en la zona. «Me considero más una persona a la que le gusta promover y difundir el baloncesto», se define. Pasados los años, tiene la satisfacción de que hay muchos vecinos cuyo primer contacto con el baloncesto fue en el Defensores do Morrazo.
Ofertó el baloncesto en todos los colegios de la zona al tiempo que se formaba como técnico. «Se necesitaban conocimientos, ganas e ilusión. Venia trabajando a nivel de escuelas municipales desde el año 2003 y seis años más tarde, liamos a un par de amigos y fundamos el club», rememora. Dice que estos 15 años han sido para él, en algunos aspectos, como 50. «El deporte termina siendo un vicio sano. Dedicas muchas horas y esfuerzo, pero si ves que los objetivos se van cumpliendo, es una carga que vuelve», reflexiona.
Admite, así, que hay un desgaste, pero que se ve compensado al comprobar que han alcanzado metas más altas de lo que podían imaginar. «La ilusión en los ojos de los niños es una recarga de energía permanente que te permite seguir», valora. Además, dada su vocación tardía, dice considerarse todavía «un técnico novato», aunque su experiencia esté siendo «muy intensa».
Siempre han gestionado entre cuatro y siete equipos y él es actualmente el único técnico. «Por una cuestión logística, si no tienes más, no puedes contratar más entrenadores, pero como se dice, a veces lo que hace uno vale por tres». Viven un momento de transición, con 150 niños en las escuelas y equipos femeninos y masculinos desde mini a infantil, y con dos exjugadores que están formando para incorporarse al staff. «Esa es la idea», detalla. Ser ahora el único técnico tiene ventajas e inconvenientes. «El volumen de trabajo es altísimo, pero conoces las realidades de todos, sabes cuándo subirlos de categoría, les haces un seguimiento personalizado», detalla.
Mejuto admite que la etapa que más ha disfrutado es la de jugador, aunque le gusta la dirección deportiva y le «encanta analizar un partido». Pero también «subir a una grada y disfrutar del baloncesto desde fuera». «Me gusta el profesional, el minibásquet, el 3x3... Todo tiene su encanto», proclama. También el arbitraje. «Cuando estás como entrenador con otros a los que me tocó pitarles, sales del lado oscuro que no conocen al claro. Al conocer la complejidad, respetas más el trabajo de todos», ahonda. Y se siente respetado: «Me reconocen como lo que soy, un amante del baloncesto que lo pone por encima de todo».
En ese sentido, Mejuto subraya que, para él, prima el baloncesto como familia. «No entiendo la idea del club por encima de todo, el entrenador por encima de todo, uno mismo por encima de todo. Defiendo el juego y la libertad de jugar», enfatiza. Por eso rechazó algunos proyectos para seguir donde está. «Entendía que en la comarca de O Morrazo estaba mi trabajo y mi sitio».
No entendería su vida sin el baloncesto, insiste, partiendo de que «todo lo que ocurre en el deporte, dentro y fuera de la pista, es extrapolable a la vida real». Y enumera: «Trabajo en equipo, aprender de las frustraciones, personas en las que confiabas y te decepcionan, aprender que si uno está en un lugar, no importa cuánto tiempo, sino lo que dejas».
Dice que no necesita reconocimiento, que lo obtiene de sí mismo: «Para mí, soy un fenómeno. Me autoevalúo y digo: ‘Caramba, lo que lograste'. Creo que puedo estar muy orgulloso». Le satisface ver exjugadores suyos en Liga EBA o siendo entrenadores: «Lo que importa es el legado».