Freddy, el okupa acusado de asesinar a su amigo en Vigo: «Yo lo quería como un hermano»
VIGO

La abogada compara la investigación del crimen de los okupas con el caso Déborah, porque no se realizaron pruebas que pedía la defensa o para conseguirlas se acudió a la vía judicial y a peritajes
15 may 2025 . Actualizado a las 17:21 h.Freddy Rojas, el okupa boliviano acusado de asesinar a cuchilladas a Johnny Antazona, su compañero de casa y mejor amigo, espera la deliberación del tribunal de jurado. Afronta 20 años de cárcel por asesinato con alevosía por ser un ataque sorpresivo. La defensa solicitó, alternativamente, el homicidio porque la víctima tenía una herida en el brazo al intentar defenderse, lo que evidencia una pelea.
En su derecho a decir la última palabra, Freddy se declaró inocente: «Yo no fui el autor, lo quería como un hermano, vivimos 17 años juntos, le llevaba mi comida a la calle Santa Marta, yo siempre lo he defendido, le he dado de todo, hasta ropa. Yo lo apaciguaba si se metía en problemas, yo tenía que preocuparme por él».
La última vista del juicio se celebró ayer en la Quinta Sección de la Audiencia de Pontevedra, con sede en Vigo. El jurado se retira hoy a deliberar para dictar una sentencia de culpabilidad o no culpabilidad.
Su abogada sospecha que el crimen lo cometió el tercer residente de la casa okupa, un rumano que, al parecer, según dijo Freddy Rojas, tenía antecedentes por homicidio y que fue a vivir a casa de los dos amigos.
Sin embargo, la Fiscalía culpa al acusado Freddy porque apareció su ADN mezclado con el de la víctima en el mango del cuchillo de cortar pescado y la sangre del fallecido en su pantalón y en una mano, lo que lo incrimina. No se cree la versión del acusado de que se manchó de sangre porque la víctima iba ebria, se cayó al suelo y se cortó con los cristales de una botella rota, y él le ayudó a levantarse y se manchó con su sangre.
Freddy y Johnny trabajaban a veces en la descarga y desestiba en el puerto de Vigo. A veces, una joven compatriota y una allegada les daba trabajo. Familiares y conocidos de la víctima y del acusado declararon en el juicio que siempre estaban juntos y nunca los vieron pelear. Vivían en el bajo de un edificio okupado en la Travesía de la calle Coruña, a escasos metros de los antiguos edificios judiciales de la calle Lalín.
Comparan con caso Déborah
El acusado contó en el juicio que Johnny bebía mucho y se ponía agresivo. Los forenses del Imelga hallaron rastros de cocaína en su cuerpo y una tasa de alcohol en sangre de 3,51 (equivalente a una tasa de 1,75 en el test de alcoholemia, seis veces lo autorizado).
En sus conclusiones, la abogada del acusado se quejó de que el juzgado no le había apoyado al solicitar varias pruebas para descartar la autoría de una tercera persona, en referencia al rumano. Lo comparó con el caso de la joven desaparecida Déborah Fernández-Neira, hallada muerta en mayo del 2002, en el que la familia gastó mucho dinero en hacer periciales y presentar pruebas para hacer avanzar la investigación, unos recursos de los que su cliente carece y tampoco se puede costear los informes periciales. Otra cuestión que indica la abogada es que en las uñas del fallecido aparecieron fibras que no corresponden a la ropa del acusado pero nadie autorizó la prueba para comprobar si eran de las prendas que vestía el rumano.
La letrada se centró en culpar a un sospechoso alternativo que genere dudas en el jurado: el rumano que convivía con ellos. Era el dueño del cuchillo y dijo que lo usó el día anterior al crimen para cortar pescado pero sus huellas dactilares no aparecieron en el mango. Según la abogada, el tercer residente de la casa estaba en el escenario a la hora del crimen y fue dando pistas y dejando rastros a la policía. Sin que nadie le preguntase, comentó a los patrulleros que le faltaba el cuchillo en casa. También presionó a Freddy Rojas para que llamase al 112 para informar de que su amigo había desaparecido.
La Fiscalía le replicó a la abogada que el rumano fue investigado en su día y la policía lo descartó. Tenía su camisa blanca totalmente limpia y sin manchas de sangre y colaboró activamente para ayudar a la policía.
La víctima fue encontrada más tarde tirada sobre un charco de sangre en un callejón de la calle Coruña. Una cámara lo grabó cruzando la calle Coruña hacia ese callejón tambaleándose por el alcohol consumido y, probablemente, porque ya había recibido las cuchilladas, una de ellas mortal en el corazón.
La policía situó la escena del crimen al lado de la casa, junto a unas gotas de sangre. No se vio más rastro en los 200 metros que anduvo la víctima hasta caer desplomado. Dejó colocadas su cazadora y bandolera en el suelo.