«Agotamos los cámping gas y las bombonas en poco más de una hora. Hoy ya no nos queda nada»

Pedro Rodríguez Villar
Pedro Rodríguez VIGO / LA VOZ

VIGO

Cedida

Patricia Gallego, de la ferretería Val Miñor, cuenta que ayudaron a personas que necesitaban cocinar algo caliente para sus bebés o para mayores dependientes

30 abr 2025 . Actualizado a las 19:38 h.

En la ferretería Val Miñor de Nigrán todavía hay estanterías semivacías. «Nunca habíamos vendido tanto», recuerda Patricia Gallego. Ayer, a esta misma hora, atendían sin parar. A las 12.32 horas toda España se quedó sin luz y, poco a poco, los vecinos que se temían lo peor fueron acercándose a las ferreterías. No tardaron en formarse las colas y en poco más de una hora ya habían terminado sus existencias de cámping gas, linternas, pilas, paelleros y bombonas. «Había gente que venía muy estresada», recuerda Patricia. Tuvieron que improvisar una visita a su almacén y al mediodía consiguieron reponer unas existencias que se agotaron a las 16.30 horas. «Un día para el recuerdo, pero que no se vuelva a repetir por favor», insiste Patricia.

La ferretería de Nigrán también se convirtió, de alguna manera, en la única esperanza de familias con personas dependientes a su cargo. «Vino un matrimonio mayor que tenía que cuidar de su nieta, que es un bebé. Necesitaban algo para calentar la leche y poder darle de comer», cuenta Patricia. Al final, en la ferretería pudieron llevarse alguno de los instrumentos que tenían para calentar el biberón y la niña pudo cenar. También fueron por allí varias personas que tenían mayores a su cargo y necesitaban algo para cocinar algo blando para darles de comer. «Fue un poco la vuelta a la cocina de antes», recuerda. 

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«Ahora necesitamos algunos días para poder recuperar todo lo hemos vendido», cuenta Patricia. No sabe cuando llegarán porque las empresas distribuidoras tampoco lo pueden concretar. Su jornada, como para todos, fue un momento único. Lo mismo paso en Frutas Nieves Nigrán, un comercio ubicado a pocos metros de la ferretería Val Miñor. «Tuvimos que vender todo con calculadora, pesando con báscula como se hacía antes y fiando a varias personas que no tenían efectivo», explica una de sus empleadas.