El regreso de Tanya a Járkov tras 3 años en Vigo: «Rusia nos arrebató nuestras vidas»

Pedro Rodríguez Villar
Pedro Rodríguez VIGO / LA VOZ

VIGO

XOÁN CARLOS GIL

La refugiada ucraniana visitó su ciudad, de la que huyó tras la invasión

02 mar 2025 . Actualizado a las 21:40 h.

Hace poco más de tres años la vida de Tanya se paro. Los tanques rusos cruzaban la frontera de Ucrania y los misiles comenzaron a caer. Ella estaba en Arabia Saudí trabajando en un hotel «para hacer algo de dinero». Se enteró al llegar a su trabajo. Los invasores estaban a las puertas de Járkov, su ciudad, y donde aún vivía su madre. Aquel día el mundo que conocía Tanya cambió por completo. Sus planes, sus prioridades, sus rutinas y sus lugares seguros habían desaparecido con la invasión rusa. Le cuesta recordar detalles de aquellos momentos. «Todo iba demasiado rápido», cuenta. Recuerda que decían que Ucrania caería rápido, también su ciudad, uno de los objetivos prioritarios de la invasión rusa, «pero seguimos resistiendo tres años después». Poco más de una semana después del inicio de la invasión, Tanya consiguió volver a Ucrania. Voló a Polonia, llegó en tren a Leópolis y desde allí volvió a Járkov.

«Los rusos estaban a las puertas cuando llegué. Recuerdo bajar del tren y sentir el suelo temblar con la artillería». Su ciudad era la misma que había dejado, pero todo había cambiado. Un mes después consiguió huir junto a su madre. «Nos fuimos sin saber si podríamos volver». Un día antes, Rusia había bombardeado una estación de tren asesinando a 59 personas y dejando 109 heridos. «Eras personas que, como nosotras, querían dejar la guerra atrás». Por suerte, su tren pudo salir sin problemas.

Tras lograr salir de Ucrania, Tanya y su madre sobrevivieron en Polonia con los poco más de 1.000 euros que llevaban. Allí se separaron. «Mi madre se fue a Georgia con unos familiares y yo conseguí plaza en un voluntariado en Vigo y me vine», cuenta. Su objetivo era comenzar una vida en la ciudad y conseguir una nueva oportunidad para ayudar a su madre. «Encontré trabajo, alquilé una habitación y aquí sigo», dice. Una vez asentada en la ciudad, la pausa trajo consigo todo el miedo, la tristeza y la rabia que había ido evitando. «Los primeros meses me centraba en sobrevivir y en salir adelante. Luego se me vino el mundo encima. Fue muy duro». Le cuesta describirlo. Uno de las peores sensaciones era y es la impotencia. «Estamos acostumbrados a ver en las películas que en la guerra todo el mundo puede hacer algo, pero la realidad no es así. Eso es muy frustrante».

Tanya Viy

Adaptarse a Vigo también fue difícil. «Al principio, cuando llegué, todo el mundo se volcó con nosotros. Fue muy bonito», recuerda, pero la vida seguía. La guerra dejó de ser novedad en las noticias, pero en Ucrania seguía muriendo gente. Los amigos de Tanya iban al frente y su madre, un mes después de haberse ido, decidió volver a Járkov. «No se adaptaba a Georgia y decía que si tenía que morir... Lo quería hacer en casa», recuerda. En Vigo, «como es normal, la gente quería desconectar de la guerra, olvidar lo que estaba pasando y muchos pretendían que yo hiciera lo mismo. No podía». Se volcó con la causa de su país y se integró en la Asociación Galega de Axuda a Ucraína. «Ahora, estamos llevando a cabo un proyecto para recaudar fondos destinados al desminado de nuestro país», cuenta. También ayuda a su madre todo lo que puede mientras trabaja y estudia tres cursos a la vez en la ciudad.

Tanya Viy

En diciembre del año pasado, tres años después de haber dejado Járkov, Tanya volvió, «por fin», a visitar su ciudad. Su madre la recibió en la estación que habían dejado mientras el suelo retumbaba por la artillería. «Todo estaba distinto», cuenta. La vida seguía. Tanya quiere insistir en esto. «La gente por redes sociales no entiende que en Ucrania se trate de seguir haciendo vida normal, pero no nos queda otra. Necesitamos rutinas para sobrevivir. Esta también es una manera de resistir a Rusia», insiste. En Járkov, Tanya también descubrió las heridas de la guerra. Las cicatrices de los bombardeos y las historias grabadas en los cráteres. «Fui a Saltivka, un pueblo arrasado por los rusos, y los vecinos me contaban historias horribles sobre personas que habían sido asesinadas», cuenta. También vio de cerca otra de las grandes amenazadas de la guerra. Járkov está cercado por minas que se llevan vidas inocentes.

Tanya Viy

«Lo que más me sorprendió fue la fuerza de mis vecinos para tratar de buscar la belleza en el desastre», cuenta. Tanya recuerda como plantaban flores en los cráteres, como pintaban dibujos en lugares que habían sido bombardeados y «hay una imagen que me conmovió especialmente». Enseña un vídeo en el que se ve a un hombre dando de beber a unos pájaros en un edificio semiderruido por una explosión.

Tanya también insiste en que cuenta su caso para que en el resto de Europa «entienda el riesgo que corren. Rusia nos arrebató nuestras vidas y nosotros pensábamos que nunca íbamos a ir a la guerra. Necesitamos una paz con garantías y que nos asegure que no nos van a volver invadir en unos años. Es el único camino con el que proteger nuestras democracias», insiste Tanya, que sueña con abrir un taller de arte en su Járkov natal. «Me estoy formando para ello. Ojalá pueda ser pronto», desea.