El presidente de la Fundación Ceo, Ciencia e Cultura: «No es descartable que un día se descubra un asteroide camino de la Tierra»

VIGO

M.MORALEJO

Enrique Alonso invita a vivir el patrimonio astronómico gallego desde el observatorio de Forcarei

20 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Observar la Tierra desde el espacio causa un impacto psicológico profundo, tan repetido y estudiado que tiene nombre: el «efecto perspectiva» se ha dado en llamar ese asombro y admiración que describen los astronautas cuando narran las sensaciones de fragilidad, belleza e interconexión que sienten al ver el planeta desde más allá de la atmósfera, el minúsculo punto azul que se mueve con inquietante precisión en medio de un sistema inabarcable. «Todo es sintonía y paz», asegura sentir al observar en sentido contrario el espacio Enrique Alonso Blanco (Vigo, 1966), presidente de la Fundación Ceo, Ciencia e Cultura, entidad que gestiona el Observatorio Astronómico de Forcarei.

La banca fue el refugio profesional en el que labró una carrera alternativa a las de astronomía o astrofísica, las que soñó con cursar desde que en EGB la «chispa» se le encendió al abrir el libro de Sociales en la lección 1, la del Universo, la que para la mayoría de alumnos pasaba desapercibida mientras se cogía la medida al nuevo curso. «Pero no pude salir a estudiar fuera de Vigo y me quedé con empresariales», lamenta.

La «chispa», como define al Big-Bang neuronal que hace surgir las vocaciones, saltó de nuevo cuando su esposa le regaló un telescopio, pero con la condición de que se buscase más gente con el mismo interés y con la que evitar salir solo al monte por las noches. «Me costó encontrarlos, hasta que en la presentación de un libro sobre esta temática hablé con parte del público que hacía justo lo que yo quería: salían, observaban, comentaban entre sí. ‘Mira allí la constelación tal, y allí otra... En una sola noche guiado por un experto viví en directo semanas de vídeos que había visto en internet», rememora sus comienzos como escudriñador del universo Enrique Alonso.

«Las constelaciones son los barrios del cielo. Empiezas como en los mapas de las ciudades, situando una y pasas a la de al lado y a la siguiente y sigues, sigues».

En las visitas que de junio a septiembre ofrece el observatorio de Forcarei, abierto hace 18 años, el punto de inicio suele ser la estrella polar, la que no se mueve y a partir de ahí la boca se le abre a los astroturistas con la Osa Mayor, la Menor, Casiopea, Leo..., «hasta la constelación de Orión, la catedral para cualquier aficionado. Y al final, donde no veías nada te van surgiendo las formas de las figuras con las que se han denominado las estrellas y acabas viendo barrio a barrio una parte de esa ciudad que es el cielo», describe con pasión.

El grupo que se buscó Enrique para cumplir la condición de no salir solo al monte por la noche pensó en dar forma estable a su pasión, pasar menos frío y llegar más lejos en sus búsquedas. Ahí es cuando surge la idea del observatorio de Forcarei y la fundación dedicada al cielo y a la divulgación científica. Y como ocurre con las estrellas y los planetas, aquella primera piedra levantada en el centro de Galicia y abierta a toda la sociedad, interconectó dispersas y numerosas pasiones astronómicas. «Hay un montón de gallegos viendo el espacio desde fuera de Galicia, por medio mundo», atestigua.

De Bouzas. La lección 1 del libro de Sociales le prendió a Enrique Alonso la chispa de la astronomía, que no pudo estudiar, pero sí vivir intensamente.
De Bouzas. La lección 1 del libro de Sociales le prendió a Enrique Alonso la chispa de la astronomía, que no pudo estudiar, pero sí vivir intensamente.

Las nubes, la lluvia, la humedad y hasta la latitud no hacen al territorio gallego especialmente propicio para tener siempre éxito cuando se ve hacia arriba, pero Alonso advierte que, aún así, el cielo que se ve desde Galicia forma parte del patrimonio cultural de la comunidad, con un potencial turístico enorme, idóneo para experimentar el efecto perspectiva de los astronautas a la inversa, para impresionarse, por ejemplo, con la Vía Láctea o los distintos brazos de la galaxia. «Impresiona y la mayoría de la gente que viene reconoce que no sabía que hubiera tanto por ver ahí fuera». Por ello anima encarecidamente a las administraciones a asesorarse antes de definir sus alumbrados públicos. La Fundación Ceo se presta a ello. «La luz ni siquiera es inocua para la salud, pero astronómicamente la contaminación lumínica nos está comiendo», alerta.

Aunque hay ya cantidad de telescopios observándolo todo desde fuera de la Tierra, Enrique Alonso valora como muy necesaria la aportación de los astrónomos aficionados, aportadores de datos, notarios de medición de estrellas, porque las hay variables y dan pistas de posibles otras tierras. Los centinelas del telescopio por cuenta propia son registradores incluso de la órbita que describen los asteroides. «Cuando sigues de manera continuada el universo te das cuenta de lo frágil que es todo», asevera. Cada observador reporta hasta dónde ha visto un asteroide, una piedra o arenisca y sus trayectorias. «Impactos contra la Tierra los ha habido. ¡Qué se lo pregunten a los dinosaurios!». Atestigua que hay millones dando vueltas y que llegan con frecuencia, pero de escaso tamaño y se desintegran al traspasar la atmósfera. El reciente de mayor dimensión es de principios del siglo XX, en Siberia, de unos 20 metros de diámetro. «No llegó a tocar la superficie pero el desastre que montó fue bueno. Llega a pasar sobre Manhattan y tenemos un problema, y si toca suelo...». Los expertos miran ahora con intranquilidad al asteroide Apophis, de unos 325 metros y que se estima pasará junto a la Tierra en el 2029 a una distancia menor que la de la Luna y lo volverá a hacer en el 2036. «Está muy vigilado, pero pueden aparecer otros. Pero no se puede descartar que un día se descubra una asteroide camino de la Tierra», concluye para otorgar aún más importancia a la astronomía, tanto la profesional como la aficionada y a la necesidad de destinar más fondos a la investigación, «porque en la ciencia todo es global y transversal», mantiene con convencimiento pleno.