Rodríguez-Méndez: «La escultura me ha llevado a una ausencia animada por un misterio, el que creo todos perseguimos»

VIGO
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El artista de As Neves inaugura hoy la muestra Humores y Espesores en el Museo Centro de Arte Dos de Mayo de la Comunidad de Madrid
02 mar 2025 . Actualizado a las 00:48 h.Humores y Espesores es el título de la nueva exposición de Rodríguez-Méndez (As Neves, 1968). La muestra se inaugura hoy en el Museo Centro de Arte Dos de Mayo (CA2M) de la Comunidad de Madrid, un espacio que además de hacer exposiciones temporales, custodia las colecciones de la propia Comunidad de Madrid y de la Fundación ARCO). El lalinense Ángel Calvo Ulloa es el comisario del proyecto que ocupa esta planta primera del Museo CA2M y que acerca al público la inclasificable obra de este autor, que nace del lenguaje de la escultura pero ha evolucionado en direcciones insólitas y se muestran en una selección de series fotográficas, instalaciones o acciones de reciente creación, algunas de ellas inéditas hasta la fecha.
—Entre sus piezas hay una con trajes en sobres, que su madre cosía en As Neves para enviarle a Madrid; otra tiene que ver con los cuidados de su padre enfermo. ¿Cómo lleva su familia ser parte de su obra?
—Es cierto, trabajé con mi padre y mi madre en varios proyectos, con el añadido emocional y sorpresivo ante cuerpos animados a los que pertenecía y pertenezco. Fueron muchos años de mi presencia como artista en sus vidas, a lo largo de ese tiempo fueron aceptando este lenguaje para ellos extraño; digo aceptando, no comprendiendo, pero había alegría también, un permiso por su parte y el deseo de saber. Algunas de esas obras están aquí expuestas, lo que le confiere a la muestra una profunda lectura autobiográfica en la que a través de ellos también mi cuerpo está presente en una suerte de autoobservación. Hay, en el hombre y la mujer un "estado” profundamente real, entendiendo la realidad como un espacio mistérico, por descubrir desde la confianza de esa verdad. Gran parte de mi trabajo, diría que persigue ese lugar que es vertebrado por lo vivo y el origen. Los hombres y mujeres mayores de una edad avanzada son una presencia indudable que guardan un conocimiento que nadie puede llegar a alcanzar, pues nadie que no haya tenido esa experiencia real evolutiva de cuerpo y tiempo, cuerpo y edad, puede ni siquiera imaginar. Esos hombres y mujeres traen lo que contienen con una honestidad inviolable, no hay artificio, sencillamente son, y es esa verdad la que persigo, con la que quiero trabajar. Con su presencia, su acto, su disposición, su permiso, construyen y multiplican la escultura.

—Su combinación de obra escultórica y acción performativa no es habitual. ¿Por qué ese añadido? ¿Y por qué cree que se da menos en la escultura que en otras ramas creativas incorporar imagen, sonido, poesía, pensamiento?
—Mi experiencia con el lenguaje de la escultura, que desarrollo desde hace más de 30 años, ha evolucionado hacia una comprensión del mismo, que conlleva una paradoja que se encuentra más en la escultura, y esa paradoja nunca ha dejado de ser una condición indisoluble de la propia escultura, de su semántica. Por una parte la práctica de la escultura me ha llevado a una desmaterialización, una revisión de la misma, una nueva corporeidad y a la vez un vacío, una ausencia animada por un misterio, el que creo todos perseguimos, y una, cada vez más expansiva y determinante presencia como es la palabra, entendida como acto también, que tiene la facultad de invadir, de alterar el espacio y la forma-cuerpo hasta convertirse en una materia practicable, en una materia actuable, para que uno puede romperla y pasar como escribió Herberto Helder.
—¿En su nueva exposición hay espacio para el humor entre los humores y el espesor?
—El comisario y yo hemos tratado de darle un lugar a una reflexión del cuerpo, del tiempo humano a través de la presencia del movimiento orgánico y emocional que anima ese mismo cuerpo, y con él, al ser que lo habita y desde él las obras. Más que humor hablaría de alegría, una presencia ligera que facilita la reflexión y la relación de las obras, que seduce al espectador para inducirlo a una reflexión mayor, la del tiempo humano y su propia aceptación.

—¿Cree que influye la profesión de sastra de su madre? En su obra hay mucho de coser, cortar, alargar, darle la vuelta a unos materiales y dejar que hablen como un vestido sobre un cuerpo.
—Efectivamente hay cuerpo y mi recuerdo con la profesión de mi madre, es precisamente la presencia de numerosos cuerpos que visitaban el taller de mi madre para ser vestidos digamos. Todos esos cuerpos eran de mujer, mi madre solo cosía para ellas no para hombres. Así que hay siempre una piel, una protección, cambio, temperatura, y mucha mano, sus movimientos, sus golpes, su precisión.
—¿Está conectado al ambiente artístico local y gallego? ¿Cómo ve la paulatina desaparición de casi todo: galerías, representación en Arco, la deriva del Marco en Vigo....?
—Estoy en Galicia con mi familia, recuperando algo de aquí que celebro. Me fui muy joven y he estado prácticamente toda mi vida adulta fuera. He sido testigo de esa «paulatina desaparición de casi todo», una situación y práctica generalizada en este país, no solo Galicia, que se extiende desde años con una indolencia vulgar cada vez menos disimulada, más manifiesta en algunas instituciones, que nos hacen un flaco favor a los artistas, pues son ellas las que deberían de ser garantes de rigor y calidad, embajadoras del cuerpo cultural que, en principio, representan y en el que las galerías, en su mayoría, también son grandes perjudicadas de esta inatención e injerencia desprogramada, que confunde y desactiva.