«Tras perder un hijo me refugié en la fotografía para inmortalizar el amor»

Monica Torres
mónica torres TUI / LA VOZ

VIGO

Mónica Torres

Anaís Melo, de Tui, captura la esencia de la infancia en recuerdos eternos

07 mar 2025 . Actualizado a las 00:45 h.

Si alguien sabe el verdadero significado de la inmortalidad es una madre porque el amor de un hijo sigue latiendo siempre mientras no se apague el suyo. El mediano de los tres hijos de Anaís Melo falleció hace tres años y medio. «La vida se me rompió en pedazos, me vi sumida en el dolor más inmenso del mundo», recuerda esta joven tudense de 28 años. «Había sido un embarazo de riesgo y solo pude tenerlo en mis brazos cinco meses». Todo se volvió negro y cayó en un pozo que solo conocen quienes lo hayan vivido. Ahora, esta valiente madre de otros dos hijos se atreve a hablar de Bebesón, apelativo cariñoso del bebé que falleció y que es el nombre con el que ha bautizado el estudio de fotografía que acaba de abrir en Tui tras años de lucha, trabajo y formación. No quiere hurgar en cicatrices ni dar más explicaciones sobre algo que no las tiene, pero da este paso para seguir sanando y agradecer a todas las familias que han confiado en ella para inmortalizar sus momentos más importantes. «Este nuevo espacio no es solo un estudio, sino el reflejo de un camino de lucha, donde cada fotografía cuenta una historia de amor, esperanza y resiliencia», desvela.

«Fue mi psicóloga quien me aconsejó buscar algo en lo que centrar mi mente, algo que me ayudara a reconstruirme tras el fallecimiento de mi hijo», explica Anais. «Retomé la fotografía un año después, volví a formarme y comencé a hacer sesiones en una habitación de casa», recuerda. Pronto tuvo que dedicarle la planta baja entera porque su trabajo cautivó a familias de Vigo y toda su área y ha cristalizado con su propio estudio.

«Descubrí que la fotografía podía ser mi refugio, mi manera de transformar el sufrimiento en recuerdos llenos de amor, ya que los recuerdos eran los que conseguían calmar un poco mi alma. Entendí que las fotos son más que imágenes: son recuerdos, son amor, son lo único que nos queda cuando alguien se va», dice.

Así, añade, «se hizo tan grande mi pasión por capturar la esencia de cada familia, de cada niño, de cada sonrisa».

La fotografía fue primero un salvavidas, luego un lenguaje y, finalmente, su manera de reconstruirse. Ahora ayuda a construir también los recuerdos de otras familias, y tan bien lo hace que solo en Navidad atendió a unas 150. No hay móvil que sustituya a una buena cámara, un estudio y una profesionalidad que ha de multiplicarse con muchas dosis de paciencia. «La prioridad es que todos disfruten y, con los bebés, que no lloren porque el resultado ha de ser lo más natural posible», dice rodeada de imágenes de su cámara que transmiten esa felicidad del instante perfecto.

Mónica Torres

El 90 % de los niños con los que trabaja tienen menos de dos años y el 95 % de los clientes son mujeres «porque hacen miles de fotos a sus bebés, pero no salen ellas y es lo que buscan». Muchas ya comienzan las sesiones con Anaís en el último trimestre del embarazo y continúan hasta su primer cumpleaños. «Para dedicarte a esto te tienen que gustar mucho los niños. Hay que ser receptiva, jugar con ellos y que se diviertan para que no se den cuenta de que les estás haciendo fotos y así el resultado sea más natural», sostiene. Derrocha maestría y una sensibilidad casi mágica para capturar el alma de cada instante. Los detalles de cada trabajo son importantes. Desde la colocación del bebé, en función de cómo haya estado en el útero materno, hasta cómo duerme o sonríe: la luz, la ternura y la espontaneidad se entrelazan de forma natural. Anais transforma la ausencia en un homenaje a la vida. Su estudio es un oasis por el que desfilan niños y padres.

«Me gusta que tengan fotos de toda la familia. No es solo para que las tengan los papás con los hijos, sino para que los niños las tengan el día de mañana y puedan disfrutar de esos momentos y perduren en el tiempo», explica esta maga de la fotografía infantil.