
Ancianos con problemas de movilidad tienen que caminar un kilómetro sin aceras hasta el colegio Amor de Dios desde que Vitrasa eliminó la línea 20
22 may 2025 . Actualizado a las 12:57 h.Se acabó la paz en la residencia Santa Marta de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Los residentes ya no pueden más y están dispuestos a armar la gorda. Llevan cinco años reclamando al Concello de Vigo que gestione con Vitrasa la reposición de la línea de autobús número 20, un caramelo vital que necesitaban como el aire, que les pusieron a la puerta en diciembre del 2019 y les quitaron el 13 de marzo del 2020. Fue uno de los muchos servicios que se llevó la pandemia y nunca más regresó. Como las servilletas en los bares.
El covid está bajo control pero las cerca de 140 personas que viven en estas instalaciones, muchas con problemas de movilidad, siguen necesitando un transporte público que no les obligue a recorrer casi un kilómetro cada vez que quieren o tienen que salir. «Ahora la parada más cercana que hay está al lado del colegio Amor de Dios y hasta allí hay casi un kilómetro, tardamos unos 20 minutos andando», señala Antonia Souto. A su lado, otra compañera añade que no es solo la lejanía, «es que es un camino muy peligroso, sin aceras, en algunos tramos no caben bien ni los coches», asegura.
«Las instalaciones y la residencia son magníficas, pero ir andando hasta el Amor de Dios con el paraguas y el carrito no es vida. Me siento aislada», tercia otra mujer que sufre cada vez que tiene que salir, como casi todos. Las visitas al centro de salud, al Cunqueiro, al Meixoeiro, son para ellos una penuria y una chiripa para poder llegar a ese bus y a los transbordos. Cualquier gestión fuera de su entorno les lleva horas. «Y luego llegamos aquí tarde a comer y nos riñen», comenta otro. Ángeles tiene que ir dos veces por semana a actividades en la calle Venezuela y tiembla solo de pensar el cambalache que le supone. Antonia visita a su suegro con asiduidad y da fe de lo necesario que es un autobús cercano para los residentes: «Todos son personas mayores y hay gente que está dejando de recibir visitas porque las que vienen, también mayores, tiene que hacer uso de dos taxis para llegar y para volver. Si no tienes coche estás muerto». Otro usuario lo corrobora: «Nos estamos dejando la pensión en taxis».
A otra residente no se le va de la cabeza lo que una vez le dijo Abel Caballero: «Yo protesté ante el alcalde aquí mismo, una vez que hizo una visita, y él me prometió que lo solucionarían. Dijo: ‘En este momento no puedo porque hay una huelga, pero en cuanto la huelga pase, yo se lo prometo y le doy mi palabra'. Yo le dije que toda aquella gente que estaba allí ‘lo está oyendo y está de testigo'. Dijo que sí, y nunca más se supo», lamenta.
La residencia que en el pasado estaba en Pi y Margall (donde ahora se construye la urbanización Barro do Cura) está ubicada desde el 2001 en un lugar muy tranquilo pero alejado de la civilización, a larga distancia de calles con vida, bares, centros médicos, tiendas, farmacias o cualquier tipo de servicio. Han recogido firmas. Victoria, que acude a visitar a sus padres, es una de las que dejó su rúbrica para que las monjas las entregasen al Concello. Las trabajadoras también padecen la mala comunicación con su puesto de trabajo.
Los usuarios de Santa Marta salieron a la calle para visibilizar un problema que les causa un enorme desasosiego y así lo manifestaron. Unos en andador, otros en silla de ruedas, con la ayuda de un bastón o sin él, pero todos estaban ayer unidos para reclamar lo que consideran justo.
María del Carmen Oliveira cierra su sombrilla para el sol para explicar lo que cree que podría ser la solución: «Nosotros somos muy pocos y quizás no es rentable para la empresa, no somos negocio», lamenta, pero opina que «si la nueva concesionaria añade una línea circular, habrá vecinos que también usen el transporte público», zanja esperanzada.